Hasta ver las series médicas como ‘Chicago Med’ ha adquirido otras connotaciones. (Fuente: TNT)
Hace unos días, un crítico estadounidense de televisión tuiteaba que se la hacía muy raro ver screeners de series que se iban a estrenar esta primavera con la pandemia del coronavirus obligando a que cambiemos nuestros hábitos sociales. Cuando dos personajes se saludaban con un apretón de manos o un abrazo, u otro tosía en el puño en lugar de en el codo, lo único en lo que él podía pensar era en que eran unos irresponsables por no mantener las distancias para evitar posibles contagios.
Viendo el tercer episodio de Giri/Haji, un drama policiaco británico disponible en Netflix, si los mafiosos de turno se reunían a la puerta de un restaurante para matar a sus rivales, en mi cabeza surgía un único pensamiento: vaya foco de contagio son esos veinte tipos que van bien juntitos por la calle. Porque el mundo real siempre se entromete en la ficción; puede reflejarse en los capítulos de manera más directa o, de manera más habitual, estar muy presente en la mente de sus espectadores, sobre todo si se ven confinados en casa por una emergencia sanitaria.
Va a ser interesante ver cuál es el panorama resultante en la industria televisiva cuando se pase esta situación. Todos los rodajes están paralizados y, teniendo en cuenta que muchas de las series que tenían que empezar ahora su producción la han aplazado, es probable que a finales del verano o principios del otoño asistamos a una cascada de retrasos en fechas de estreno. El golpe económico a la industria se podrá calcular mejor dentro de unos meses, aunque parece que el negocio de las plataformas de streaming no va, precisamente, a resentirse con tanta gente encerrada en sus casas.
Pero lo más curioso es ese cambio mental que ya se ha producido en los espectadores. Los comportamientos sociales de los personajes se perciben a través del filtro de la realidad y, de repente, parece que pertenezcan a otro mundo. Hasta ver series de médicos se ha convertido en una experiencia bizarra con las noticias de los hospitales saturados. Aunque a veces queramos pretenderlo, no vivimos en una burbuja.
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