Regina King en ‘Watchmen’ y Joaquin Phoenix en ‘Joker’. (Fuente: HBO/Warner)
La publicación de Watchmen y Batman: el regreso del Caballero Oscuro durante el año 1986 cambió para siempre la manera en la que los cómic y, aún más importante, el cine vería a los superhéroes o, en este caso, a los justicieros enmascarados. Tanto Alan Moore como Frank Miller, los escritores de ambas obras, se dedicaban a deconstruir la figura del superhéroe y a exponer algunas de sus facetas más oscuras. ¿Quiénes se creen que son para decidir que sólo ellos pueden impartir justicia? ¿Qué ocultan y qué exponen sus máscaras? Eran violentos y obligaban a los lectores a replantearse en quién habían confiado en los cómic durante todo este tiempo.
La oscuridad y la complejidad psicológica de aquellos personales se trasladaron al cine algo más tarde, con la trilogía de Batman de Christopher Nolan, y su influencia ha acabado notándose en series como Daredevil y Arrow, mucho más próximas en sus temáticas de lo que se podría suponer porque una estaba en Netflix y la otra, en The CW.
Ahora, resulta muy interesante que coincidan en el tiempo una película y una serie que se mueven en los terrenos que Moore y Miller plantearon tres décadas atrás, y que lo hagan de una manera que permite establecer un diálogo entre la grande y la pequeña pantalla. La nueva ficción de HBO ambientada en el mundo de Watchmen y la historia de origen del célebre villano de Gotham que es Joker son obras que pretenden, precisamente, plantear preguntas sobre la sociedad en la que afloran estos personajes y sobre cómo son ellos, qué les lleva a lucir una máscara negra o a pintarse la cara como un siniestro payaso.
¿Son rebeldes porque el mundo los hizo así? ¿O ya eran así y la sociedad les ofrece nada más que un detonante? Que Joker, muy deliberadamente, elija ambientarse en una Gotham inspirada en aquella Nueva York en bancarrota y degradada de principios de los 80 le permite jugar todo el rato con la respuesta a esa pregunta, y ponerle un fondo más pintón a la historia de un hombre que sólo necesitaba una excusa para prenderle fuego a todo. Lo de Watchmen es más complicado porque aspira a mostrar que Estados Unidos jamás resolvió el racismo sobre el que prosperó como país independiente, y que no va a hacerlo ahora.
Watchmen es mucho más ambiciosa, temáticamente, que Joker. Tener nueve horas para contar la historia lo facilita, y también que sus responsables parecen haberse tomado más en serio los paralelismos con la sociedad actual y son más conscientes de la respuesta que pueden suscitar. El diálogo entre ambas (las dos, producciones de Warner) puede ser interesante por ver cuál arriesga de verdad, y no sólo de boquilla, y cuál lanza preguntas realmente provocadoras a los espectadores. O qué tipo de preguntas plantea cada una.
Ninguna lleva una pancarta con su mensaje bien clarito, y es posible que ese diálogo dependa mucho más de lo que nosotros proyectemos en ellas. Teniendo en cuenta todo eso, y sin ser detractora de Joker (pero tampoco fan fatal), para mí es Watchmen quien se ha tomado realmente la molestia de explorar lo que representan sus propias ambiciones. No siempre está a la altura, pero sabe lo que está diciendo y lo asume. Al menos, en mi opinión, Señoría.
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