Scottie Pippen y Michael Jordan, la columna vertebral de los Bulls. (Fuente: Andy Hayt)
Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘El último baile’ y no contiene spoilers.
Los Chicago Bulls de la segunda mitad de los 90 fueron uno de los mejores equipos deportivos de la historia. En la NBA, por lo menos, sólo los Golden State Warriors de 2014–18 se les acercan. De aquel equipo, de su segundo threepeat (tres anillos consecutivos) en diez años, de la fama planetaria de Michael Jordan y de la presión por jugar a su lado se ha escrito y hablado mucho, pero no se había visto nada como este El último baile que acaba de estrenar Netflix en colaboración con ESPN.
Para empezar, al principio de la temporada 1997/98, la del sexto campeonato, los Bulls permitieron que un equipo de rodaje siguiera a la plantilla desde la pretemporada hasta las Finales. Grabaron horas y horas de metraje de charla de vestuario y entrenamientos, pero se quedaron en nevera durante casi dos décadas, hasta que el director Jason Hehir puso en marcha esta docuserie de diez capítulos que va mucho más allá de los superficiales documentales que la NBA suele hacer repasando la campaña de cada equipo campeón.
No es solo el acceso casi ilimitado de las imágenes de archivo, sino la manera en la que El último baile cuenta su historia, tirando de los resortes de la ficción para construir al “villano” (Jerry Krause, general manager de los Bulls), para darle matices a su gran estrella (la competitividad extrema de Jordan, que llevaba a que fuera un tirano con sus compañeros), para crear un obstáculo inicial en los problemas de Scottie Pippen con la directiva… El segundo capítulo hasta acaba en un cliffhanger que, si desconocemos cómo continúa todo, es realmente dramático.
Son las personalidades en el equipo lo que más interesa a la serie (y eso que Dennis Rodman aún no ha asomado la cabeza). Cómo se gestionan todos esos egos para encaminarse a un objetivo común siendo conscientes, además, de que es la última vez que van a estar todos juntos, es lo que constituye el centro de El último baile.
Evidentemente, la figura de Michael Jordan se adueña de buena parte del arranque doble de la serie. La historia de la temporada se entrelaza con los caminos previos del número 23 y de Pippen hasta ser drafteados por Chicago, caminos que explican, por ejemplo, por qué Jordan tiraba siempre del equipo cuando presentía que faltaba hambre por ganar, o las razones detrás de que Pippen no se sintiera valorado por la organización. Las hazañas deportivas tienen más peso si se cuenta lo que hay detrás de ellas.
Eso, además, es una de las marcas de la casa de los documentales producidos por ESPN, especialmente los centrados en el baloncesto. El propio Jason Hehir dirigió uno, The Fab Five, sobre el equipo de la universidad de Michigan de principios de los 90 que revolucionó completamente el baloncesto, y que se centraba más en la respuesta social a sus logros y su manera de jugar. El último baile busca ir más allá, que es lo que puede hacerlo atractivo también para espectadores que nunca hayan estado interesados en la NBA.
Porque sus personajes tienen todos un rol que cumplir, igual que si fueran los protagonistas de cualquier serie de ficción. Tenemos flashbacks, cliffhangers, enfrentamientos que se van sembrando poco a poco, pugnas por el poder (que en este caso es quién lleva la voz cantante en el vestuario), la construcción del personaje central y las dificultades que le van a surgir para alcanzar sus propósitos… Pueden ser tanto los Chicago Bulls como la agencia Sterling & Cooper.
Rodaje de ‘El último baile’. (Fuente: Jon Roche/Netflix)
En Estados Unidos, el estreno de la docuserie en ESPN ha sido un fenómeno de audiencia, probablemente impulsado por la falta de deportes en directo. Ha superado al que hasta ahora era su joya de la corona en este género, O.J.: Made in America, una serie que mezclaba la faceta de estrella deportiva de O.J. Simpson con el lado de true crime del asesinato de su ex mujer y el caldo de cultivo social en el que ocurrió todo.
El último baile se centra narrativamente en lo deportivo, pero se cuelan también ciertos comentarios a la manera de operar de las grandes empresas (las franquicias deportivas estadounidenses funcionan así, sobre todo cuando ganan muchos títulos) y hasta a la cultura de las celebrities, todavía en su infancia en 1997. Aquellos Bulls no sólo estaban buscando la grandeza; pretendían demostrar que tenían aún algo que decir, que su dinastía no se había acabado aún y que no iban a dejar que nadie les faltara al respeto.
Eso sí, el puro y el whisky presentes en las entrevistas a cámara de Jordan demuestran quién era realmente el jefe allí.
‘El último baile’ está disponible todos los lunes en Netflix.
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