Imagen del episodio ‘Two Storms’ (1×06) de ‘La maldición de Hill House’. (Fuente: Netflix)
Como espectadores, la oferta de series es inabarcable y ya hemos asumido que es imposible verlo todo, pero para los que trabajamos detrás de esta pantalla que estáis leyendo tantos estrenos también suponen un reto. No solo porque tenemos que rendirnos ante la evidencia de que algunos de vosotros veis más series que todos nosotros juntos, sino también porque queremos cubrir el mayor número de títulos, con suerte, con un poco de vista para adelantarnos a las recomendaciones antes de que todos hablen de ellas, intentando no llegar tarde llegar tarde a aquellos de los que ya intuimos que todos van a hablar y haciéndole un hueco a algunos que los otros medios ignoran.
Y en el proceso descubrimos que cada vez es más difícil predecir cuál es la serie que va a llamar más la atención del espectador, ya no para que se anime a darle una oportunidad, sino para que decida verla entera y luego compartirlo a los cuatro vientos; ese manido hacer ruido del que siempre hablamos. Si hubiera una fórmula secreta todas las series serían un éxito.
Nosotros, los que escribimos sobre series, también caemos en la trampa de la maquinaria de promoción y nos dejamos distraer por el número de trailers, de teasers y de artículos previos al estreno. Por eso, nos seguimos llevando sorpresas cuando una serie como Maniac (con Emma Stone, Jonah Hill y Cary Fukunaga) que, en principio, lo tiene todo para hacer correr ríos de tinta, y de la que yo misma (visionaria) dije que todos íbamos a hablar, pasa con más pena que gloria; y otras, como La maldición de Hill House, que es una serie de género, y que tiene caras reconocibles, pero ninguna estrella, consigue robarle la atención en su fin de semana de estreno al millonario proyecto de Amazon Prime Video y Matthew Weiner, The Romanoffs.
Siempre habrá algo de azar en el momento y las condiciones en los que se estrenen las series que nadie podrá predecir, o de cuál proyecto de dos o más de temáticas similares llegue primero. Habrá series tan meritorias (o más) que aquellas de las que estamos hablando hoy que ni siquiera sabremos que existen, y aunque comparar cualquiera de las tres series que hemos mencionado con alguna de las otras es un esfuerzo absurdo y yermo, con estos ejemplos queda demostrado que para que una serie funcione el principal secreto siempre será tener una buena historia que, independientemente del género, esté habitada por personajes que nos importen, y que nos importan porque a la serie le importa quiénes son, y le dedica tiempo a contárnoslo.
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En el caso de La maldición de Hill House estaba tan claro, que ni siquiera intentamos ser prudentes después de ver los screeners antes del estreno. La última serie de Netflix es una de las sorpresas del año y se merece todo el reconocimiento que está recibiendo porque sobresale en todos los niveles: ofrece un punto de vista novedoso de una obra de culto (y varias veces adaptada) y estructura bien sus episodios; tiene varios niveles de lectura, interpretaciones sólidas, estilo en la dirección y un montaje excelente. Si no la habéis visto, seguiréis oyendo hablar de ella, porque Two Storms, el sexto episodio de la serie, aparecerá en muchas listas de lo mejor del año. En la mía ya tiene el puesto fijo.