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Relaciones complicadas: feminismo y ficción audiovisual

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Shiri Appleby y Constance Zimmer, protagonistas de ‘UnREAL’, una serie que cuestiona la imagen de la mujer.

Por M. Isabel Menéndez Menéndez
Prof. titular de Comunicación Audiovisual (U. Burgos)

El feminismo ha llegado como una avalancha a la opinión pública. Personas que jamás habían enunciado esta palabra en público, incluso otras a las que parece que nunca les había interesado la lucha por los derechos de las mujeres, aparecen estos días opinando y debatiendo al respecto en todo tipo de foros y con ocasión de cualquier evento. Hay quien dice que el feminismo está de moda. Curiosa afirmación para una filosofía y un activismo social que cuenta con siglos de historia. El movimiento #MeToo ha tenido mucho que ver con el hecho de que, ya bien entrado el año 2018, el feminismo se resiste a desprenderse de una visibilidad que no siempre ha sido fácil alcanzar.

Que las artistas más famosas fueran las que denunciaran el acoso sexual y la brecha salarial en la industria audiovisual fue, sin lugar dudas, esencial para hacer llegar algunos mensajes elementales de las reclamaciones feministas: las mujeres existen y además exigen su lugar en el mundo, un lugar libre de sexismo y de violencia. En las industrias culturales, la brecha entre las mujeres y los hombres sigue siendo enorme y las consecuencias, por su capacidad de modelación, no son irrelevantes.

Al respecto, en su libro Off the Cliff, la periodista Becky Aikman se preguntaba: “¿Quién mató a Thelma y Louise?”. La autora realiza una reflexión sobre la mítica película de principio de los años noventa que parecía marcar el inicio de una nueva era para las mujeres en la industria de Hollywood. Sin embargo, no fue así. Tras el hito que supuso esta controvertida cinta, las mujeres volvieron a desaparecer de los relatos protagónicos, sin que se consolidara un cine con personajes femeninos autónomos y complejos. En 2017, ellas interpretaban, como mucho, un tercio de los personajes y el porcentaje de mujeres directoras seguía siendo ínfimo en comparación con sus colegas varones. Y esto es así en las industrias culturales de todo el planeta.

Susan Sarandon y Geena Davies, en ‘Thelma y Louise’.

El principal problema de la creación audiovisual es el descarte de las mujeres de la industria, no sólo como creadoras o autoras, sino también como artistas o intérpretes. Las mujeres, tanto en los productos cinematográficos como en los televisivos, son una minoría que además carece de relevancia narrativa: apenas hay protagonistas y, cuando las hay, aparecen casi siempre de forma estereotipada, ocupando un lugar secundario e incluso prescindible y, a menudo, con un tratamiento poco adecuado o respetuoso.

De hecho, con frecuencia ni siquiera tienen líneas de diálogo. Parece que la mayoría de creadores desconoce la realidad de las mujeres, tan diversas, interesantes y complejas como lo son los varones, los únicos que parecen inspirar grandes obras.

Series de mujeres por el Día Internacional de la Mujer
Hechas y protagonizadas por ellas y son para ti, la mirada femenina es universalfueradeseries.com

Tuvo que llegar una nueva época a la televisión para que empezara a agrietarse la hegemónica masculinidad que todavía hoy (salvo algunas excepciones) protagoniza el relato mainstream audiovisual, en un momento en el que los propios términos cine/televisión se confunden. La explosión de los Quality Dramas, de la expansión de la televisión por cable y de los cambios en el consumo de ficción seriada son algunas de las razones que explican que la industria audiovisual quizá está asistiendo, una vez más, a la aparición de una grieta en la invisibilidad de las mujeres en las diferentes pantallas y en la promoción de las obras de las creadoras. Y es una buena noticia tras años de observar cómo se consiguen algunos hitos para luego volver a la casilla de salida.

Es un hecho que se están produciendo cambios, en paralelo a la visibilidad feminista de la que hablábamos, superando la excepcionalidad de algunos productos anteriores, como Las chicas de oro (The Golden Girls, 1985–1992), ficción con un potente protagonismo de mujeres que además ya no eran jóvenes y que no tenían pelos en la lengua o, en la misma línea, Sexo en Nueva York (Sex and the City, 1998–2004) que, una década más tarde, ofrecía por primera vez la voz de las mujeres en un asunto hasta entonces tabú como era la sexualidad.

