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Más que series, esto son “caramelos visuales”

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Imágenes de ‘Legión’, ‘Riverdale’, ‘American Gods’ y ‘Mr. Robot’.

Lo que una serie cuenta no es lo único importante en sus episodios. No basta con que su trama enganche o que sus personajes estén bien definidos, o que tenga diálogos ingeniosos. También es clave cómo cuenta esa historia. El aspecto semidocumental de Friday Night Lights, por ejemplo, contribuía a crear en el espectador la sensación de que estaba asistiendo, de primera mano, a las vidas de todos aquellos chicos. La fotografía oscura y la ambientación cuidadísima de La peste nos sumergen en la Sevilla del siglo XVI de un modo tal, que parece que podamos oler sus calles. El nervio y el rodaje cámara en mano de The Knick hace que ese Nueva York de 1900 esté mucho más cerca de la audiencia del siglo XXI.

Entre las series en emisión actualmente hay unas cuantas para las que la forma es tan importante, o más, que el fondo, que consideran que cómo se cuenta una historia es igual de fundamental que dicha historia. Y que van más allá que optar por una fotografía de colores saturados para dejar claro que transcurren en una ciudad muy calurosa, como solía hacer CSI: Miami.

Estos títulos entran directamente en la categoría de “caramelos visuales”; la manera en la que encuadran a sus personajes, juegan con la iluminación e imprimen una personalidad a sus planos ofrece un disfrute que añade una capa extra a, simplemente, seguir la trama y tener curiosidad por cómo va a terminar la temporada.

‘Legión’

Noah Hawley y FX revolucionaron las series de superhéroes dando a las peripecias de David Haller una personalidad visual muy destacada, que bebe de todo tipo de fuentes desde las películas de Wes Anderson y Stanley Kubrick a las viñetas que Bill Sienkewicz dibujó para los cómics de X-Men donde apareció por primera vez este poderoso mutante, hijo del profesor X, y con algunos problemas para distinguir lo que es real de lo que sólo está pasando en su cabeza.

Legión marca las ensoñaciones y experiencias extrasensoriales con las barras negras del Cinemascope, alterando ligeramente la relación de aspecto de las imágenes, y evita que sus planos sean, simplemente, meros encuadres de sus personajes. La percepción de la realidad ligeramente aumentada de David se traslada a toda la serie, y su particular look ha hecho también que se gane fama de ser difícil de seguir porque los referentes visuales que utiliza cambian constantemente.

‘Riverdale’

Riverdale tenía un objetivo muy claro cuando se estrenó; actualizar unos cómics que llevan publicándose más de 70 años y que el público estadounidense tiene asociados a una imagen idílica y casta de los pueblos pequeños y de los jóvenes. Para conseguirlo, no sólo introdujo tramas sobre asesinatos, sexo y organizaciones criminales, sino que convirtió todos los capítulos en festines visuales que llevan un paso más allá un peculiar cruce entre los melodramas de los 50 y el cine de terror de la Hammer.

El interior del diner Pop’s, por ejemplo, casi siempre se muestra de noche y bañado en unos intensos colores rojizos y azules; en el instituto hay una bruma perenne y la casa de los Blossom parece sacada de un cuento gótico de fantasmas. Su aspecto, la textura de sus imágenes, eleva Riverdale de ser un mero culebrón adolescente. Es un culebrón adolescente que quiere lucir mejor que ningún otro hecho antes.

Cuando ‘Riverdale’ convirtió a Archie en ‘Uno de los nuestros’
La serie es una mina de referencias pop en su segunda temporadafueradeseries.com

‘American Gods’

Ninguna serie de Bryan Fuller es aburrida visualmente. Desde la primera, Wonderfalls, todas apuestan por tener una personalidad muy marcada, que se nota en su uso de los colores, la composición de sus planos o la inclusión de elementos que contribuyan a crear una realidad paralela en la que sólo puede existir esa serie en concreto.

En el caso de American Gods, la estética de su primera temporada potencia el lado fantástico de las actividades de los dioses en la tierra. Se aprovechan sus poderes para introducir a su protagonista, Shadow Moon, en un mundo completamente diferente del que conocía, y cada dios lleva consigo una estética diferente. No es lo mismo el aspecto de comedia de alta sociedad de Pascua que el entorno tecnológico de Chico Técnico.

‘Mr. Robot’

El aspecto de Mr. Robot viene heredado del cine indie estadounidense y, en lugar de apostar por una fotografía extrema o toques de surrealismo artístico, como si fuera Twin Peaks, lo que hacen Sam Esmail y sus colaboradores en jugar con los encuadres y la composición de los planos. Buscan transmitir al espectador la sensación de aislamiento y soledad de todos sus personajes y, al mismo tiempo, acrecentar también la paranoia que sufre Elliot.

Los personajes en la parte baja del plano, con un montón de aire por encima de ellos, tienen además otro objetivo; mostrar la opresión de ese sistema contra el que todos quieren rebelarse. La serie se ha permitido, igualmente, digresiones un poco más arriesgadas para enseñar el confuso estado mental de su protagonista, como aquella parodia de una sitcom familiar de los 80.

Hay otras series en emisión que despliegan también un look muy concreto, aunque no sea tan extremo como en estos cuatro ejemplos. The Handmaid’s Tale, por ejemplo, se mira en cuadros como los de Vermeer para construir la fachada falsamente ordenada y apacible de Gilead, mientras Peaky Blinders juega con los códigos del género de gángsters y con una iluminación muy contrastada.

marina

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