JA Bayona / 20minutos.es
El tweet de JA Bayona (más de 40.000 seguidores) sobre el artículo de Zoom News, destacando únicamente el milagro económico de las subveniones al cine español.
Rafael Latorre analiza en su artículo en Zoom News los que considera los cinco “Mitos y leyendas de las subvenciones y ayudas públicas al cine español”. Me parece un buen artículo, detallado e informativo, del que discrepo en alguna que otra cosa. Y luego está el Mito 2:
Mito 2. El cine es un pozo sin fondo
En 2009 varios medios de comunicación se apresuraron a publicar el siguiente titular: “Las subvenciones al cine español superan ya la recaudación en taquilla”. Eso significaba, según algunos líderes de opinión, que lo que el Estado estaba haciendo no era una inversión sino caridad. No es cierto. El cine es una industria, con mejor o peor salud, pero una industria. Fuentes del sector aseguran que de cada euro invertido en cine se produce para el Estado un retorno de tres euros.
A uno, que es normal escéptico, le escama que el artículo no cite ningún estudio / informe / cuenta de la vieja en el que basar que “de cada euro invertido en cine se produce para el Estado un retorno de tres euros”, y que todo el peso del argumento (ojo, que es con lo único que JA Bayona entre otros se queda de todo el artículo) reside en que es lo que le transmiten “fuentes del sector”. Pero mejor aún es el siguiente párrafo:
El rodaje de una película genera una actividad ecónomica de la que se benefician otras empresas y el propio Estado mediante impuestos Las ayudas directas suponen como máximo un tercio del coste de una película. Es cierto que una película puede llegar a recaudar menos dinero que el aportado por una subvención. Pero el rodaje y comercialización de dicha película ha generado una actividad ecónomica de la que se benefician otras empresas (desde seguros hasta alquiler de grúas pasando por hoteles y transporte) y el propio Estado mediante impuestos.
Así que nos habíamos quedado cortos: no sólo la subvención beneficia al Estado, permitiéndole recaudar ni nada más ni nada menos que tres euros por cada euro en forma de impuestos según las “fuentes del sector”, sino que al mismo tiempo genera “una actividad económica de la que se benefician otras empresas”. Donde había uno, ya no sólo hay tres: hay mucho más. Hete aquí que tenemos el milagro de los panes y los peces entre nosotros, y aquí estábamos, con 6 millones de parados y sin enterarnos…
Desgraciadamente, la idea de que la subvención crea milagrosamente tres veces más dinero es una falacia. Más aún, es una antigua falacia, que fue refutada hace más de 150 años por Frédéric Bastiat en su genial “Lo que se ve y lo que no se ve”.
Vale la pena leer todo el artículo, aunque sirva este resumen rápido: La tesis de Bastiat es que para analizar la bondad económica de un acto, no basta con observar los efectos positivos que para un único agente o grupo tiene una determinada acción (lo que se ve), sino que es siempre preciso compararla con el efecto que tiene en la sociedad en su conjunto y la que tendría de no haberse producido (lo que no se ve).
Una vez expuesta esta idea con su célebre Parábola del Cristal Roto en el apartado I, Bastiat aplica este principio a diversos ámbitos de la vida pública por los que había polemizado en la Asamble Nacional. Entre ellos, el apartado IV. se titula “Teatro, Bellas Artes”, donde Bastiat recoge la opinión de un tal Sr. Lamartine que podría perfectamente pasar por una de nuestras ”fuentes del sector”:
Los placeres de París son el trabajo y el consumo de los departamentos, y los lujos del rico son el salario y el pan de doscientos mil obreros de toda clase, que viven de la tan diversa industria de teatros sobre la superficie de la República, y reciben de esos placeres nobles, que instruyen a Francia, el alimento para su vida y las necesidades de sus familias e hijos. Es a ellos a los que dais los 60,000 francos. (¡Muy bien! ¡muy bien!, numerosas manifestaciones de aprobación)
A lo que Bastiat responde:
Yo estoy obligado a decir: ¡muy mal! ¡muy mal! restringiendo, por supuesto, el alcance del juicio al argumento económico del que es aquí cuestión. Sí, es a los obreros del teatro que irán, al menos en parte, los 60,000 francos de los que se trata. Algunas migajas podrán apartarse del camino. Incluso, si escrutamos de cerca la cosa, quizá descubramos que el pastel tomará otro camino; ¡felices los obreros si les quedan aunque sea unas migajas! Pero admitamos que la subvención entera irá a los pintores, decoradores, costureros, peluqueros, etc. Esto es lo que se ve. Pero, ¿de dónde viene? he aquí el reverso de la cuestión, tan importante su examen como el del anverso. ¿Dónde esta la fuente de los 60,000 francos?(…) (a)l contribuyente al que se le ha cobrado un impuesto de un franco, no dispondrá de ese franco. Será privado de una satisfacción en la medida de un franco, y el obrero, el que sea, que la habría procurado, será privado en la misma medida de su salario.
