Se te va a pasar… (Fuente: Amazon)
El realizador barcelonés Kike Maíllo alcanzó notoriedad a escala nacional en 2011 con EVA, un largometraje que le valió tres Goyas y algún que otro Gaudí más. Me gusta imaginar que, mientras celebraba su entrada arrolladora en el canon del cine patrio, champán por aquí y por allá, jamón y más jamón, “aquel parece Medem, ¿no?”, su cabeza estaba en otra cosa. En algo pequeño, pequeñísimo, pero de un magnetismo horroroso. Una serie de unos muñequitos sin nariz ni ojos que dirigía en aquella época, diseñada con cuatro rayajos y animada con menos aún. Los muñequitos, claro, no son Medem, que él tiene nariz y ojos y de todo, pero ganaron un premio Ondas, vivieron hasta las tres temporadas y siguen coleando hoy como la imagen de marca de una compañía telefónica. Ese algo pequeño, pequeñísimo, se llama Arròs covat (o Arroz pasado) y acaba de llegar a Amazon Prime Video.
Del tino y el talento para el ritmo de Maíllo, carne de la academia catalana ESCAC y responsable de la más reciente y corpulenta Toro, hay mucho en Arròs covat (que, por cierto, ya estaba y sigue estando disponible en Filmin), pero no dudo de que la abrumadora personalidad de la serie es mérito de otro: Juanjo Sáez, ilustrador trash al que Lowi debe los carismáticos personajillos que anuncian sus tarifas para móviles. Sáez, también barcelonés, es tan diseñador como historietista, dualidad que regala a la serie un andamio narrativo basado en inteligentísimas sucesiones de viñetas, encuadres y despieces. No en vano la serie, producida para TV3 entre 2009 y 2012, y reemitida también en TNT, se solidificó poco después de su estreno en un guion gráfico/cómic editado por Reservoir Books.
La obra de Sáez y Maíllo, aun rebosante de sátira insidiosa, no es tanto una burla de la escena alternativa de su ciudad natal como una crónica personalísima de la triste singladura de navegar esas aguas en busca de un espacio propio. En Arròs covat hay tanta mofa como fascinación por la Barcelona moderna, la de las vanguardias estéticas y la vida cultural al margen del mainstream madrileño, la de las extintas Rockdelux y GoMag, y Disco Exprés y Star antes que ellas, una ciudad huérfana, primero de Ocaña y ahora de Marsé. La Barcelona, también, de las escuelas de cine y los centres d’art i disseny.
El protagonista de la serie, Xavi Masdéu, trata de mantenerse a flote en un océano, el del ejercicio del diseño en la capital catalana, en el que una vez fue un corsario y ahora, maldito agravio comparativo, resulta más un boquerón. Por el camino, ya puestos, saca a relucir los trapos sucios de la Barna contemporánea y cool, alucinando atropellos y barrabasadas que, en ocasiones, responden más a la puesta en crisis de una juventud masculina frágil que al transcurrir natural del tiempo.
El refugio del azorado protagonista cuando arrecia la tempestad emocional que pone su vida del revés es también la piedra angular de la serie, que nunca es tan corrosiva como para dejar de divertir. Se trata de la tía Paquita, monigote fresco y adorable. De la costumbre de su sobrino, Xavi, de visitarla todos los jueves para comer arroz nace el divertido juego que da título a los episodios de la serie, uno por cada forma posible de cocinarlo. La otra gran virtud de Arròs covat es el chorro inagotable de cameos, urdidos a expensas de figuras como Joe Crepúsculo, Alejandro Jodorowsky, el atribulado cantautor Nacho Vegas o Marc Piñol, el autodenominado DJ de Mierda (héroe trágico y acatarrado perenne). ¿Y qué no pasa en Barcelona?
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