Esta crítica se ha escrito tras ver el primer episodio de la temporada 7 de ‘The Flash’ y no contiene spoilers.
The Flash regresó este viernes a TNT con una séptima temporada que arranca con un “como decíamos ayer” en toda regla. Debido a la pandemia no pudieron rodar los tres episodios que les quedaban para poder cerrar la anterior tanda y les quedó un final un tanto abrupto con todo el team Flash desperdigado, la villana moviéndose a sus anchas e Iris (Candice Patton) al otro lado del espejo. En All’s Wells That Ends Wells, como se titula el capítulo de apertura de esta temporada, se recupera a todos donde se les dejó.
Puede ser que chirríe un poco porque, por trama y emotividad, cuadra más como recta final de temporada que de inicio, pero eso no le resta mérito. Es un gran capítulo y, como lleva implícito en el título, supone dar un más que merecido protagonismo a uno de los mejores personajes de esta serie, creada por Greg Berlanti (Superman & Lois) y que cuenta con Eric Wallace como showrunner. Sí, hablo de Tom Cavanagh. Lo que pase con él ya entra en la categoría de spoiler, pero ver a Nash y a los distintos Wells que le acechan desde la Crisis es un festival.
La sensación que transmite este regreso es la de no haberse ido nunca. Y eso, pasado casi un año, es bueno, sobre todo porque si hay algo que hacen bien los guionistas de The Flash es no traicionar la esencia de su personaje principal y la influencia que este tiene (para bien) en quienes le rodean. Barry Allen (Grant Gustin) es el paradigma del sacrificio superheróico, incluso más que Superman. Para una vez que decidió aprovechar sus poderes en beneficio propio y salvar a su madre, le montaron Flashpoint y estuvo pagando las consecuencias demasiado tiempo.
Pero The Flash no es solo Barry; también es su equipo y se le echa en falta. Iris continúa perdida en el mirrorverse, pero está. Frost (Danielle Panabaker) se fue con la madre de Caitlin a recuperarse de las heridas sufridas tras el enfrentamiento con un villano –aunque en realidad fue lo que inventaron en la sala de guion para cubrir la baja por maternidad de la actriz–. Y Cisco, el gran Cisco (Carlos Valdés), está por ahí intentando averiguar los verdaderos efectos de la Crisis y de haber reducido todas las Tierras a una sola. La buena noticia la contaba Wallace en una entrevista y es que si bien la pandemia trastocó sus planes, les ha beneficiado a la hora de recuperar a estos personajes.
La promesa es que volverán antes de lo que estaba previsto en origen. Bien. Porque, después de seis temporadas, se les echa de menos en la trama, en la dinámica del grupo y en el centro de operaciones de S.T.A.R. Labs. Son dos personajes queridos, con mucha química, que aportan un toque de ese humor tan característico de la serie, lo que hace que sus sustitutos, Chester y Allegra, tengan la papeleta de afrontar un hueco imposible de cubrir. Demasiadas ausencias de golpe, Ralph incluido. Como personaje tenía su encanto, pero no volverá porque Hartley Sawyer, el actor que le daba vida (como Gina Carano), fue despedido por sus comentarios pasados en redes sociales.
La apuesta de The Flash en esta séptima temporada es la misma de siempre para seguir alimentando su espíritu en el positivismo, pese a todo. Sus héroes deben hacer lo correcto, aunque implique sacrificio. Después toca lidiar con las consecuencias de ello. En el capítulo de villanos Eva sigue por ahí –no dio tiempo a ponerla en su sitio por el final precipitado– y se avanza un poco más en la presentación del nuevo enemigo de Flash, Chillblaine (Jon Cor), mientras el velocista intenta recuperar su velocidad perdida.
Puede que All’s Wells That Ends Wells no estuviese pensado para ser el comienzo de la séptima temporada, pero solo por ver a Cavanagh en acción y escuchar una vez más “¡Corre, Barry, corre!” ya merece la pena la extrañeza. Aún así, habrá que dar cierto margen a la serie para reajustarse, ya que los tres primeros episodios eran los que debían haber ejercido de cierre en 2020.
La séptima temporada de ‘The Flash’ se emite los viernes en TNT.
