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Crítica: ‘El club de las canguro’ es la serie que nos reconcilia con la vida

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito después de ver ocho episodios de ‘El club de las canguro’. No contiene spoilers.

Netflix no me recomendó El club de las canguro el día de su estreno porque el algoritmo no tiene registrada ninguna actividad de visionado en la categoría Kids and Family en mi cuenta, así que esta serie estuvo fuera de mi radar hasta que leí un par de tuits aislados que la recomendaban. Con cero expectativas, y porque acababa de leer el título en Twitter, puse el primer episodio con la única intención de tener ruido de fondo mientras jugaba al Animal Crossing en el móvil antes de dormir porque, como estaba sola, no podía avanzar con las series que veo en pareja. No hizo falta más, con esos primeros 25 minutos, y en contra de todo pronóstico, ya me tenía ganada.

La historia es sencilla. Las protagonistas son un grupo de niñas de 13 años que deciden montar en su pueblo de Connecticut un negocio de canguros. Kristy, Claudia, Mary-Anne, Stacey y Down -que tienen hogares, vidas, intereses y personalidades muy distintas-, se reúnen un par de veces a la semana para atender las llamadas del Club de las canguro y organizar las asignaciones pero, por supuesto, en ese tiempo que comparten se irán conociendo mejor y desarrollarán una bonita amistad.

Aquí no encontraréis trucos narrativos ni proezas técnicas, esta serie creada por Rachel Shukert (GLOW, Supergirl) está hecha con cariño para su público objetivo, que no soy yo, ni seguramente tú que me estás leyendo, sino quienes están en la franja de edad de las protagonistas, unos espectadores a los que trata con respeto y sin ningún asomo de condescendencia o ironía.

A los adultos nos hacen cómplices con algunas referencias a otras series, libros, programas y películas, como cuando en el primer episodio Kristy se refiere a su madre, interpretada por Alicia Silverstone, diciendo que no está “fuera de onda”, haciendo referencia a la película Clueless. Pero lo que me atrapó realmente fue su espíritu aspiracional, ese que nos hace soñar con que, a pesar de todo, con estos referentes durante los años de formación, puede que el futuro esté en mejores manos.

Porque Stoneybrook, el pueblo en el que se desarrolla la serie, es una especie de universo alternativo donde lo diverso está normalizado; una utopía que apela a los adultos de forma muy especial porque nos recuerda que los niños comprenden y aceptan de forma innata asuntos como la identidad o la orientación de género, y que los prejuicios son inculcados por influencias externas. En este sentido la naturalidad de esta serie es casi revolucionaria.

Estos días he descubierto que muchos, tanto aquí como del otro lado del charco, crecieron leyendo los libros de Ann M. Martin que se adaptan en la serie, por lo que El club de las canguro tiene un importante valor sentimental y nostálgico; no fue mi caso. Tampoco puedo decir que he encontrado una serie para ver en familia, porque en mi casa el único menor de edad es mi gato, estoy viendo y disfrutando cada episodio de esta serie por puro placer. Y está siendo el placer más puro del que he disfrutado en el loco 2020.

La primera temporada de ‘El club de las canguro’ está disponible en Netflix.

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