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Lo de ‘Memorias de Idhún’: doblajes, followers, sinsentidos y fan-fiction

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Actores muy conocidos frente a las cámaras han puesto voz a los personajes. (Fuente: Netflix)

A ver: la movidita de Memorias de Idhún. En esta aún tierna crónica de los ajetreos de la ora paradisíaca, ora pestilente villa de las series animadas, es de recibo dejar constancia de las polémicas, sobre todo si revelan tanto de la serie afectada como ha ocurrido con Memorias de Idhún, la adaptación de las novelas de fantasía adolescente de Laura Gallego que Netflix ha producido (¿perpetrado?), con vista para sentencia el próximo 10 de septiembre. Y, como alcalde vuestro que soy, esa explicación que os debo os la voy a pagar.

Ocurre que, por lo que deja ver un tráiler lanzado hace unos días, el doblaje de la serie deja que desear. Vaya, que es malo. Algunas sentencias de voz engolada darían risa si no dejaran tan claro que la compañía, a la hora de seleccionar a los actores, ha priorizado otros aspectos (se barajan la fama, los followers…) sobre el que parece el más obvio e irrenunciable: el talento para doblar. Y subrayo que el tropezón lo da la compañía, porque Laura Gallego, en una jugarreta como pocas se han visto, no tardó en lavarse las manos en un comunicado publicado en su web en el que aclaraba que Netflix, haciendo oídos sordos a sus recomendaciones, había proclamado unilateralmente la victoria de lo diletante en lo que a dobladores se refiere.

Entre las gargantas elegidas para dar vida a las versiones ilustradas de los protagonistas de la epopeya (que acumuló tres entregas en papel, a cada cual más gordota) se encuentran las de actores que resultan más familiares por su trabajo ante las cámaras que a los micrófonos. Solo Michelle Jenner se salvó de la censura de Twitter; Itzan Escamilla (Élite) y Carlos Cuevas (Merlí) se llevaron la peor parte. Las intervenciones de ambos como, respectivamente, Jack y Alsan (siempre en el tráiler, eso sí, que la serie aún no la hemos visto) son más bien desafortunadas, y el fandom de Memorias de Idhún, que lo hay, como en todo, ha aprovechado para afear que sus candidaturas para los papeles estuvieran más apoyadas en la fama que en la especialización.

El tema se las trae. ¿Qué es el buen doblaje? ¿Qué tipo de doblaje exige y admite cada medio? En lo tocante a las series de imagen real nos gusta solazarnos en el capricho exquisito de la versión original, pero somos más anuentes para las voces de las series animadas. Además, ¿no es siempre malo el doblaje en animación? Malo en cuanto extraño, pues la yuxtaposición de voz humana e imágenes artificiales nunca acaba de resolver el turbador enigma, la discordancia entre sonido y fuente, eso que llamamos acúsmetro. La discusión es compleja, y requiere comentarios de vocación afín.

Eso hizo el periodista Pere Solà Gimferrer, de La Vanguardia, en su cuenta de Twitter: curtir el discurso aportando las cifras de seguidores en redes sociales de los controvertidos dobladores, que describían una funesta proporción inversa entre la presencia mediática y la pericia en el oficio. Consideró sensato intervenir uno de los damnificados, Cuevas, sugiriendo haber dedicado más horas al doblaje que el juntaletras al periodismo. Tamaño sinsentido aquel, pues a) Cuevas ha transitado principalmente el doblaje de imagen real (a veces sobre su propia voz, como en Merlí), que se parece al doblaje animado como un huevo a una castaña; y b) tiene cortas las patas la hipótesis de que la intención del analista era defenestrar, y no matizar informaciones o señalar una inercia sistémica. El mismo periodista lo detalla en este otro comunicado.

Sahumerios, peanes y lamentos

La disputa es estéril también como relato paralelo, porque aquí quien maneja el cotarro es otra gente. Los fans elevaron, por encima de aquellas réplicas resentidas de las que tanto eco se han hecho algunos medios, sahumerios, peanes y lamentos ante la posibilidad de que la serie de Memorias de Idhún resultara un fiasco, y sus gemidos conformarán el verdadero relato. Uno secuestrado, una verdad rehén donde la serie será, por encima de todo, lo que debía ser y nunca fue.

La fanática es una comunidad interpretativa paralela, que encuentra mensajes donde los demás no los vemos y roba y transforma los que no le gustan. Es una guerrilla, que decía Fiske. Y la guerrilla ya ha olido el fracaso en la adaptación de Netflix. Peor aún: el intrusismo. No han entendido la obra original, no son de los nuestros. Sin la bendición de la escritora y con los adeptos ya en plena escritura del fan-fiction que será la vida y muerte de la serie, la cosa no pinta bien. No en vano Morgan Cooper, autor iluminado de un tráiler paródico de una revisión dramática de El príncipe de Bel-Air, va a escribir, dirigir y producir el remake que Will Smith construirá a partir de su idea. Recordemos quién manda.

Así son los protagonistas de ‘Memorias de Idhún’
La adaptación animada del libro, a cargo de Netflix, deja ver a sus personajesfueradeseries.com

antonio

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