Valla publicitaria de Netflix con motivo del Orgullo 2020. (Fuente: FDS)
El otro día cogí el metro en Chueca y entre los carteles promocionales de Netflix que se han apropiado de la estación me llamó la atención este que encabeza el artículo. “¿Han añadido a LGTBQ la A de “Asesino” y no me he enterado?”, pensé al ver a Polo de Élite elevado a la categoría de icono bisexual. La elección me resultó curiosa en principio, pero mientras esperaba a que llegase mi tren fui llegando a la conclusión de que hay que reivindicarle.
Cuando hablamos de la representación de personajes femeninos, decimos que lo feminista no es solo que sean ejemplares y modélicos, sino que el verdadero paso adelante es que las mujeres puedan ser tanto santas como demonios, heroínas o villanas, y una infinidad de matices entre un polo y el otro, que las hagan realistas y las alejen de los clichés. Por eso aplaudimos tanto a Villanelle, por ejemplo, en la primera temporada de Killing Eve. Y con los personajes LGTBQ debe pasar lo mismo.
La representación, afortunadamente, ya no pasa necesariamente por el drama episódico, el trauma, la muerte inevitable, la ridiculización y otros tropos manidos. Tampoco tiene que ser la identidad de género o la orientación el centro, o único pilar, del personaje. Las vidas ficticias LGTBQ son cada vez más variadas, matizadas y diversas, y entonces ahí cabe de todo: desde una chica trans de buen corazón (Blanca, te queremos) a un asesino bisexual que tiene una relación a tres.
Lo de Polo en Élite es interesante por dos cuestiones. Primero porque su tenebrosa existencia contrasta con la de otros dos personajes, Ander y Omar, cuya proyección siempre es luminosa a pesar de que haya baches en sus caminos; están hechos para gustar, para que les queramos, para ser shippeados, mientras que Polo es mezquino casi desde el principio de la serie (mimado, manipulador, mentiroso y… ya sabéis lo que le hizo a Marina). Pero, además de eso, es interesante analizar cómo la sexualidad de Polo no causa ni influye en esas características negativas del personaje.
En otra época y otra serie, Polo quizás habría sido un asesino motivado por los traumas de su sexualidad. Pero Polo no está atormentado por eso, sino que el camino de descubrimiento de que no solo le gustan las chicas sino también los chicos se vive de una forma muy natural, pasando de la curiosidad a la normalización, de cuando no le pone nombre hasta aquel despreocupado “puede ser que lo sea” hablando con Ander. Y, de hecho, el amor y el sexo es la parte más inocente y casi redentora de su historia.
¿Que Polo es, además de un icono bisexual, un asesino? Sí, pero son dos cosas diferentes. La A no entra en la ristra de siglas del colectivo LGTBQ, pero Polo sí.
Insisto: necesitamos #LuYork como spin-off de ‘Élite’
¿Quién no pensó al final de la tercera temporada que esto DEBE pasar?fueradeseries.com