Imagen de la segunda temporada de ‘Sense8’ (Cortesía de Netflix)
En el libro The revolution was televised, de Alan Sepinwall, se habla del periodo de tiempo entre 1997 y 2008 cuando surgió la tan cacareada segunda (o tercera) edad de oro de la televisión. Cadenas que, hasta entonces, no habían prestado demasiada atención a las series se dedicaban a producir títulos originales, innovadores, que iban a crear escuela y a construir la imagen de marca de esos canales, ya fueran Buffy, cazavampiros para The WB, Los Soprano para HBO o Mad Men para AMC.
Los responsables de muchas de aquellas series comparan ese periodo con el Salvaje Oeste y algo que muestra Deadwood; cómo se va construyendo de cero una “sociedad”. En este caso, esa sociedad era la parrilla de series de esas cadenas que estaban lanzándose por primera vez a esa arena. David Eick, co-showrunner de Battlestar Galactica, explica en el libro la atmósfera de aquel momento de esta manera: “cuando hay una nueva frontera y estás atravesándola, se permite que pasen muchas cosas locas, salvajes y criminales”. Pero ese momento tiene su reverso, apuntado también por Eick:
“Cuando la cultura se estabiliza y las reglas se fijan, y la gente se acomoda, mucha de esa experimentación se abandona”.
Cuando Netflix empezó a producir sus propias series, allá por 2012, no ocultaba que su objetivo era convertirse en HBO más rápido de lo que HBO podía convertirse en Netflix. En el camino que ha seguido en su actitud hacia esas producciones propias, parece haber cumplido ese propósito porque ya no es el “Salvaje Oeste”, ya no es la nueva frontera. Ahora es un actor de peso en el negocio y tiene mucho que perder.
Sobre todo porque no puede mantener durante mucho tiempo el ritmo de producción que está llevando hasta ahora. No sólo está sacando series nuevas en Estados Unidos; tiene un mercado internacional de más de un centenar de países en los que quiere ofrecer contenido exclusivo también, y donde quiere contar con productos locales, así que la expansión de su catálogo tiene un límite. Hay que dejar ir algunas series para añadir otras nuevas.
Netflix cancela ‘Sense8’ tras dos temporadas
Tras intensos rumores, se hace oficial la noticia, la serie de las hermanas Wachowski ha sido cancelada por el servicio…fueradeseries.com
Por ahí se justifican las cancelaciones de The get down y Sense8, y así lo explicaba Reed Hastings, CEO de la compañía, en una entrevista en el canal CNBC en la que apuntaba que iban a ser más duros con el hacha de las cancelaciones a partir de ahora: “lo que importa es que nuestro ratio de éxitos es demasiado alto ahora mismo. Hemos cancelado muy pocas series”. Y añadía lo siguiente para dar pistas de las razones detrás de esa nueva estrategia:
“Siempre estoy apretando al equipo de contenidos: ‘tenemos que arriesgarnos más, tenéis que intentar más cosas locas. Porque deberíamos tener una tasa de cancelaciones más alta en general’”.
Teniendo en cuenta que Netflix no ofrece datos de audiencia de sus series, y que las cifras que se manejan en los medios sobre presupuestos nunca son oficiales, las únicas fuentes disponibles sobre el funcionamiento interno de la empresa son sus propios ejecutivos. Hastings cree que deberían arriesgarse más en sus nuevos proyectos, supuestamente contradiciendo la táctica de ofrecer series para todos los diferentes públicos de su servicio que estaban siguiendo hasta ahora.
Pero tampoco da pistas sobre lo que entienden en Netflix por riesgo. Por trece razones tiene un tema complicado, cierto, y la mezcla de nostalgia y fantasía de Stranger things podía haber salido muy mal, pero la plataforma se ha subido alegremente al carro de las sitcom multicámara de corte tradicional con The Ranch y Madres forzosas (se salva Día a día por su apuesta por el comentario social), y no le importa resucitar títulos que están funcionando muy bien en su catálogo de clásicos como Las chicas Gilmore.
El revival de ‘Las chicas Gilmore’ fue todo un éxito para Netflix.
La cuestión, probablemente, esté más en un tema de “espacio” que en la necesidad de arriesgarse más. Netflix ha pedido varios créditos, desde febrero de 2013, para sufragar sus producciones originales (el último ascendía a más de mil millones de euros), y entre ellas no sólo hay series. La compañía ha potenciado en los últimos años su producción de documentales y, sobre todo, de películas, un mercado en el que está compitiendo con una Amazon que, de momento, le saca ventaja, así que las series están peleando por espacio dentro de ese presupuesto de contenido original.
Es lógico que Netflix se quede con las que les funcionan mejor (utilicen la vara de medir que sea para determinarlo) y que descarte las otras, sobre todo cuando ya no tiene que luchar por ganarse su posición en el mercado. Ya la tiene. Ahora le toca defenderla y mantenerla, y ahí es donde actúa como otra cadena de televisión más. Si algo es muy caro y no recibe la respuesta que se espera de él, se cancela y se prueba suerte con otra cosa.
Quizás no es la imagen que muchos espectadores tenían de Netflix. Pero eso ya es tema para otro día.