Alexandra Breckenridge protagoniza ‘Un lugar para soñar’. (Fuente: IMDB)
Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘Un lugar para soñar’ y no contiene spoilers.
La de Un lugar para soñar es una historia que ya se ha contado mil veces, pero no importa. La serie llegó a principios de diciembre sin hacer ruido, de esos títulos que Netflix lanza sin grandes promociones para que sigan su camino sin empujones desde el exterior, y poco a poco ha ido consiguiendo nombre a base del boca oreja y de ese público que estamos hecho para ser presas de títulos como este.
Una enfermera llega a un pueblo recóndito, pequeño, con mucha vida interior y donde todos los vecinos se conocen. Ella viene de ciudad, la clásica urbanita bien que, de golpe, se encuentra en un lugar donde ni la quieren ni ella sabe adaptarse. Os sonará lo que cuento porque es lo que ya vimos en Doctor en Alaska hace un montón de años y con un resultado más que exitoso.
Si bien toca citar a la serie clásica del doctor Joel Fleischman, posiblemente Un lugar para recordar beba más de Doctora en Alabama (Hart of Dixie), la serie de The CW que quedó cancelada de mala manera. Qué digo bebe, si de hecho Tim Matheson (El Ala Oeste de la Casa Blanca, The Good Fight, entre otras muchísimas) hace exactamente el mismo papel, el de doctor de pueblo malhumorado que no quiere que una mujer invada su consulta.
Protagonizada por Alexandra Breckenridge (This Is Us) y por Martin Henderson (Anatomía de Grey), cubre la cuota de pareja guapa con tensión romántica y vida complicada, abuelas alcahuetas que controlan el panorama, alcalde rarito (en este caso rarita) y personajes pintorescos que sirven para poder reír entre las tramas eminentemente dramáticas.
La tensión romántica está servida con sus dos protagonistas. (Fuente: IMDB)
Pero estas fórmulas funcionan. Hay una serie de gente (me ofrezco voluntaria para ese grupo) que quedamos atrapados en el momento en que nos describes un pueblo pequeño, con bosques a tiro de piedra y con una glorieta en medio de la plaza mayor desde la que se ven el instituto y el puesto de café. Suelen ser un tanto cursis, que nos arrullan y nos hacen saber que estamos en un lugar seguro. Habrá algo de drama, algo de risa y un potencial amor que hará las delicias de las primeras temporadas.
Todo eso y mucho más es lo que encontramos en Un lugar para soñar, serie tipo para ser un placer culpable que ver en un largo viaje, en una semana de bajona o un sábado en el que el cuerpo pide chocolate caliente y tarta. En dos escenas tiene que haberte convencido; si no, es que no está hecha para ti. Pero si logras entrar, calentará el corazoncito y te hará desear haber vivido siempre en Virgin River.
No engañemos a nadie, cada poco tiempo sale un título así, y lo normal es que de él no venga una gran producción. Sus tramas son predecibles y está protagonizada por personajes arquetípicos que no suelen aportar grandes diferencias a lo que ya se ha visto. Arriesga poco y trata temas bastante convencionales dentro de los años en los que se lanzan. Pero de entre ellas, muy de vez en cuando, sale algo que se diferencia del resto, que innova, que es fresco y tiene valor. Pienso en las recurrentes Las chicas Gilmore.
Pese a todo, lo maravilloso es que algo así no necesita ser bueno para que sea abrazado. Es un lugar seguro al que acudir cuando el cuerpo pide esconderse bien lejos de lo cotidiano y espiar la vida feliz de otros.
‘Un lugar para soñar’ está disponible en Netflix.
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