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Crítica: ‘Néboa’ no ha tenido miedo de llevar su propuesta hasta el final

Isabel Naveira y Emma Suárez, en ‘Néboa’. (Fuente: TVE)

Esta crítica se ha escrito tras ver ‘Néboa’ completa.

Desde el principio, Néboa recordaba a otras series que también habían contado una investigación de asesinato en un sitio pequeño. Estar ambientada en una isla la situaba en el camino directo de Hierro, pero la atmósfera que se le quería dar, la naturaleza de los crímenes y la manera en la que éstos afectaban a la comunidad y, sobre todo, a las policías encargadas del caso la han terminado acercando más al nordic noir y a una de sus alumnas más aventajadas, Broadchurch.

La muerte de la hija de Mónica, más el hecho de que Carmela se involucre como lo hace sólo para salvar a su hijo, es lo coloca a Néboa bajo la sombra de aquel éxito de la británica ITV. Incluso ambas emplean de manera parecida los espacios naturales en los que se mueven los personajes, personajes cuyas relaciones están viciadas por lo pequeño del lugar, porque todas las familias se conocen desde hace generaciones y muchas establecen lazos de dependencia económica.

La serie sí consigue transmitir esa sensación de familiaridad y de tribu entre los isleños de una manera menos subrayada de lo que suele ser habitual. Es uno de sus logros, junto con la estupenda dinámica que Emma Suárez e Isabel Naveira crean entre esas dos policías que, a su modo, están jugando al gato y al ratón. El último episodio resignifica muchas de las reacciones de Carmela al rumbo que toma el caso; momentos en los que parece que la enormidad de la investigación puede con ella, en realidad, nos mostraban que a duras penas podía sostener la charada mientras cometía actos horribles en nombre de Gael.

Un chico que mata por rabia y frustración. Como ocurre también a menudo en estos tipos de noir, Ana y, de algún modo, Vega son las víctimas principales a las que Gael asesina impulsivamente; todos los demás son señuelos, intentos de Carmela de enterrar las verdaderas intenciones del asesino en medio de la leyenda del Urco, aunque sepa que esos intentos sólo sirven para ganar tiempo antes de que se desvele todo.

(Fuente: TVE)

Porque lo que sí deja clara la serie es que la verdad acabará saliendo a la luz. La isla es demasiado pequeña para mantener secretos durante tanto tiempo si las cosas se tuercen. Es lo que eleva un poco el perfil de Néboa en sus dos últimos episodios, su compromiso con llevar hasta el final su propuesta. El padre de Ana tiene que conseguir su venganza, por equivocada que esté; Mónica tiene que llegar hasta el fondo del asunto aunque las consecuencias sean las más dolorosas para ella; Carmela no puede quedarse a medias en su protección, también equivocada, de Gael. Los secretos de todos acaban explotándoles en la cara por mucho que intentan ignorarlos.

A Néboa también le pesa, como a muchas otras series de este tipo, un tramo intermedio en el que los falsos culpables son tan evidentemente eso, falsos, que el espectador está todo el rato pensando cuándo se darán cuenta los guardias civiles de que van dando palos de ciego. Los Ulloa, por ejemplo, están pintados de una manera tan evidente como controladores dispuestos a lo que sea por proteger su status quo, que es difícil tomárselos en serio como sospechosos. Y Vega es un personaje del que continuamente nos preguntamos qué utilidad tiene más que acabar muriendo al final, que es lo que le pasa.

La resolución casi redime a la serie de esa sensación de ya visto, de que se está siguiendo un molde cuya eficacia está probada. El uso de la niebla también le confiere cierta personalidad propia, aunque el lado más mágico del Urco, por decirlo de algún modo, nunca termina de aprovecharse. Néboa siempre está a punto de escapar de la sombra de los nordic noir de toda la vida, sin conseguirlo del todo.

(Fuente: TVE)

Al menos, el aire de fatalidad del capítulo final (y del tumulto en el penúltimo, cuando el padre de Ana acuchilla al cura sin pensarse realmente si fue el asesino de su hija) pone un broche definitivo. La historia no podía acabar bien, había demasiados indicios que apuntaban a que el Urco traía la desgracia de todos los que acababan “tocados” por él. El pecado original lo inició el abuelo de Alejandro Ulloa, que daba la sensación de ser un psicópata, y los demás se dejaron arrastrar por la tentación del qué se siente. Así lo hace el padre de Carmela, que se deja llevar por su lado más siniestro, y cuando descubrimos que ella siempre supo lo que él había hecho, queda claro que también está condenada.

El compromiso de Néboa por seguir la historia hasta las últimas consecuencias es lo más encomiable de la serie. Ha sido una propuesta digna y sólida, aunque le haya costado destacar y se haya enredado en algunas de las trampas habituales del género (¿qué pintaba por ahí ese Coruxo?). Ha sabido aprovechar la costa gallega a su favor y ha tenido a dos protagonistas femeninas a las que habríamos visto juntas hasta leer las instrucciones de una lavadora, pero quizás hacía falta algo más para que fuera de verdad memorable.

‘Néboa’ está disponible en la web de RTVE.

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