En esa misma época llegaron otros personajes potentes, aunque casi siempre en la esfera estrictamente laboral. En este sentido, es emblemática Ally McBeal (1997–2002), donde encontramos una protagonista absoluta en una serie “profesional”. Aunque presentaba problemas de lectura desde el punto de vista feminista (algo habitual en este tipo de productos que se escinden entre los estereotipos de género y las reclamaciones feministas) será la primera de un importante número de ficciones que, protagonizadas por mujeres, irán poblando la pequeña pantalla en las dos décadas siguientes.

Las protagonistas de ‘Mujeres desesperadas’.

Médicas, forenses, investigadoras o abogadas aparecen con solvencia en muchas series, aunque muchas veces construidas en narrativas recorridas por el amor romántico, es decir, sin superar el estereotipo de género. A veces, aparece la diversidad, como con The L Word (2004–2009), los productos altamente complejos por lo ambivalentes, tal es el caso de Mujeres desesperadas (Desperate Housewives, 2004–2012), y otros de gran interés pero menor éxito comercial, como la poco conocida Doctoras de Filadelfia (Strong Medicine, 2000–2006).

Hoy asistimos a fenómenos que superan la mera presencia de mujeres tanto delante como detrás de la pantalla, entre los que destacan los universos habitados por mujeres. Así, podemos disfrutar una ficción (firmada por una creadora) protagonizada por un elenco de féminas “diversas” y no canónicas, como es el caso de Orange is the New Black (2013-actualidad), incluso aceptando que el reparto de roles entre las “diversas” también produce jerarquías. Es relevante el éxito de la adaptación televisiva de novelas de históricas autoras feministas como Margaret Atwood. La extraordinaria calidad de la adaptación de The Handmaid’s Tale (2017-actualidad), que exige un público nada convencional y que aborda turbias y turbadoras cuestiones sobre el mundo femenino, es también una brecha importante de la producción reciente.

También hay que destacar la recreación de personajes históricos menos conocidos, como la fascinante Virginia Jonhson de Masters of Sex (2013–2016), o de otras muy populares, como las divas Bette Davis y Joan Crawford a las que se acerca Feud: Betty and Joan (2017). Otras apuestas nada convencionales, estrenadas en 2017 y muchas veces con producción de mujeres poderosas de la industria, son Big Little Lies o GLOW, por citar solo dos ejemplos.

Lizzy Caplan, como Virginia Johnson en ‘Masters of sex’.

No es menos importante la existencia de potentes personajes en narrativas no situadas en universos femeninos, tal y como sucede en Fargo (2014-actualidad), Borgen (2010–2013) o The Tunnel (2013–2017) con su atípica protagonista, una agente de policía con Síndrome de Asperger. No se puede olvidar la popularísima Juego de tronos (Game of Thrones, 2011-actualidad), donde las mujeres parecen avanzar imparables desde una existencia sometida y patriarcal a otra con capacidad de decisión, aun en un mundo donde solo lo masculino tiene importancia.

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Con todo, no debemos confiarnos. Las críticas muchas veces negativas que reciben nuevos discursos ficcionales (las series protagonizadas por mujeres, pero también aquellas donde los varones no responden al arquetipo viril) revelan la incomodidad que despiertan quienes deciden romper con los designios normativos. Así las cosas, cuando se publican listados con las series mejores de la historia, los productos que encontramos, aunque excelentes, no dejan de ser una oda androcéntrica a la masculinidad hegemónica, ya sean Los Soprano (The Sopranos, 1999–2007), Breaking Bad (2008–2013) o Mad Men (2007–2015).

Algunas obras que hoy se reclaman como feministas no siempre pueden defenderse como tales o, si presentan un discurso claro, no dejan de ser una excepción reservada con frecuencia a un público selecto y minoritario. La enorme capacidad de la industria para fagocitar discursos distintos al mainstream, domesticándolos, puede poner en peligro la novedad y transgresión que ofrecen algunos de estos personajes y relatos.

Hay que vigilar que el feminismo no sea instrumentalizado para dar alas a mensajes que hablan de mujeres atrapadas en mundos patriarcales donde todo parece cambiar para seguir igual. El principal problema con el que nos encontramos es la enorme ambigüedad de algunos textos que se proponen como feministas o como modelos de emancipación. Relatos donde se intercambian cuestiones complejas de la feminidad normativa junto a rupturas del mandato patriarcal, ofreciendo resultados ambivalentes que tanto permiten una lectura y su contraria: la feminista y la patriarcal, la libertad frente a la opresión.

M. Isabel Menéndez Menéndez publica próximamente, junto a Paula Illera, ‘Guerreras Simbólicas: El papel del audiovisual en la lucha contra la violencia de género’ (Edicions Uib).

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