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Crítica: ‘Alta mar’ es exactamente lo que parece

(Fuente: Manuel Fernández Valdés/Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘Alta mar’ y no contiene spoilers.

Hay un tipo de serie que en la productora Bambú pueden hacer ya con los ojos cerrados; los dramas de época con una historia de amor complicada, algún misterio y un reparto coral que se mueve por un escenario muy representativo. Ese podía ser un hotel a principios del siglo XX, unas galerías comerciales en los 50, la Telefónica de finales de los años 20 o hasta un hospital militar en plena guerra de África. A esa colección se añade ahora un transatlántico de lujo en la década de los 40 y algunos toques de Agatha Christie.

Las hermanas Eva (Ivana Baquero) y Carolina (Alejandra Onieva) se embarcan en el Bárbara de Braganza para empezar una nueva vida. Carolina va a casarse con uno de los directivos de la naviera (Eloy Azorín) y ambas viajan con su tío (José Sacristán) y sus dos criadas (Chiqui Fernández y Begoña Vargas) a Río de Janeiro. El periplo, sin embargo, empieza ya accidentado porque ambas ayudan a una mujer que escapa de una muerte segura, o eso afirma. A partir de ahí, las dos se verán ante una sucesión de intrigas para las que, quizás, no estaban demasiado preparadas.

La apuesta por el misterio es lo más destacado de Alta mar. En su arranque, parece como si Netflix hubiese querido tener su propia versión de Muerte en el Nilo (la película con Peter Ustinov y Angela Lansbury, más que el libro de Agatha Christie) con personajes peculiares, toques de humor y muertes inexplicables. Todo en un clásico problema del cuarto cerrado porque de ese barco en plena travesía no ha podido bajar, ni subir, nadie desde que zarpó.

La cuestión es que Alta mar es exactamente lo que parece desde que comienza su primer capítulo. El apuesto oficial (Jon Kortajarena) va a causar tensión entre las hermanas, el capitán (Eduardo Blanco) tiene evidentemente un secreto, entre los pasajeros de primera clase y los de tercera habrá sus tira y afloja… Si hemos visto algo de Las chicas del cable, mismamente, entrar en el Bárbara de Braganza será recibir una reconfortante sensación de que sabes dónde estas yendo y lo que te van a ofrecer.

Hay algunos aspectos de la serie, que probablemente, irán puliéndose según avancen sus primeros ocho episodios. Algunos personajes, por ejemplo, se presentan en un tono abiertamente humorístico que no termina de encajar bien con el resto y Eva y Carolina han de adquirir más matices en su relación y, sobre todo, en la dinámica con sus dos doncellas (Chiqui Fernández se pasa todo el primer capítulo recordando físicamente a la señora Danvers de Rebeca).

Quienes busquen engancharse a la nueva Gran Hotel (la original, no el remake loco que va a hacer ABC en Estados Unidos) tienen en Alta mar la opción perfecta.

La primera temporada de ‘Alta mar’ está disponible en Netflix.

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