(Fuente: HBO)
Ridículo, estúpido o decepcionante son solo algunos de los calificativos que se han lanzado contra el final de la tercera temporada de Westworld. La serie salía de los parques y se adentraba en el mundo real, y lo hacía siguiendo a una Dolores que, en la conclusión de la segunda entrega, afirmaba que iba a lanzar una revolución para liberar a su estirpe del yugo de los humanos. Al mismo tiempo, veíamos a un Bernard decidido a pararle los pies y una compañía Delos en la que Westworld era solo una parte de sus planes empresariales.
La manera en la que se ha ido desarrollando la historia, con esa inteligencia artificial que controla los designios de los humanos del mismo modo que lo hacían las diferentes narrativas del parque con los anfitriones, ha tenido muchos altibajos, sobre todo en su recta final. Probablemente se ha querido contar con demasiados personajes, de los que algunos parecen estar solo preparando el terreno para la cuarta temporada, y la sociedad Dolores-Caleb, más su rivalidad con Maeve, no han terminado nunca de estar del todo bien construidas.
Sean cuales sean nuestras opiniones sobre la entrega, una cosa sí está clara, y es que las críticas de que esta no es nuestra Westworld, que nos la han cambiado están equivocadas. Puede haberse metido más de lleno en el territorio de Person of interest que ha estado tocando desde el principio, pero esta temporada 3 era claramente la Westworld de siempre, aunque no nos haya gustado.
Para empezar, Dolores y Maeve han estado movidas por los mismos impulsos que en las primeras entregas. Una quiere libertad e independencia, y la otra sigue empeñada en encontrar a su hija, por mucho que le digan que ese anhelo no es más que una parte de su programación. Todas sus acciones en estos capítulos estaban ancladas en esos propósitos. Es como Serac consigue “convencer” a Maeve, aparte de porque tiene una herramienta que le permite controlarla de manera más directa.
(Fuente: HBO)
El camino de Caleb ha corrido paralelo al de Dolores en la primera temporada. Esas pintadas del laberinto que vemos en los últimos episodios enfatizan todavía más la comparación entre los bucles narrativos de los anfitriones y los “raíles” marcados por Rehoboam en los que están atrapados los humanos. Caleb está en su propio bucle en el que tampoco está seguro de quién es y donde es el proceso de recuperar su memoria lo que le permite “despertar”. Los personajes de Aaron Paul y Evan Rachel Wood han sido dos caras de la misma moneda.
Lo mismo ocurre con Bernard. Su verdadera identidad está tan oculta en su interior (en este caso, para evitar ser arrestado por la masacre en Westworld), que necesita un empujón emocional para integrar las dos mitades de sí mismo y, por fin, empezar a jugar un papel importante en la historia. O suponemos que lo hará.
Puede haber apostado más por la acción, por una trama muy típica de personaje en los márgenes con un plan disruptivo al que todos intentan detener por distintos motivos, pero Westworld ha sido la serie que era desde el principio. Es cierto que ha funcionado mejor cuando se movía en las simulaciones y veíamos a algunos personajes peleando por averiguar su verdadero ser, pero no se ha transformado en otra cosa.
‘Westworld’ está disponible en HBO España.