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Invaden la pantalla chica: pistas para entender el auge de las series chilenas

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‘Dignidad’, una coproducción entre Chile y Alemania. (Fuente: Story House)

En cuestión de meses, nuestras pantallas recibirán un buen puñado de series manufacturadas en Chile. Esas historias terminarán de confirmar un secreto a voces en la industria del país andino que se ha ido anunciando por goteo fuera de sus fronteras: que en el extranjero está la clave del éxito. A medida que envía a las ventanas de exhibición españolas productos apoyados con capital extranjero y de una factura apabullante, Chile prueba el acierto de una estrategia basada en las ayudas públicas, la coproducción internacional y la transformación de contenidos locales en objeto del apetito global.

El país latinoamericano, que ya había sido invitado de honor en la pasada edición de Conecta FICTION, el evento para profesionales de la industria audiovisual que se celebra en Navarra, ha tenido especial presencia en la cita de este año, como ya sucediera en la Berlinale en febrero. En un panel dedicado al país, nombres pujantes de las series chilenas han conversado sobre las bondades de su república como fuente de ficción para consumo internacional. Entre los ponentes estaban Constanza Arena y Ashley Salman, cabezas visibles de CinemaChile. Esta agencia, dependiente de la entidad ProChile y esta, a su vez, del Ministerio de Relaciones Exteriores, se encarga de promocionar el audiovisual local y sus oportunidades de coproducción por todo el globo, haciendo de Caronte del codiciado talento chileno.

A ellas se unieron creadores como Nicolás Acuña, de la casa Promocine y director en Inés del alma mía, la coproducción entre RTVE, Boomerang y Chilevisión que adapta la novela homónima de Isabel Allende y que protagonizan Elena Rivera y Eduardo Noriega; o María Elena Wood y Macarena Cardone, de la productora Invercine&Wood y responsables de Dignidad, un esfuerzo compartido con Alemania cuya emisión se espera en España, Dinamarca, República Checa y otros países de Centroeuropa a través de HBO.

También participaron en el panel Hernán Caffiero, representante de la recién nacida BTF Chile y autor de Una historia necesaria, la primera serie chilena en ganar un Emmy internacional; y Ángela Poblete, del esqueje televisivo de Fábula, la compañía fundada por los hermanos Larraín, sólidos referentes del cine chileno. Esta última firma ha estrenado este mes El presidente, una coproducción de dimensiones antes impensables con Amazon Studios y Gaumont, rodada entre Chile, Argentina y Estados Unidos y que Prime Video distribuye; y dejará ver pronto La jauría, una historia parcialmente inspirada en el caso español de la Manada en la que ha querido involucrarse la empresa británica Fremantle.

Nicolás Acuña regresará en septiembre a Pamplona para presentar y defender el primer episodio de Inés del alma mía. Mientras tanto, la tierra de Neruda, Donoso y Bolaño luce el galón de haber parido uno de los proyectos seleccionados para el escaparate privilegiado de la sección Pitch Copro Series (atrasada hasta septiembre). Vientos patagónicos es el título chileno finalista, una ficción a cargo de Invercine&Wood que cuenta la travesía de una periodista francesa por la Patagonia y que, diseñada desde el principio como una coproducción, viene a Navarra en busca de inversores. Esta serie en potencia, etiquetada como noir y western en su dosier de prensa, resume lo que Chile tiene que ofrecer al mundo: historias transnacionales, paisajes abrumadores, sensibilidad local y voluntad de exportación.

¿Por qué ahora?

El boom de las series chilenas no emergió de una ciénaga como el Barón de Münchhausen, tirándose de sus propios cabellos. Distintas piezas han ido encajando, con los años, en los lugares adecuados, dando lugar a una fiebre que no es más que el último clic de un montaje largo y con muchos actores involucrados. El momento en el que todo comenzó no está claro. “Narcos demostró que Latinoamérica tiene historias apasionantes de contar al mundo, un colorido, un sonido, una sensualidad y unas problemáticas que merecen ser atendidas”, apuesta Ángela Poblete, de Fábula.

Otro punto de inflexión, según ella, es una caída del interés de los canales nacionales: “Los espacios para la producción independiente quedaron relegados a franjas de bajo presupuesto que no resultan suficientes desde el punto de vista del negocio ni del alcance”. El flujo del dinero también ha cambiado, abriendo la puerta a fondos de inversión privados como Screen Capital, que nació el año pasado. El fondo, del que es socio Edgar Spielmann, ex-COO de Fox Networks Group Latin America, busca tender puentes entre los proyectos chilenos y los servicios de streaming, y tiene buena prensa entre los creadores de una industria que crece a buen ritmo. “Ayuda a fomentar la producción, la financiación y el capital de trabajo, que es algo imposible de conseguir en un banco normal”, valora Macarena Cardone, de Invercine&Wood.

