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Crítica: ‘The Stand’, el apocalipsis a cuentagotas

Jovan Adepo y James Marsden en ‘The Stand’. (Fuente: Starzplay)

Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios y no contiene spoilers.

Una miniserie sobre una pandemia. Dicho así, puede sonar oportunista, pero nada más lejos de la realidad. The Stand llevaba tiempo cociéndose y su estreno en Estados Unidos el pasado diciembre estaba más que diseñado tiempo atrás; la pandemia que vivimos no ha sido una motivación añadida. En este caso, la estrategia de CBS All Access era la que era, con virus o sin él. Matizado esto, resulta atractivo abordar una miniserie sobre una plaga apocalíptica, más aún cuando está basada en la novela de Stpehen King, Apocalipsis, de 1978. A priori, siendo objetivos, y vistos los ingredientes del cóctel, resulta apetecible; sin embargo, después de dos capítulos, me asaltan, y cómo, las dudas.

The Stand nos propone un apocalipsis con tres vertientes. La primera se centra en la plaga en sí, en su detonante: un virus, el Captain Trips, desarrollado en una instalación militar secreta vulnera los protocolos de seguridad. Uno de los guardias decide huir llevándose a su mujer e hija, pero también al virus; al poco tiempo, todo Estados Unidos sufre las consecuencias de su letalidad y el caos se apodera de su sociedad. No quedan instituciones, las muertes diezman la población y nadie sabe cómo combatir el virus. Sin embargo, como pasa con todas las plagas, hay un reducido grupo de personas que son inmunes. Nadie sabe qué tienen de excepcional, pero lo son. Algunas de estas personas sufren sueños recurrentes donde una tal Madre Abigail (Whoopi Goldberg) les insta a ir a Boulder, en Colorado.

La segunda vertiente, que aborda aún someramente pero centrará la miniserie, es la presencia del antagonista de la Madre Abigail, Randall Flagg (Alexander Skarsgård). Sí, como imaginan, estamos ante dos trasuntos de Dios y el Diablo, del Bien y del Mal. La tercera y última es la reconstrucción de una sociedad que se ve en el pasado, de la noche a la mañana, y que ha de velar para que todo vuelva a ser como antes (a su pesar). La reestructuración supone rencillas, rencores, obsesiones que permanecen… De nuevo, la sociedad se enfrenta a sí misma, pero jugando sobre un tapete cuyos dados bailan en sus cubiletes el Bien y el Mal.

La novela, de la que guardo un buen recuerdo aunque la leí bastante tiempo atrás, y lo visto hasta ahora ya difieren. Y lo hacen en cuestiones importantes como la visión de los personajes, su actuación, la fórmula narrativa y, como es natural, su adaptación a la actualidad. Salvo este detalle, el resto no encaja del todo. A través de una narración inusual, ya que la miniserie comienza más o menos por la mitad de la novela, la estructura conjuga dos tiempos narrativos: el actual, donde Boulder y Las Vegas serán los ejes, y las analepsis de todos los protagonistas desde el inicio de la plaga hasta llegar a sus destinos.

Whoopi Goldberg es la Madre Abigail en ‘The Stand’. (Fuente: Starzplay)

Así, un comienzo aterrador nos pone en contexto cuando vemos cuadrillas de enterradores trabajando en medio de una miríada de cadáveres. Uno de ellos, Harold Lauder (Owen Teague) trabaja arduamente entre los cuerpos. Una escena después, el propio Harold espía tras una verja al amor de su vida, Frannie Goldsmith (Odessa Young) en su pueblo natal, poco antes del desastre. De igual modo, esta fórmula es la usada con Larry Underwood (Jovan Adepo), músico drogadicto, Stu Redman (James Mardsen), típico hombre medio americano que vale para un roto y para un descosido, Nick Andros (Henry Zaga), sordomudo apalizado en un bar, Nadine Cross (Amber Heard), profesora a cargo de un niño autista, Joe (Gordon Cormier).

La narrativa no cronológica es idónea para salirse de la norma trillada, sin duda, pero su vinculación con tantos personajes diferentes, a través de lugares tan dispersos, supone un efecto adverso. A mi juicio, desluce la intención primigenia de seducir al espectador con cada uno de sus viajes, y produce, de algún modo, cierto rechazo. Los recorridos de todos y cada uno de ellos, hasta ahora, no han servido para intrigarnos lo suficiente. ¿Es realmente importante para la historia o sólo para la historia a partir de Boulder y Las Vegas? Sinceramente, no lo sé. Pero de ser así, no hace falta tanta maleta para tan poco viaje. Cierto es que la calidad del elenco difumina esa intención y resulta tan llevadero como creíble. Además de los citados, están Greg Kinnear, Heather Graham, Irene Bedard y Brad William Henke, entre otros.

Los dos primeros capítulos establecen las bases de los campamentos, tanto geográficos como emocionales. A base de sueños recurrentes, la personalidad de los protagonistas se define poco a poco, con cierta mesura, cambiando el tercio en función de la situación. La atención se centra en cosas banales como la obsesión de Harold en Frannie o los juegos de cartas de Flagg. No hay una parte “pragmática” donde se narre, aunque sea escuetamente, cómo se reconstruye ese mundo. De hecho, han viajado a Boulder para eso. La sensación que deja los dos primeros episodios es la de una recua atada religiosamente, donde protagonistas y tramas van explícitamente dirigidos a un punto. Y eso es normal, para eso existen los guiones, pero me gustaría que fuese más disimulado. Quizás porque el final será diferente, puesto que así sido anunciado por King, los creadores y guionistas de la serie, Josh Boone y Benjamin Cavell, han tenido que adaptarse. No he visto la adaptación que realizó ABC en 1994, pero quizá lo haga para poder compararla.

Por último, mención especial para la música. Billy Joel con The Stranger, Black Sabbath con Changes, Blues Image con Ride, Captain, Ride, Weezer con Island in the Sun, Beach House con Space Song y los enigmáticos islandeses Sigur Ros con la todavía más enigmática Svefn-g-englar (ángeles sonámbulos). Si el devenir de la trama no termina de convencernos, nos podemos quedar por la banda sonora.

‘The Stand’ se emite los domingos en Starzplay.

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