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Las series como propaganda

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Una imagen de ‘Chernobyl’. (Fuente: HBO)

La tercera ley de Newton puede aplicarse perfectamente a las series de televisión “Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario”, que se ha explicado muchas veces como que a toda acción le corresponde una reacción equivalente en sentido contrario. O lo que es lo mismo, que a toda serie adorada con elogios durante su emisión le corresponde una ola de críticas negativas cuando otros espectadores la descubren más tarde.

Es lo que le ha ocurrido a Chernobyl, con el añadido de que muchas de esas malas opiniones sobre ella añadían que era propaganda anticomunista. Dejando de lado que se tomen literalmente las imágenes que se están viendo y no se sepa “leerlas”, es cierto que la ficción se ha utilizado mucho como propaganda. Casablanca, sin ir más lejos, es considerada por algunos teóricos como un intento de convencer a Estados Unidos de que entrara en la Segunda Guerra Mundial (tardó dos años en hacerlo). Desde el gobierno ruso actual (nostálgico de la manera de actuar de la URSS), la miniserie ha sentado mal porque se cree que los ataca directamente, así que han anunciado que pretenden hacer su propia versión, en la que los estadounidenses sabotean la central nuclear.

Estas respuestas dicen más sobre quienes reaccionan así que sobre la serie en sí. El enorme éxito de Chernobyl ha llevado a quejas porque no hay personajes negros en ella, porque se busca la mayor veracidad posible pero sus actores hablan en inglés (cada uno con su propio acento) y no en ruso… Es muy curioso que todas esas protestas, como decíamos antes, interpretan de manera literal lo que están viendo. Si Legasov critica a los oficiales soviéticos optar siempre por la opción más barata y mentir después si esa opción acarrea consecuencias peligrosas, esos espectadores asumen automáticamente que la serie está lanzando sus dardos contra la Rusia actual.

Si de algo es propaganda Chernobyl es precisamente de algo en lo que esas quejas acaban cayendo. La miniserie es un comentario sobre el actual clima político en el que la verdad y los hechos son insignificantes. Lo que cuenta es lo que yo diga ante las cámaras, y si digo que esos hechos no han ocurrido, no han ocurrido. Da igual que haya un reactor reventado y humeante, o miles de personas protestando por las calles de Londres: mi actitud es que eso no ha pasado, son fake news. Y punto.

Donald Trump es el representante más mediático de esa tendencia, pero no es el único. Y no es difícil encontrar esta actitud en multitud de políticos que optan por negar todo lo que les perjudique. “Ese señor del que usted me habla” es un buen ejemplo de esto. Porque no es la negación a la que estábamos acostumbrados hasta ahora; es una negación que le da la vuelta a la tortilla y dice que es una fabricación para atacarlos, que todo es un contubernio judeomasónico comunista internacional. Hasta el cambio climático y que la Tierra es redonda lo son. Eso es lo que critica Chernobyl. Y esa nueva versión rusa le está dando la razón.

Crítica: ‘Chernobyl’ termina sin dar ningún respiro
La miniserie de HBO ha sido el éxito sorpresa de la primaverafueradeseries.com

marina

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