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‘Juego de tronos’ confirma que la serie es de sus mujeres

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Lyanna Mormont. (Fuente: Helen Sloan/HBO)

Hay dos diálogos que son los que mejor describen Juego de tronos en su recta final. Por un lado, aquel famoso “todos los hombres deben morir, pero nosotras no somos hombres” que Daenerys le dice a Missandei en la tercera temporada, cuando se enfrentan a los amos esclavistas de Astapor, y por otro, uno de los momentos más celebrados de la batalla de los Campos de Pelennor de El retorno del rey, uno de los paralelismos más claros con esta lucha definitiva contra los muertos en Invernalia.

“Ningún hombre puede matarme — No soy ningún hombre”. La frase con la que Éowyn, la hija del rey Théoden de Rohan, acaba con el Rey Brujo (el principal lugarteniente de Sauron) se traslada en espíritu a la resolución del enfrentamiento contra el Rey de la Noche y sus huestes. Mientras los ejércitos del norte y de Daenerys sufren incontables bajas, los muertos convierten Invernalia en una escena eliminada de Guerra Mundial Z y Theon aguarda en tensión que los Caminantes Blancos aparezcan finalmente para atacar a Bran, son dos mujeres pequeñas (o tres, realmente) las que llevan a cabo las acciones más heroicas del episodio.

Por un lado está Lyanna Mormont, dispuesta a sacrificarse para poder matar a ese gigante que causa estragos en el patio del castillo y, por el otro, tenemos a Arya Stark. Las dos aprovechan que no son altas y fuertes para conseguir sus propósitos, aunque a una le cueste la vida (y el futuro de la casa Mormont), y vuelven a demostrar una de las máximas que impulsa la serie: que los héroes más improbables son los que prevalecen.

David Benioff y D.B. Weiss han afirmado que, desde hacía unos tres años, sabían que iba a ser Arya quien asestara el golpe letal al Rey de la Noche. Jon era una opción tan evidente (es el héroe más clásico que queda en pie), que no terminaba de convencerles. Sin embargo, que esa pequeña asesina capaz de moverse sin hacer ruido, de pasar desapercibida y que ha estado al servicio del mismísimo Dios de la Muerte fuera la encargada de matar al gran villano que parecía omnipotente les resultaba la mejor decisión.

(Fuente: Helen Sloan/HBO)

Además, es una decisión coherente con la deriva que Juego de tronos ha ido llevando desde que se terminó la Guerra de los Cinco Reyes y la llegada de Daenerys (y la subida al trono de Cersei) estaba cada vez más cerca. Los personajes que han acabado mejor posicionados son los que, en cualquier otra obra de fantasía medieval, estarían en los márgenes del relato: las mujeres, los repudiados por su familia y por la sociedad, aquellos a los que nadie presta atención porque no los consideran una amenaza.

Sansa y Tyrion sacan fuerzas de su miedo para defender como pueden a quienes se ocultan en las criptas de Invernalia; Lyanna actúa como un héroe clásico al lanzarse contra el gigante sabiendo que va a morir matando; Arya necesita que Melisandre le recuerde su entrenamiento como Hombre sin Rostro para poner la puntilla final; Theon asume su posición como última defensa, lo mismo que Bran, que resulta ser la pieza clave en todo esto sin poder mover ni un dedo. Sí, los Jaime Lannister, Jorah Mormont y Beric Dondarrion (y Brienne de Tarth) lo dan todo, pero son esos otros personajes improbables los que salvan la situación.

Que el momento heroico le corresponda a Arya es la culminación de ese mayor protagonismo que las mujeres han ido adquiriendo en Juego de tronos y, además, mujeres muy diferentes entre sí, de la temperamental Daenerys a la más cerebral Sansa. En los capítulos anteriores, cuando veíamos cómo Invernalia se preparaba para la batalla, siempre había mujeres aprendiendo a utilizar armas y reforzando las defensas del castillo, y lo mismo entre la multitud de soldados formados para resistir la primera oleada del ataque de los muertos.

Los personajes femeninos pueden ser igual de impresionantes, de estúpidos, de cobardes, de valientes y de complicados que los masculinos. En Poniente, además, siempre han sido las más conscientes del rol que debían jugar, de las reglas que las constreñían y de cómo podían maniobrar para saltárselas cuando pudieran, de cuál era su valía. Por eso, gracias a ellas, Invernalia vio otro amanecer.

Crítica: ‘Juego de tronos’ 8×03 — ‘La larga noche’
Valió la pena la espera, aunque nos faltó alguna guinda en el pastelfueradeseries.com

marina

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