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Crítica: ’30 monedas’ 1×06 — ‘Guerra santa’

(Fuente: HBO España)

Pues sí, ya solo restan dos capítulos y nuestros héroes (o antihéroes, según miremos) asisten al prólogo del final de su viaje. Después de seis entregas, las tribulaciones de Vergara, Elena y Paco no han hecho más que empezar porque, y el título no engaña a nadie, el tercer acto, el final de la traca castellana, acaba de comenzar. Las aristas, que algunas quedaban, de ciertos personajes se van perfilando; a veces abruptamente, a veces con sutilidad, pero tal recurso se debe a la historia. Historia, por otra parte, que pide y necesita una explosión de júbilo (que no jubileo, permítanme el chiste) donde Pedraza, como no podía ser de otro modo, será el epicentro de una guerra entre el bien y el mal. Los héroes vuelven al punto de partida o, como tantas y tantas veces señaló el bueno de Joseph Campbell, regresan a casa transformados.

Cada protagonista, a su manera, huye de su destino; Paco, después de un mitin electoral de andar por casa, baile regional incluido, se enfrenta a Merche. Por primera vez, la sinceridad alimenta su discusión: un reproche sobre su descendencia, una alusión a Elena, una reflexión sobre los inconvenientes de un amor pasajero o de un matrimonio plagado de pragmatismo dan con los huesos de Paco en la pensión del pueblo. Elena retoma la “normalidad” con Roque en París; ella descansa por fin, ajena a la sorpresa que le depara la ciudad de las luces. Vergara, por su parte, huye a Alepo, Siria, para eludir la persecución cainita, por un lado, pero también para expiar su culpa ayudando a los damnificados por la guerra civil siria.

Una llamada de teléfono al móvil de Vergara se convierte en el detonante que nos coloca en el disparadero. Elena aparece la pantalla, pero en realidad es Santoro que, usando un conjuro, se hace pasar por ella para averiguar dónde está la trigésima moneda. Y es que los cainitas, como ya imaginábamos, tienen las restantes veintinueve. Una experiencia onírica compartida a través de un sueño desvela a Vergara y Elena separados por miles de kilómetros. Un encuentro en una Pedraza fantasmagórica revela cuál es la situación de la moneda para Vergara; para Elena, sin embargo, la vida sigue. En la otra Pedraza, la real, la llegada de dos agentes de la Secretaría de Seguridad encabezada por Salcedo (Nuria González) coge a Laguna desprevenido. En Madrid están muy preocupados por el cúmulo de sucesos que han vivido en apenas unos meses y comienzan la investigación por Jesús que no puede digerir que un hombre que mató por accidente haya regresado de entre los muertos.

(Fuente: HBO España)

Desde este momento, la narración adquiere un ritmo pausado pero muy sólido. Vergara es capturado por el ISIS, dejado en un zulo donde debate, consigo mismo, y con uno de sus captores entre la fe y la verdad, entre la huida y el deber. Paco se debate entre lo que quiere, lo que debe y lo que es mejor para todos (excluyéndose a sí mismo), y Elena que parece haber recuperado cierta felicidad, disfruta de una cena romántica con Roque. Y es cuando Lagrange entra en juego de nuevo con su colgante maldito. Tomando a un anciano como sectario involuntario, le coloca el colgante y le dirige contra Elena y Roque pues este, sin comerlo ni beberlo, ha recuperado la moneda y se la ofrece e Elena como detalle cariñoso (“la moneda volverá a ella”). En Pedraza, mientras tanto, Antonio vuelve a despertar y grita en mitad de la noche que el nuevo sacerdote está a punto de llegar. Las agentes de seguridad lo acompañan y, en la penumbra de la oscuridad, llega caminando Angelo…

El capítulo sexto nos invita una vez más a degustar las referencias. Propias y ajenas. Así, las tres vecinas cotillas del pueblo, propias de un rellano sacadas de La Comunidad, cuando en la experiencia onírica charlan con Vergara en la carnicería, o cuando, en la Pedraza real, debaten con Merche sobre Paco. El perfil de Vergara se antoja parecidísimo al rol del padre Marcus Keane (Ben Daniels) en la serie The Exorcist; o el propio final del capítulo cuando Angelo, cual padre Merrin del clásico de William Friedkin, llega a Pedraza.

Los dos últimos capítulos dejan entrever un final espectacular. Uno de los bandos ya ha llegado a Pedraza y el otro está a punto de reunirse de nuevo. Luego tengo la sensación de que ambos episodios serán parte de uno solo y que este sexto ha sido otro más de transición, tan necesario, para degustar esa guerra anunciada que queremos degustar.

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