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Crítica: ‘El Ministerio del Tiempo’ 3×07 — ‘Tiempo de censura’

Nacho Fresneda, Hugo Silva y Carlos Areces. (Fuente: Tamara Arranz/TVE)

Las deudas del alma nunca se acaban de pagar. Rubén Blades presta el leit motiv del capítulo con el que la tercera temporada de El Ministerio del Tiempo vuelve a La 1, tras un parón veraniego en el que la patrulla ha perdido una integrante (Amelia) y ha ganado una colaboradora que lleva un equipaje a cuestas aún más complicado (Lola), y con un episodio que vuelve a bañarse en guiños a la historia del cine español.

Si en el primer capítulo de la temporada era la proyección de Vértigo en el Festival de San Sebastián, y la integridad de Alfred Hitchcock, lo que había que preservarse, aquí es la participación de Viridiana, de Luis Buñuel, en el Festival de Cannes de 1961. Y ya tenemos la excusa perfecta para tener una misión trufada de homenajes al cine español de la época. Y para construir la trama sobre dos centros emocionales: Irene, en su intento de saldar deudas con su pasado, y Lola, que tiene afrontar ciertas cosas sobre su futuro.

Este Tiempo de censura integra bastante bien el lado más ligero de los engaños a la censura franquista para que Viridiana saliera de España con el aspecto más serio de la investigación de Salvador de las actividades de, en este caso, el Ángel Exterminador, la secta absolutista que está detrás de las dificultades de esta misión.

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A partir de este punto habrá spoilers del episodio 3×07 de ‘El Ministerio del Tiempo’

Hasta ahora, el Ministerio siempre ha ido por detrás de lo que traman ambas sectas enfrentadas. Se encuentra con el follón después de que ha sido creado. Ahora, al menos, Salvador ha conseguido una posibilidad de igualar la contienda al obtener una copia sin dañar del Libro de las Puertas, pero para hacerlo ha vuelto a mostrar su lado más frío, el de subsecretario de la institución.

Sabemos que Salvador puede dejarse llevar por el sentimentalismo, que todo lo que está haciendo por Lola está motivado por un enorme sentimiento de culpa, pero también hemos visto muchas otras veces que es capaz de separar su corazón de su cabeza y su deber. A veces, hasta el punto de hacer daño a los que le rodean, que en este caso es una Lola que todavía está encontrando su sitio en el Ministerio y en el siglo XXI.

Lola y Ernesto. (Fuente: Tamara Arranz/TVE)

Es interesante cómo, tras la marcha de Julián, el centro emocional de la serie ha girado más hacia las mujeres. Primero estuvo en Amelia y en las difíciles decisiones que debía tomar, y ahora se sitúa en Lola y, en este episodio, en Irene. De hecho, Lola vive aquí una mezcla de cosas que les han pasado a Alonso y a la propia Amelia.

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Por un lado, se sorprende de encontrarse a madrileños de origen asiático o africano por la calle, y por el otro, se da de bruces con su propia hija. Pero con su hija ya adulta, con edad de ser su abuela. Salvador no se lo está poniendo nada fácil para que, de verdad, tenga una nueva oportunidad, una segunda vida. Aunque la frase de Ernesto de que se ha abierto la puerta a una línea temporal paralela puede augurar nuevos problemas más adelante.

Mientras Macarena García se gana el puesto en la patrulla, ésta viaja a 1961 a impulsar la proyección de Viridiana en el Festival de Cannes. De la polémica posterior se puede leer en bastantes sitios, y lo que resulta simpático es ver cómo El Ministerio del Tiempo dramatiza la salida clandestina de la película de España, que sí ocurrió. Y cómo aprovecha la trama para trufarla de guiños al cine de la época, muchos concentrados en Pitaluga, el personaje al que interpreta Carlos Areces.

Este censor se mueve sólo por dinero. Tiene otros dos trabajos de vendedor puerta por puerta para completar su sueldo y para cumplir su sueño de comprarse un piso en Manoteras con su novia, Maruchi. Los ecos del José Luis López Vázquez de Atraco a las tres y El pisito están por todas partes, y Areces se desenvuelve perfectamente en ese personaje que puede ser más papista que el Papa si con eso puede hacer su vida sin preocupaciones.

Irene Larra se enfrenta a su pasado. (Fuente: Tamara Arranz/TVE)

El hermano de Luis Miguel Dominguín, el ambiente de la burocracia franquista, las dudas de Buñuel sobre si conoce a Alonso de algo… Todo eso resulta muy entretenido, pero lo interesante de la trama está en el regreso de Irene a su época, a una época en la que estaba casada con un marido que la trataba como a una propiedad, con una familia para la que era una desgracia por ser lesbiana y con unas circunstancias a cuestas que la llevaron a contemplar el suicidio.

Irene tiene que saldar cuentas (muy bien mostrado, por ejemplo, su recuerdo inicial de la mezquindad y crueldad de su marido, un Diego Martín muy en su papel), pero esas cuentas no pueden cerrarse. Son cuentas del corazón. Al menos, logra reconciliarse con su padre porque él respeta su sentido de hacer lo correcto, pero su intento por resolver su pasado estaba destinado a fracasar. Eso sí, le da la oportunidad a Cayetana Guillén Cuervo de hacer algo más que entrar en las misiones a última hora para salvarlas.

El regreso de la tercera temporada ha sido realmente entretenido, con un equilibrio bien llevado con las tramas emocionales de Lola e Irene. La primera, desde luego, está desarrollándose de un modo bastante interesante y lo suficientemente distinto de los dilemas que habían tenido Julián, Alonso o Amelia en su momento. Y, de paso, hemos visto el rostro del líder del Ángel Exterminador. ¿Apostamos algo a que es un viejo conocido de Salvador?

Notas al margen

  • Los detalles cinematográficos están por todas partes en este episodio, desde que Pacino pretende intercambiar a los censores Viridiana por una versión de Star Wars en la que Darth Vader tenga acento ruso, hasta las menciones de los productores David O. Selznick (una leyenda del Hollywood clásico) y Samuel Bronston, que se trajo a España superproducciones como Doctor Zhivago o La caída del Imperio romano.
  • Entre esos guiños, hay tres en Pitaluga muy curiosos. Cuenta que se alistó en la División Azul, los soldados “voluntarios” que Franco envió a ayudar al ejército alemán en el frente ruso en la Segunda Guerra Mundial, para evitar problemas a su familia con el Régimen, algo que vivió Luis García Berlanga. También dice que ganó un dinerillo yendo a un programa de radio vestido de esquimal, que es una trama extraída de Historias de la radio, y pronuncia uno de los diálogos más conocidos de Atraco a las tres: “un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”.
  • Como detalle curioso, El ángel exterminador no sólo es el nombre de esa secta absolutista, sino que también es el título de una de las películas que Luis Buñuel hizo en México. Se centra en una cena de burgueses que va degenerando porque ninguno de ellos puede salir del salón donde se celebra.
  • La historia de Uninci, la productora de Domingo Dominguín y Juan Antonio Bardem, está repleta de peripecias para sortear a la censura. Esas mismas peripecias la forzaron al final a cerrar.

Todas las críticas de la tercera temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’

‘El Ministerio del Tiempo’ se emite los lunes, a las 22:40, en La 1.

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