Bastiat primero pone el asunto en perspectiva: la subvención es dinero que ha salido de los impuestos, y por tanto, que se ha sustraido a alguien a quien ahora ya no se le permite gastarlo.
¿Se dirá que sustituye un genero de satisfacción y de trabajo por satisfacciones y trabajos más urgentes, más morales, más razonables? Yo podría luchar en este terreno. Yo podría decir: Quitando 60,000 francos a los contribuyentes, ustedes disminuyen los salarios de agricultores, obreros, carpinteros, herreros, y aumentan otro tanto los salarios de cantantes, peluqueros, decoradores y costureros. Nada prueba que esta última clase sea menos interesante que la otra. El Sr. Lamartine no responde. Dice que el trabajo de los teatros es tan fecundo, tan productivo (y no más) como cualquier otro, lo que podría ser rebatido; ya que la prueba de que el segundo no es tan productivo como el primero es que éste es obligado a subvencionar aquél.
Si la industria cinematrográfica es capaz de generar el beneficio que indican las “fuentes del sector”, ¿cómo es posible que los inversores no huyan en masa de otras industrias y se vuelquen a hacer cine en España? Porque como ocurria con los teatros del Paris de Bastiat, “la prueba de que el segundo no es tan productivo como el primero es que éste es obligado a subvencionar aquél”
Pero esta comparación entre la valor y el mérito intrínseco de las diversas formas de trabajo no entra en mi presente tesis. Todo lo que tengo que hacer aquí es mostrar que si el Sr. Lamartine y las personas que han aplaudido su argumentación han visto, con el ojo izquierdo, los salarios ganados por los proveedores de los comediantes, deberían haber visto, con el ojo derecho, los salarios perdidos por los proveedores de los contribuyentes; y por no haberlo hecho, se han expuesto al ridículo de tomar un desplazamiento por una ganancia. Si fueran consecuentes con su doctrina, pedirían subvenciones hasta el infinito; ya que lo que es cierto para un franco y para 60,000, es cierto, en idénticas circunstancias, para un millardo de francos.
Si tenemos una industria donde por cada euro que subvencionamos se recuperan tres en forma de impuestos, ¿cómo es posible que a ningún Gobierno -ni el Central, ni ninguno de los 17 Autonómicos, ni ninguna de las 50 Diputaciones, ni Ceuta, ni Melilla, ni ninguno de los 8.117 municipios– haya decidido gastar hasta el último céntimo del que dispongan en él? ¿Ni una sola mente inteligente tenemos en el País? No, simplemente, como remata Bastiat:
Cuando se trata de impuestos, señores, prueben su utilidad con razones de fundamento, pero no con este desafortunado aserto: “Los gastos públicos hacen vivir a la clase obrera”. Contiene el error de disimular un hecho esencial, a saber que los gastos públicos sustituyen siempre a gastos privados, y que, en consecuencia, hacen en efecto vivir a un obrero en vez de a otro, pero no añaden nada al conjunto de la clase obrera. Su argumentación está muy a la moda, pero es demasiado absurda, para que la razón no tenga razón.