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Crítica: ‘La zona’ deja con ganas de una segunda temporada

Álvaro Cervantes y Eduard Fernández, protagonistas de ‘La zona’. (Fuente: Movistar+)

Había mucha presión y muchas expectativas alrededor de La zona. Descontando Velvet Colección, que es un caso especial, era la primera serie original de Movistar+ que iba a verse y, además, sus creadores eran los hermanos Sánchez Cabezudo, artífices de una de las mejores series españolas de los últimos tiempos, Crematorio. Que su trama se ambientara en un ficticio accidente nuclear en el norte de España despertaba, igualmente, bastante curiosidad.

Todas esas expectativas, quizás, han jugado en contra de la serie en su inicio. La tela de araña tejida alrededor de esa zona de exclusión, y las relaciones interesadas que se han ido forjando en los tres años que han transcurrido desde el incidente, tarda lo suyo en ir mostrándose y desenredándose. El asesinato con el que empieza todo no es más que un detonante, una excusa; es un caballo de Troya para adentrar a Héctor Uría y a los espectadores en un universo que condensa lo mejor y lo peor del ser humano en tiempos de crisis.

Tal vez, la simplificación más rápida que podría hacerse de La zona es que es una mezcla de la película El síndrome de China con Crematorio, y que los personajes que se mueven en la órbita de Héctor tienen mucho más potencial, y a veces son más interesantes, que él mismo. Eduard Fernández lo interpreta con entrega y mucha solvencia, y traza bien su evolución a lo largo de la temporada, pero este tipo de policía con un trauma a cuestas ya lo hemos visto más veces.

Emma Suárez entra tarde en la historia, pero resulta clave para su escena final. (Fuente: Movistar+)

Hasta podría decirse que la trama corrupta que Héctor va descubriendo no es original, pero ahí está su gracia. Las chapuzas, el clientelismo, el querer sacar beneficio de una desgracia, la explotación de gente desesperada, la indiferencia de las instituciones ante las víctimas, la dificultad de procesar un duelo tan traumático y que deja tantas cosas sin resolver… Todo eso es demasiado común en las noticias y ancla toda la historia en una realidad plausible. En España no ha habido accidentes nucleares, pero el panorama posterior que pinta La zona sí ha ocurrido muchas veces.

Es innegable que la serie tarda en despegar. Los cuatro primeros capítulos se dedican a poner los cimientos de ese universo, dejando en el aire algunos interrogantes que no se resuelven hasta más adelante. Concretamente, hasta el séptimo capítulo, quizás el más destacado de la temporada. En él descubrimos qué motivó que se desatara esa concatenación de equivocaciones y accidentes que llevan a que aparezca un hombre desnudo, muerto y medio comido, en una fábrica abandonada y, por tanto, que la policía empiece a prestar atención a todo lo que ocurre en la zona.

La manera en la que se entrelazan la historia de los liquidadores y las horas desesperadas en la central de Nogales cuando sus trabajadores descubren que han tenido una fuga deja bien claro todo lo que los Sánchez Cabezudo han querido contar.

En La zona no hay villanos como tal. Hay gente sin escrúpulos y pobres tipos que no tienen más elección que obedecerles si quieren ganarse la vida de algún modo, y cuando la situación se vuelve desesperada, se recurre a las chapuzas. La central entra en una grave crisis por culpa de la negligencia de quienes trabajan para repararla, y la solución que dan esos mismos responsables es enviar a una muerte segura a un grupo de hombres por los que nadie va a preocuparse si desaparecen.

