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‘Bruja Escarlata y Visión’ y la soledad del más listo de la clase

(Fuente: Disney+)

Creo que buena parte del problema que tiene la gente con las películas de Christopher Nolan –que catalogan como sobreexplicadas o para tontos– nace de creer que uno no está hoy ni ha estado nunca entre esos mismos tontos. Ese silogismo podría explicar también la última polémica a propósito de Bruja Escarlata y Visión, la serie de Marvel que emite semanalmente Disney+.

Al alambicado director de Origen y Tenet le suele ocurrir pasados apenas unos días del estreno de cada una de sus cintas. A Jac Schaeffer, la guionista de Viuda negra que se ha echado a la espalda la misión de traer de vuelta la sorpresa al Universo Cinematográfico de Marvel, le ha llevado casi un mes: a punto de cruzar el ecuador de la temporada, unas cuantas voces irritadas denunciaban el pasado fin de semana que, con su cuarto capítulo, Bruja Escarlata y Visión había desvelado el misterio que estaba construyendo alrededor de esa sitcom en la que los personajes de Elizabeth Olsen y Paul Bettany disfrutan de una vida extrañamente ordinaria.

En concreto, el episodio se llevaba el punto de vista fuera de la cotidianidad de clase media de Westview, el suburbio donde Wanda Maximoff y el androide Visión forman –y ensanchan– una familia, para dejarlo caer en el lado contrario, el de los agentes del orden que buscan restablecer el desequilibrio organizado por la pareja. Primero lo hacía en los ojos de Monica Rambeau, agente de S.W.O.R.D. recién devuelta del chasquido con el que Thanos pulverizara a la mitad del universo; después, en los de dos personajes reciclados: Darcy Lewis y Jimmy Woo.

En realidad, haríamos mejor en hablar de un cambio en la focalización, pues el volantazo de la serie no es solo una cuestión de perspectiva, sino del conocimiento desigual que el narrador y el espectador tienen sobre la historia. Así, quienes lamentan las revelaciones del último episodio estarán convencidos de que ahora saben todo lo que había por saber, hasta la última cosa que el narrador ocultaba a la vista de los demás y sobre la que se ha arrojado luz, y, por ende, ya no hay motivos para ver la serie.

Esto tiene poco sentido, porque a) aún quedan cinco capítulos en los que, se entiende, algo contarán; y b) los mayores interrogantes planteados en los tres cortes anteriores permanecen indescifrables. Ahora sabemos que Wanda ha creado una realidad según sus designios y que S.W.O.R.D. la mira, pero ¿qué resultará de esa ecuación? Lo bueno de las revelaciones –se hagan en el instante preciso o a destiempo– es que tienen carácter retroactivo: solo pueden enunciar en pasado. Una vez hecho el spoiler, todo lo que venga detrás será novedoso.

Puesto que la decepción siempre es afluente de los ríos de expectativas equivocadas, queda por discernir cuál ha sido el fallo hermenéutico, es decir, el acomodador despistado que ha predispuesto a la audiencia en la actitud que no tocaba. Si se deberá a la confusión genérica de los primeros episodios, al desajuste que provocan los ritmos semanales en un mundo de atracones como el del streaming o al espectro de propuestas recientes con ciertas similitudes, como Watchmen, se lo dejo a otros analistas. Lo importante aquí, creo, es reivindicar la exposición como herramienta más que válida.

El guionista Manuel Matji (Los santos inocentes) ha planteado alguna vez la idea del mapa de la India, extrapolada del viejo cine de aventuras como ese momento de una trama en el que la acción se detiene para que los personajes se expliquen entre ellos, y, de forma velada, también al espectador, las líneas básicas de la peripecia: dónde estamos, a dónde nos dirigimos y qué camino tomaremos. Se distinguen los buenos libretos por cómo se las arreglan para colar un recurso así en medio del relato sin que decaiga el ritmo.

Lo que puede que muchos hayan tomado por el particular mapa de la India de Bruja Escarlata y Visión –toda la macrosecuencia en la que los agentes de la ley van poniendo por palabras lo que nosotros llevábamos intuyendo 20 días– a mí me parece más una reverencia al espectador. Una imagen especular gracias a la cual tú, yo y todos los que seguimos la serie podemos descansar algo de peso sobre las espaldas de Darcy Lewis y Jimmy Woo. En lugar de ofrecer salmodias explicativas, la pareja de investigadores nos ha tomado el relevo como fans descolocados que miran a Wanda y Visión desde sus propios televisores y anotan teorías disparatadas en sus propias pizarras.

La exposición no es nociva por defecto. Si se hace a través de una pirueta metatextual como la de la serie de Disney+, habrá quien pueda verla incluso más cercana a un acto de comunión, un gesto de simpatía cómplice o un abrazo seriéfilo. Pero muchas mentes, educadas como nos educan a todos en el bifronte del que gana y los que pierden, se atrancan y colapsan ante rituales como estos, que exigen esperar, confiar y repartir. El disfrute común, tan ligado a los fenómenos de masas, no suele estar a la altura de las briznas de hierba que descuellan, ya sea por la indignidad que encuentran en seguir a la muchedumbre o porque esconden unos fabulosos poderes adivinatorios. Allá ellos: no hay más que soledad para el listo de la clase.

‘Bruja Escarlata y Visión’ se emite los viernes en Disney+.

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