Crítica: ‘El descubrimiento de las brujas’ aporta su propia visión de seres mágicos

por Maritxu Olazabal6 de noviembre de 2018

Los protagonistas, Matthew Clairmon (Matthew Goode) y Diana Bishop (Teresa Palmer). (Fuente: Sky)

Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘El descubrimiento de las brujas’ y no contiene spoilers.

Este otoño ha venido cargado de series con presencia de brujas. Tras unos años en los que parecía que los seres mágicos estaban pasando por horas bajas, nos vemos rodeados de títulos que recuperan no sólo el papel de la bruja, sino también el de otro tipo de seres. La última en llegar ha sido El descubrimiento de las brujas, la apuesta de Sky que se presenta esta noche en su catálogo de VOD.

La serie, rodada entre Inglaterra, Italia y Francia, está basada en la trilogía de Deborah Harkness, lo que nos permite hacernos una idea de por dónde va a seguir la trama, si se mantiene fiel al relato escrito. Cuenta la historia de Diana Bishop, una joven bruja que ha negado siempre sus poderes hasta verse superada por ellos, y por un sorprendente descubrimiento durante su investigación alrededor del mundo de la alquimia.

La presencia académica es constante durante, al menos, los tres primeros episodios, dándose gran parte de las situaciones en Oxford, y no podría estar explotada de mejor forma. El mundo de la brujería, y de los seres mágicos en general, está envuelto de una presencia de misticismo, libros antiguos y tradición que consigue captar perfectamente. En ese sentido, la serie ha encontrado un entorno maravilloso. Las imágenes tanto de la ciudad como del entorno universitario son simplemente envidiables, haciéndote desear recorrer esas calles y envolverte de un mundo semejante tan solo por el placer de rodearte de semejantes bibliotecas y edificios.

Los lugares escogidos no podrían haber sido mejores. No son simples escenarios, heredan la larga historia arquitectónica europea de la mejor forma, dotando a la serie de un aroma que te atrapa completamente. El lugar (los lugares, más bien) son un personaje más, y no se les puede poner un pero.

De hecho, la estética en general está muy cuidada. Es una serie grabada con cariño en donde los gestos, las respiraciones y el ritmo de las cámaras acompañan perfectamente a la escena, lo que genera un entorno que, sin grandes necesidades de histerias, introduce al espectador en la historia desde el minuto cero.

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La historia, a su vez, es potente. Compagina ciertos prejuicios que arrastran tanto las brujas, como los vampiros o los daimones y juega con ellos con cierta habilidad. Pero, a su vez, les da una pátina de modernidad que no desencaja y que promete tener una historia propia que contar en una temática explotada hasta la saciedad.

El descubrimiento de las brujas es, pues, una apuesta interesante, hecha para aquellos que están dispuestos a abrazar la premisa y que se mueve entre la pátina antigua que te da el universo fantástico y la necesaria modernización de sus especies.

Y si eso fuera todo lo que presenta la serie aquí acabaría casi toda justificación; el riesgo es que va más allá.

Fuente: Sky

Junto a Diana Bishop está Matthew Clairmont, un veterano vampiro que arrastra más de un milenio de vida. Matthew Goode, el actor que se esconde tras el personaje, le ha dado una mirada algo loca, de poco parpadeo y rictus congelado que le da un aire incómodo perfecto. Logra mantenerse al filo de la pérdida de control ante una bruja a la que desea sin ocultamientos.

Pero, si bien la evidente tensión de ambos le da un toque interesante, tiene el riesgo de fagocitar una historia con posibilidades, tal y como ya sucede en su original literario, devolviéndonos al abismo de cierta saga vampiresca que exprimió el género hasta agotarlo.

Pese a que series como Crónicas Vampíricas (o su propia secuela, Los Originales) volvían al amor entre criaturas mágicas, lo hacía con una personalidad propia y una falta de complejos que no resultaban incómodos. Quizás entonces restaba interés para parte de su público, pero lo despertaba para otra buena parte, en especial el tipo de audiencia que sigue producciones de corte adolescente. En este caso, en cambio, no arranca así y muestra unas posibilidades por contar una historia algo distinta que resultan muy estimulante y que va de la mano de una decepción mayor cuando uno se da cuenta de que se encuentra en una historia más de amor entre brujas y vampiros.

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Pese a esto, el que su primera temporada esté compuesta por únicamente ocho episodios, y los tres primeros logren aguantar con un ritmo ágil y curioso, hace que me parezca una digna propuesta. Con ciertas prudencias y entendiendo que sus espectadores deben querer abrazar el mundo de la fantasía, pero es una propuesta curiosa, bonita y que tiene ante sí posibilidades de aportar algo al mundo de las brujas que todo lo arbitran.