El capítulo 7 de ‘La zona’ es, quizás, el mejor de la temporada. (Fuente: Movistar+)

Ese episodio destaca, especialmente, por la manera en la que se retrata a los empleados de la central. Según van dándose cuenta de que la situación es más grave de lo que ellos pensaban, casi entramos en el terreno de algo más parecido a Apolo XIII; se dan cuenta de que alguien va a tener que sacrificarse para evitar que vuelva a haber otro accidente, y el modo en el que vemos cómo esa idea se materializa en sus mentes, y que nadie va a acudir a ayudarlos, deja claro otro tema que también explora la serie, y que formaba parte igualmente de las tesis de The Wire: ante unas instituciones incapaces de reaccionar, no quedan más que las acciones de los individuos.

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Ese capítulo 7 también deja ver que en La zona hay un universo mucho más amplio de lo que se aprecia. El mundo de pequeños trapicheos en el que se mueve Zoe, de las corruptelas a relativa gran escala de Fausto Armendáriz, de la asociación de víctimas buscando justicia, sólo se aprecia en relación con el caso que investiga Héctor, así que únicamente tenemos un pequeño vistazo a él. Y por eso, cuando termina la temporada, deja con ganas de ver más.

También porque, después de ocho episodios serios y, en ocasiones, hasta sombríos, la serie se permite un rayo de esperanza en la forma de ese nieto que ni Héctor ni Marta sabían que existía. Es un pequeño triunfo, un destello en medio de la oscuridad y un respiro para gente cansada ya de cargar a cuestas con la culpa por las cosas que creen que hicieron mal el día del accidente.

Carlos Bardem, derecha, es uno de los liquidadores de Nogales. (Fuente: Movistar+)

La zona tarda en arrancar, pero resulta bastante satisfactoria una vez que lo hace. Los teóricos malos actúan creyendo de verdad que están haciéndole un favor a la sociedad al asumir el trabajo sucio que no sólo nadie quiere hacer, sino que no quieren saber que se hace. Fausto Armendáriz y Barrero pueden ser unos mafiosos un poco convencionales, pero el delegado del Gobierno se destapa como alguien mucho más interesante, alguien con la suficiente inteligencia para saber cuándo soltar lastre y maniobrar para mantenerse en su puesto.

El retrato de la cuadrilla de liquidadores, de Zoe, de los trabajadores de la central que manipulan sus dosímetros para seguir trabajando, y cobrando, más allá de lo recomendado para su salud… La serie los muestra como otras víctimas más del accidente. Con la excusa de que las cosas son como son, se perpetran todo tipo de barbaridades, como cazar a hombres como si fueran animales salvajes.

La zona logra dar pinceladas muy españolas (como que toda la trama corrupta la monten amigos que se iban juntos de montería) a una historia que podría ocurrir en cualquier lugar. En tiempos de crisis, las personas son capaces de lo mejor y lo peor, y de buscar todo tipo de justificaciones cuando se entregan a lo peor.

Las notas de Fuera de Series:

En Fuera de Series puntuamos nuestros análisis en una triple escala de 1 a 5, inspirada en la que usa Little White Lies, en función de lo deseosos que estábamos de ver la serie (“Antes”), lo que nos ha parecido viéndola (“Durante”) y las ganas de ver más y de comentarla con más gente tras hacerlo (“Después”)

Antes: 4

Había mucha curiosidad por ver ‘La zona’. Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo se habían ganado esa curiosidad con ‘Crematorio’ y con la sinopsis de la serie, y las expectativas estaban por las nubes.

Durante: 3

La temporada tarda en mostrar todas sus cartas. Está estructurada así, pero es cierto que puede perder el interés de algunos espectadores al reservarse buena parte de las respuestas. Uno mismo tiene que ir atando cabos, y éstos no siempre son igual de interesantes.

Después: 3,5

Con la resolución del caso que investiga Héctor, quedan muchos otros frentes abiertos en ‘La zona’ que merece la pena conocer si Movistar+ la renueva por una segunda temporada. Las víctimas del accidente, las identificaciones erróneas de los fallecidos, los secretos que aún oculta Julia… Hay mucho que contar todavía en la serie.

La primera temporada de ‘La zona’ está disponible al completo en el servicio de VOD de Movistar+.

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