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10 años de ‘Dollhouse’, la serie pre-Vengadores de Joss Whedon

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Eliza Dushku era la gran protagonista de ‘Dollhouse’. (Fuente: FOX)

“¿Me he quedado dormida? Sólo un momento”. Quienes vieran en su momento Dollhouse reconocerán enseguida ese diálogo, las frases en clave que utilizaban el programador y los “muñecos” cuando les eliminaba las personalidades ajenas que se les habían implantado para satisfacer las demandas de un cliente concreto. Los espectadores de la serie, creada por Joss Whedon, probablemente tuvieron algún que otro dejà vú al ver escenas de un corte similar en Westworld, Altered Carbon o Humans, ficciones en las que robots despiertan a la autoconsciencia de su individualidad y los humanos pueden implantar sus memorias en otros cuerpos.

Esos conceptos, muy explorados en la ciencia ficción más clásica, formaban parte de la columna vertebral de Dollhouse. Hoy se cumplen diez años desde la emisión en FOX de su último capítulo, un episodio que cerraba dos temporadas de vaivenes creativos, incertidumbres empresariales, subtextos muy inquietantes y, hasta ahora, la última incursión televisiva de Whedon, que apenas tres años más tarde dirigiría una de las películas más taquilleras de todos los tiempos, Los Vengadores.

El guionista, célebre por haber creado Buffy, cazavampiros, llevaba una larga temporada fuera de le televisión cuando el proyecto de Dollhouse se cruzó en camino. Su última serie había sido Firefly, que sólo había aguantado una temporada en FOX en 2003, y desde entonces se había dedicado más a escribir cómics y a desarrollar diferentes proyectos que no conseguían salir adelante, como uno de los múltiples intentos de película de Wonder Woman antes de que llegaran Patty Jenkins y Gal Gadot.

Eliza Dushku, que había sido Faith en Buffy, le contó a Whedon una idea en la que estaba involucrada para FOX, con quienes tenía un acuerdo creativo, y el guionista le dio forma hasta que se convirtió en la Dollhouse que se estrenó en enero de 2009. Aunque su futuro casi quedó marcado desde su mismo debut.

La tortuosa existencia de ‘Dollhouse’

La premisa de la serie ya escondía unas cuantas minas que podía ser difícil desactivar en el prime time de una cadena generalista en abierto. Dushku era Echo, una joven que formaba parte de una “casa de muñecas” en la que personas que habían decidido dejar atrás sus vidas pasaban a ser “activos” de una empresa que vendía experiencias a sus clientes. A las muñecas se les borraba la memoria y casi su personalidad y, antes de cada trabajo, se les implantaba una nueva, acorde con lo que el cliente había solicitado. Cuando dicho trabajo se había cumplido, las muñecas volvían a la casa y su memoria se borraba de nuevo.

Esto era una excusa para que Dushku pudiera interpretar muchas versiones diferentes de su personaje, pero también arrastraba unas connotaciones muy perturbadoras que la serie nunca llegó a explorar, la prostitución de lujo sólo era una de ellas. Todo el negocio empieza a peligrar cuando un agente del FBI se pone a investigar de dónde proviene Echo y, al mismo tiempo, se descubre que esos borrados de memoria no son tan limpios como parece, y que las muñecas mantienen recuerdos latentes que pueden hacerlas “despertar” en cualquier momento, lo que tendría consecuencias imprevisibles.

Las connotaciones oscuras estaban presentes en todos los “encargos de la semana” que veíamos desempeñar a Echo, algunos de los cuales intentaban aportar una levedad que acababa jugando en contra de la serie. Sin embargo, fue construyéndose también una mitología de fondo que sí que reconocía lo sucio e inquietante que era el negocio de la casa de muñecas, especialmente al contar la historia de personajes como Sierra (Dichen Lachmann), que no estaban allí por voluntad propia. La dicotomía entre lo que se esperaba de una serie de FOX un viernes por la noche y la versión malsana de ella que se escondía detrás de cada episodio impidió que Dollhouse abrazara su potencial y, probablemente, también que encontrara su público.

De hecho, el piloto original nunca emitido estaba más en la línea de esa versión oscura, pero se terminó descartando.

(Fuente: FOX)

Por lo que la serie es más recordada es por el sorprendente giro que dio en el último episodio de su primera temporada. Su supervivencia nunca estuvo garantizada (la renovación por una segunda entrega fue de las mayores sorpresas de la temporada 2008/09) y, en previsión de que la historia se quedara allí, Whedon y compañía facturaron un capítulo, Epitaph One, que sólo se pudo ver en la edición en DVD y que presentaba un futuro en el que la tecnología desarrollada en la casa de muñecas se convertía en portátil, y cualquiera con el dinero para comprarla podía utilizarla para cambiarse de cuerpo cuantas veces quisiera, y sin necesidad de solicitar el consentimiento de nadie.

Aquel episodio abrió la puerta a una segunda temporada en la que esos eventos del futuro se mostraban como el destino inexorable de la serie. Lo que veíamos era cómo se llegaba a ellos en el presente, mientras en el futuro asistíamos a las acciones de una resistencia que intentaba cambiar las cosas. No fue suficiente para que Dollhouse tuviera una tercera entrega, pero se adelantó algunos años a ficciones que jugueteaban con conceptos como qué constituye que una persona sea considerada como tal, o hasta dónde puede explotarse una tecnología éticamente muy reprobable.

En general, puede decirse que Dollhouse fue fallida. El tratamiento de la idea en su centro era muy tímido y, por las razones que fueran, nunca consiguió explorar las connotaciones más inquietantes de su premisa. Dejó algunos buenos capítulos (además de Epitaph One, un episodio de la primera temporada, Man on the street, en el que parece que una de las muñecas está abusando de otra, y dos de la segunda, Belonging, que cuenta la historia de Sierra, y The Attic, sobre los verdaderos horrores que esconde la casa) y su valor está más en poner sobre la mesa esas ideas que, diez años más tarde, se han convertido en lo más habitual en la ciencia ficción televisiva.

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marina

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