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Crítica: ‘Chimerica’, una de “fake news”

Alessandro Nivola y Cherry Jones, dos de los protagonistas de ‘Chimerica’. (Fuente: Playground & All3Media)

Esta crítica se ha escrito tras ver la miniserie completa de ‘Chimerica’ y no contiene spoilers.

Si tuviera que hacer un top (eso que tanto nos gusta en Fuera de Series) de las imágenes más icónicas o recordadas del siglo pasado, aquellas que tuvieron un especial significado y trascendencia y que se encastraron para siempre en mi memoria, una de ellas, sin duda, sería la del hombre del tanque en la plaza de Tiananmen (Pekín) en 1989. El cinco de junio de ese año, un día después de las manifestaciones estudiantiles repelidas a disparos por las autoridades chinas, un hombre asiste a un desfile militar en la avenida de la Paz Eterna (coña tiene la cosa).

De repente, sale a la calzada y se planta frente a una fila de carros de combate “armado” con dos bolsas de plástico. Desafía (nadie sabe a ciencia cierta qué dijo) al primer tanque quedándose quieto, el tanque se detiene frente a él e intenta esquivarlo y el joven vuelve a interponerse en su camino deteniendo la fila. Unos segundos después, varios civiles salen a la calzada y logran sacarlo de allí. ¿Quién fue aquél héroe que enmudeció al mundo?

Chimerica (acrónimo de China y América) es una miniserie de cuatro capítulos producida por Channel 4 y que Filmin estrena en exclusiva en España. Dirigida por Michael Keillor (Critical, Line of Duty) y escrita por Lucy Kirkwood (adaptación de su homónima obra teatral), Chimerica nos propone un viaje para encontrar al misterioso hombre que protagonizó el famoso suceso en la plaza de Tiananamen, justo ahora cuando se cumplen 30 años. La miniserie está protagonizada por Alessandro Nívola (Lee Berger), Cherry Jones (Mel Kincald), Sophie Okonedo (Tessa Kendrick) y F. Murray Abraham (Frank Sams).

(Fuente: Playground & All3Media)

Situémonos: Junio de 1989, plaza de Tiananmen. Un jovencísimo Lee Berger asiste desde la habitación de su hotel a la interrupción del desfile militar por parte de un anónimo joven. Berger logra fotografiar el suceso, pero una redada policial irrumpe en su habitación poco después de que logre esconder el material en el depósito del agua del wáter. Afortunadamente, algo sucede que obliga a los policías chinos a interrumpir el registro y abandonan la habitación. La foto se publica y da la vuelta al mundo.

Año 2016. Lee Berger lleva toda la vida como fotógrafo de guerra cubriendo conflictos por todo el mundo. El paso del tiempo ha desembocado en un desencanto personal y profesional que deriva en una gravísima acusación: el trucaje de una foto realizada durante la guerra en Siria. Lo que se preveía como un Pulitzer se acaba convirtiendo en un despido (impagable F. Murray Abraham como su editor). Paralelamente, Estados Unidos se debate entre otro Clinton en la Casa Blanca (Hillary) o el inefable Trump. Un halo de sospecha se cierne sobre la campaña de Trump: las archifamosas fake news.

Berger se enfrenta a una encrucijada moral. Por un lado, su carrera se ha desplomado, ha perdido toda credibilidad; y por otro, el sistema en el que cree, aquél en el que se ha cimentado su propia carrera a través de la verdad (del periodismo) se está colando por el sumidero sin remisión con la campaña de Donald Trump y su influencia en la opinión pública. Berger quiere enmendarse y para ello decide buscar al hombre que fotografió siendo joven: al misterioso y anónimo hombre del tanque. Apoyado por su compañera Kincaid (la siempre solvente Mrs. Jones) y el propio Sams, Berger viaja a China para cumplir con su conciencia, su verdadero objetivo.

La miniserie, a primera vista, explora un drama inteligente con tintes políticos, usando como detonante la búsqueda del misterioso y desafiante joven de las bolsas. Pero a medida que te adentras en él, descubres que transita a un estadio más enrevesado, actual y delicado: distinguir entre la verdad y la falacia en el mundo de la información. La narración juega a veces con la solemnidad y a veces con la ironía (impagable el momento Trump en una entrevista), colocando sobre el tablero el ya viejo conflicto de la información al servicio del poder. Desde China a Estados Unidos y viceversa, después de 30 años, las cosas no han cambiado.

Chimerica no está diseñada, a mi juicio, para cualquier paladar. Tiene tramos confusos y desordenados que exigen paciencia, tramas personales que prevalecen en demasía sobre la principal y que despistan a ratos, y un montaje que denota, al menos en apariencia, premura. No obstante, el esqueleto de la historia, su apuesta por la “denuncia” y la ya instalada corriente de las fake news en nuestro día a día, consigue seducir lo suficiente para desentrañar algo que a todos nos “mosquea”: ¿Cómo sabemos quién nos dice la verdad?

‘Chimerica’ está disponible completa en Filmin.

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