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Crítica: ‘Line of duty’ confía demasiado en el golpe de efecto en la temporada 5

Ted Hastings ha sido el gran protagonista de la temporada. (Fuente: Movistar+)

Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada 5 completa de ‘Line of duty’.

La temporada 5 de Line of duty es, en cierta medida, la culminación de todo lo que Jed Mercurio ha estado urdiendo desde el ya lejano 2012, cuando se estrenó la primera. La investigación en si Tony Gates, el policía más condecorado de Birmingham, estaba relacionado con el crimen organizado ha acabado teniendo unas ramificaciones que se han dejado notar en la quinta y que han construido la tela de araña en la que se quería atrapar a uno de los protagonistas, el superintendente de AC-12, Ted Hastings.

Hastings (Adrian Dunbar) ha sido el centro alrededor del que ha girado en realidad la historia. Sí, Arnott (Martin Compston) y Fleming (Vicky McClure) intentan averiguar si John Corbett (Stephen Graham), un policía infiltrado en una banda criminal, ha cometido algún delito apartándose de su misión, pero acaban metidos en una carrera contrarreloj por impedir que su jefe sea acusado de ser H, el misterioso cabecilla de la red de policías corruptos que trabaja codo con codo con dicha banda.

Esa trama proporciona tensión a raudales gracias a esos interrogatorios marca de la casa, esta vez con Anna Maxwell Martin sumándose a la fiesta como esa superintendente de anticorrupción que nunca levanta la voz y que está empeñada en demostrar que ha atrapado al escurridizo H, aunque para ello considere incriminatorias coincidencias que pueden explicarse de otras maneras. Manteniendo siempre esas aburridas reglas y términos para preguntar al sospechoso y enseñar pruebas, Line of duty logra que sus mayores fuegos artificiales vengan de la partida de ajedrez que se desarrolla entre el interrogador y el interrogado.

Sin embargo, ese interrogatorio final también exhibe uno de los grandes riesgos que persiguen siempre a este tipo de historias, que es la tentación de sorprender a los espectadores tirando de golpes de efecto. Hastings parecía atrapado, tanto por sus propios deslices como por la trampa que le tiende la banda, y la revelación final de que es Gill (Polly Walker), la consultora legal del departamento y amante ocasional de Hastings, quien ha estado moviendo los hilos en la sombra llega de una manera que emborrona todo lo construido hasta ese momento.

Lisa y John son dos interesantes personajes. (Fuente: Movistar+)

Porque la temporada 5 de Line of duty ha mantenido hasta ese giro final el nivel al que nos tiene acostumbrados. Entre los policías constreñidos por todas las regulaciones que marcan su día a día y la fe ciega de Corbett en que va a conseguir averiguar quién es H, los habituales dilemas éticos de la serie hasta traen de vuelta viejos fantasmas de la actuación de la policía británica en Irlanda del Norte. Corbett, además, nos permite conocer a un personaje que apuntaba mucho más de lo que luego hemos visto, Lisa McGee (Rochenda Sandall), su segunda al mando.

Las propias dudas de Lisa sobre el uso de la violencia o sobre que la banda se dedique también a la prostitución y el tráfico de personas pintaban a alguien que afrontaba dilemas éticos desde el lado de los “malos”, alguien que tenía que afianzar como fuera su posición de mando porque era la única mujer, y lo hacía tirando más de cerebro que de fuerza bruta. No necesita que nadie le confirme que Corbett es un policía infiltrado porque sospecha que es un traidor mucho antes, y también sabe cuándo la lealtad tiene un límite.

El dúo que forman la pensativa Lisa y el impetuoso John (un Stephen Graham totalmente en su papel) es de las mejores cosas del inicio de la temporada. Nos hace dudar de que la policía infiltrada es ella. Después, descubrimos que Corbett sufre del mismo defecto que la inspectora Carmichael: creen estar en posesión de la verdad y todo lo que descubren les reafirma en ello, aunque en realidad tenga poco que ver. Esa tozudez es la que acaba llevando a Corbett a la muerte.

(Fuente: Movistar+)

También Hastings acaba cayendo en la trampa que le tiende la banda por lo mismo, por su creencia ciega en que sólo él puede evitar que AC-12 sea el chivo expiatorio, de cara a la opinión pública, de la incapacidad general del sistema por erradicar la corrupción en el departamento. Porque lo que Line of duty muestra es que es una guerra que es imposible ganar, es una hidra a la que le salen nuevas cabezas según cortas las antiguas.

Estar sujetos a unas normas estrictas, a la política del cuerpo para lograr ascensos o impedir ser degradado, ser esclavos de la imagen que se presenta a los medios… Todo eso crea un caldo de cultivo en el que un policía que cometa un error es vulnerable de caer en las redes del crimen organizado, que le promete que pagará sus deudas de juego, le ayudará a recuperar aquella nefasta inversión inmobiliaria que le costó su matrimonio o le asegura que evitará que su primo cabeza loca acabe en la cárcel.

Viendo cómo acaban Fleming y Arnott la temporada, es muy sencillo imaginar que, en algún momento, sean tentados a pasarse al lado oscuro. Arnott está solo, con una lesión de espalda que lo martiriza, mientras Fleming nunca va a recuperar esa vida familiar que su trabajo como infiltrada puso del revés. Están comprometidos con su deber y son los únicos faros de integridad en medio del creciente poder de la banda, pero lo que hace muy bien Line of duty es no santificarlos. Ninguno de los tres miembros de AC-12 se libra de indiscreciones y malas decisiones. Por eso es aún más destacable que sigan adelante.

‘Line of duty’ está disponible completa en Movistar+. Las cuatro primeras temporadas también están en Netflix.

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