‘Héroes invisibles’, coproducción Chile-Finlandia, se puede ver en Filmin. (Fuente: DIRAC)

Pero no han sido las plataformas las que han traído el hambre de coproducción a Chile. El sector público del país lleva tiempo espoleando este tipo de proyectos, principalmente a través del Consejo Nacional de Televisión (o CNTV) y sus ayudas. Este organismo, encargado de supervisar, regular y apoyar la creación televisiva, abrió el camino para las series a la pasarela del SANFIC (Santiago Festival Internacional de Cine), que desde el año pasado incluye en su programa el espacio SANFIC Series. Ahí debutó la coproducción Héroes Invisibles, un trabajo chileno al que se sumó una compañía finlandesa, estrenado en España en 2019 a través de Filmin.

Además de potencia financiera, las producciones al alimón permiten en su naturaleza la reconstrucción de una historia conjunta. Es el caso de la mencionada Héroes Invisibles, que se ocupa de la colaboración finlandesa en el refugio de chilenos huidos tras el golpe militar de 1973, pero también el de Dignidad, centrada en un misterioso culto alemán formado por un exmilitar nazi que se estableció en la colonia Villa Baviera, en Linares. La segunda, ideada como un producto local, dio un salto de presupuesto en mitad del desarrollo con la incorporación de las productoras germanas. Ambas series, como muchas de las mencionadas aquí, se acogieron a las ayudas que el CNTV ofrece a las coproducciones con el extranjero desde hace casi una década.

Las obras levantadas a cuatro manos entre una productora nacional y otra foránea han optado desde 2011 a una línea de subvención específica del Fondo CNTV. Según el organismo, a fecha de agosto de 2019 se habían dedicado a las coproducciones internacionales unos 2.500 millones de pesos chilenos (cerca de 3,2 millones de euros, al cambio de ese mismo momento). Los requisitos: apelar al público local además de tener potencial global, emitirse en la televisión chilena y extranjera en abierto y producirse en castellano o doblarse a esta lengua. Asimismo, la cuantía de la ayuda debía invertirse en Chile o en trabajadores y proveedores chilenos.

Gracias a una modificación de las bases introducida el año pasado, la coproducción internacional ha pasado a ser, a ojos del CNTV, una modalidad y no una línea de ayuda específica, por lo que los proyectos de esta naturaleza pueden optar ahora a todas las dotaciones ofrecidas. Así, una serie coproducida con otro país a partir de 2019 podría optar por separado, por ejemplo, a las subvenciones dedicadas a contenidos de ficción, a programas de procedencia regional y a programas orientados al público infantil.

Series más largas, variadas y periféricas

Desde este año, además, se amplían las temáticas valoradas a concurso, se establece una preferencia por proyectos gestados en la periferia de la oblonga geografía y se elimina la duración mínima de los capítulos. Sin embargo, en las nuevas bases persiste una constricción que mantiene las ayudas atadas a su boceto de 2011: la obligación de emitir en Chile sigue vigente, aunque a la cadena en abierto extranjera se hace referencia ahora como simplemente “entidad”. Sumada a la falta de transparencia en los criterios de valoración de los proyectos solicitantes (origen de la polémica surgida en 2016, cuando el concurso de ayudas para coproducción internacional fue declarado desierto pese a haber seis finalistas), esta limitación parece fastidiar a los creadores.

La productora María Graciela Severino declaró en el momento de la controversia por las ayudas desiertas que la colaboración internacional es “una de las mejores formas de financiar contenidos de calidad. […] Nos la jugamos a morir en los mercados tratando de posicionar nuestro país como un lugar apto para hacer coproducciones, por mostrar que acá hay talento”. La profesional opinaba también que era urgente crear fondos de producción enfocados antes en la industria que en el público: “Aunque la gente deje de ver televisión abierta, sigue viendo cable o Netflix”.

Puede que el interés por el talento cultivado al abrigo de la negrura moteada de Atacama que han demostrado recientemente plataformas como Amazon (protagonista de una ambiciosa campaña de promoción en Chile a finales de 2019) obedezca también a una cierta quiebra entre lo público y la comunidad creativa por la necesidad de emitir por las vías convencionales. Los contenidos originales para estos servicios, que firmas como Invercine&Wood aseguran que ya están desarrollando, no pasarían, claro, por la televisión lineal chilena, sino que irían directos a los catálogos bajo demanda. El ejemplo de El presidente es capital: la serie, una de las mayores producciones de la historia de Chile, fue recogida por Amazon después de presentarse al concurso del Fondo CNTV y perder.

TVE muestra las primeras imágenes de ‘Inés del alma mía’
La serie se ambienta en el siglo XVI y cuenta el apasionante viaje a América de una mujer españolafueradeseries.com

antonio

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