En la gran pantalla siempre se llevan las preciadas estatuillas aquellas películas, actores y actrices que nos han hecho sufrir cual Magdalena viendo crucificar a Cristo. Ejemplos hay los que queráis. Siempre preferimos ver cómo se ahogan en un barco en medio de la nada muertos de frío, cómo mueren millones de niños en Auswitch o cómo destrozan la vida a cualquier mujer, que aquellas películas que nos han hecho llorar pero a carcajada limpia. Cuando se habla de SERIES con mayúsculas, los dramas son también las que ganan la batalla en todas y cada una de las peleas a las que se enfrenten ya no a nivel de premios si no de reconocimiento. La comedia es un género difícil porque, aunque casi todos lloramos con lo mismo y sufrimos con las mismas penas, el humor es muy particular. Lo que a mí me hace reír, a mi marido le da vergüenza ajena y, cuando él llora de risa, yo lo miro perpleja ante tanta chorrada. Esto es así.
Por este motivo, he querido romper una lanza a favor de esas grandes olvidadas que son las comedias y, siendo más concreta, a las comedias blancas y suaves que no molestan a nadie. No puedo entrar en Community, The Big Bang Theory, New Girl o Parks & Recreation sin encontrarme detractores y seguidores, pero sí puedo hablar de La hora de Bill Cosby y sólo una minoría me leeréis extrañados. Lo primero es confesar que si soy seriéfila empedernida es gracias a este gran señor llamado William H. Cosby Jr.
No sé si sabéis que en USA es famoso desde los años 60. Él dice que se presentó a su primer casting sólo porque sus conocidos decían que era gracioso y que todos los que estaban presentes esperaban que contara algún chiste racial ya que su audiencia estaba compuesta sólo por hombres blancos. Sin embargo, tras pensarlo un momento, decidió hablar de su sorpresa al darse cuenta que habían abierto gimnasios de Kárate en cada esquina de Estados Unidos. Así es Bill Cosby. En España no tuvimos la suerte de conocerlo hasta 1986 cuando llegó, la que considero la mejor comedia familiar que se ha realizado hasta el momento: “La hora de Bill Cosby”.

Aunque es Doctorado en Educación, Máster en Artes y ex marine, Bill Cosby es cómico, un término difícil de definir pero que engloba perfectamente su trabajo. Sus álbumes de stand-up comedy son brillantes, los he escuchado una y otra vez en mis glamurosas horas de plancha, pero la caja tonta es lo que tiene y fue la que le dio la fama. Ahora a sus 76 años ha regresado a sus orígenes como como cómico con Far from finished y está soberbio. En esta ocasión, nos hace disfrutar durante dos horas subido en un escenario hablando de la gran diferencia entre novia y esposa. Te ríes a carcajadas y además no puedes dejar de darle la razón: “Una vez te casas ya no eres friend”.

Y es que Cosby suele basar su trabajo en su vida real. El show por el que fue tan conocido trata de la familia Huxtable y cuenta la dificultad que su mujer y él tenían a la hora de criar a sus 5 vástagos. A raíz de esta experiencia, incluso escribió un libro
que para mí es casi la biblia “ser padre” y lo recomiendo tengáis hijos o no. Las anécdotas que narra son tremendamente parecidas y, en ocasiones, iguales a las de la serie, y la conclusión a la que llega es simplemente maravillosa: si Dios no pudo controlar a Adán y Eva ¿quién eres tú para creer que puedes hacerlo mejor? La dificultad que entraña ser padre es la de la educación y en 24 minutos conseguía que pareciera menos duro de lo que es en realidad. Con tanta sencillez y dosis de humor lo cuenta, que he de reconocer que me ha ayudado mucho cuando no sé que hacer con mis mellizas y lo único que me viene a mi mente como soluciones, además de tirarme por el balcón, es la película: “Tú a Boston y yo a California” o mi versión mejorada “Vosotras aquí y yo a la China”.
Cuando la vi en los 80, quería pertenecer a esa familia donde te sometían a juicio en vez de castigarte y la ironía formaba parte de hacerte entender lo que habías hecho mal. Donde si querías usar una licuadora con 5 años tu padre te decía “esto es mío, mío, mío y sólo pueden tocarlo las manos que pertenecen a este cuerpo”. Donde si habías dejado la nevera abierta mucho tiempo para ver qué te apetecía comer, sonaban frases como: “he visto a un pingüino esta mañana y me ha dado recuerdos para ti”. Donde si te emborrachabas tus padres al día siguiente te ponían delante tequila para ver si seguías queriendo beber. Era una casa llena de cariño donde a los abuelos se les hacía un baile cada aniversario y donde los hermanos se ayudaban o mataban dependiendo del momento. Una casa donde podía encontrar a BB King tocando la guitarra en el salón. Una casa que era mucho más que una casa, era un hogar.
Ahora con la edad, siendo madre, revisionando la serie y leyendo de nuevo su libro, te das cuenta que lo único que hacían era sobrevivir a los ataques constantes de 5 hijos que les desquiciaban y lo conseguían con humor, complicidad en la pareja y muchas dosis de paciencia y cariño. Esta parte es muy difícil de ver en la televisión actual. Modern Family lo ha intentado pero para mí no tiene el encanto de La hora de Bill Cosby. La blancura y la suavidad con la que trataban los mismos problemas, han conseguido que perdure en el tiempo y que envejezca con dignidad al igual que su creador. Como La Hora de Bill Cosby me viene a la mente Las Chicas de Oro. Son comedias sencillas y grandes al mismo tiempo, series de premio, de olé, olé y olé, de reír a carcajada y de no importar si te gusta o no el género. Más tarde o más temprano te harán sonreír. Hay grandes comedias, son las más olvidadas en los rankings pero la vida está para disfrutarla y llorar menos, para olvidar que hay gente que degolla, masacra o se ahoga. Es el momento de cuestionarnos que las serpientes no suben escaleras y si llegan a los árboles es cuando se caen de los montes.
Pero si al final la encuentras en tu escalón pregúntale: Hola bonita… ¿has subido las escaleras tú solita? ¿Quién en su sano juicio no quería ser un Huxtable? A estas alturas del partido veo complicado cambiarme el apellido, porque ya le he cogido cariño y me conocéis así, pero mi dilema siempre ha sido … aunque me tuviese que poner los jerséis:
