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Por qué ‘Fariña’ puede ser la próxima ‘La casa de papel’

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Javier Rey, como Sito Miñanco en ‘Fariña’. (Fuente: Atresmedia)

En lugar de atracadores que asaltan la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre con monos rojos y caretas de Dalí, Netflix recibirá en agosto a pilotos de planeadora y braceiros con bigote, chaquetas de ante y cruces doradas al cuello. El viernes 3 se lanzará internacionalmente en la plataforma Fariña, la serie de Antena 3 sobre la entrada de la cocaína en Europa a través de Galicia. En cuanto a contenido licenciado, va a ser el gran estreno de ficción española de Netflix después de La casa de papel, y tiene el mismo potencial para convertirse en un nuevo fenómeno.

Durante su emisión original en televisión, logró congregar buenas cifras de audiencia en sus primeros capítulos, superando ampliamente los tres millones de espectadores y, en sus dos episodios de estreno, hasta el 20% de share. La crítica se puso de su lado rápidamente, destacando su ritmo, su cuidada producción y ambientación y a sus actores, encabezados por un Javier Rey que se ha consagrado con este proyecto.

Incluso en el último tramo de su temporada, cuando las audiencias en directo fueron bajando, el entusiasmo por Fariña no flaqueó y, de hecho, se extendió la sensación de que su camino internacional pinta muy bien. ¿Por qué?

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Hay varias razones para sospecharlo. Una de ellas es que su historia engancha. No es un thriller con giros inesperados como La casa de papel, pero tiene a su favor una realidad que no siempre es como nos la imaginamos. Fariña, que adapta un libro de Nacho Carretero, nos lleva a las rías gallegas a principios de los 80, cuando gran parte de los jóvenes del lugar ha abandonado la pesca, que sólo da sinsabores, por el contrabando de tabaco, mucho más lucrativo.

Los capos del negocio funcionan agrupados en una cooperativa, compartiendo sus ganancias y solucionando sus problemas allí, alrededor de una mesa de restaurante. Así se evitan guerras violentas y, por lo tanto, les resulta más fácil eludir a la ley. Además, el contrabando de tabaco sólo es falta administrativa; no hay necesidad de dar excusas a la policía para que los investigue. Esta no es la manera en la que operan los carteles de Narcos, la serie con la que más se la ha comparado.

Pero una y otra se complementan de alguna manera. Los contactos de Sito Miñanco para introducir la cocaína son, precisamente, los del cartel de Medellín que lideraba Pablo Escobar.

Fariña, no obstante, mantiene su foco en lo local, en la gran zona de influencia de los capos en las Rias Baixas: además de estar bien vistos por la población porque daban trabajo y ayudaban a sus pueblos, tenían comprada a la guardia civil y se llevaban bien con las instituciones regionales. A nadie le parecía que el contrabando de tabaco hiciera demasiado daño. Las cosas cambiaron en cuanto las cajetillas se cambiaron por fardos de cocaína, de la fariña (harina en gallego) del título.

La serie utiliza a Sito Miñanco como eje de su historia. Arranca en 1981, cuando Sito entra en la órbita de la cooperativa de contrabandistas dirigida por Terito, y llega hasta la Operación Nécora que, ya en 1990, aspiraba a descabezar todo aquel entramado y evitar que Galicia se convirtiera en un territorio sin más ley que la de los capos.

Un momento del rodaje de ‘Fariña’ en Galicia. (Fuente: Atresmedia)

Desde el primer minuto del primer episodio se presenta la Operación Nécora como el horizonte al que se dirige todo. Que la serie se abra con las detenciones de unos delincuentes que no pueden creer que de verdad los estén arrestando ya sitúa al espectador ante el tipo de historia que va a ver: no sólo se mostrará el ascenso de Sito Miñanco o cómo ejercían su poder los contrabandistas, sino que parte de la trama se centrará en el policía que se pasa años detrás de ellos, buscando resquicios por los que poder acusarles de algo y enfrentándose a una estructura social e institucional que los toleraba y, en ocasiones, hasta los apoyaba.

El ritmo al que transcurre Fariña (cada episodio es un año), las personalidades de los capos (desde los violentos Charlines hasta ese Terito que apuesta por el “Virgencita, que me quede como estoy”), el carisma de un Sito que, inicialmente, sólo quiere que le respeten en su pueblo, cómo los estragos de la droga acaban volviendo a la gente contra los narcos, las enormes dificultades del policía para sacar adelante su investigación porque, además, todos, agentes de la ley y delincuentes, han compartido pupitre en el colegio, o son familia, o son colegas del equipo de fútbol o sus padres faenaban juntos.

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El carisma de unos personajes a los que se intenta no idealizar y la clásica historia de ascenso y caída (o semi caída) ayuda a que sea una serie a la que es fácil engancharse. La atmósfera de la zona en aquellos años está muy lograda y, aunque creamos que ya lo hemos visto todo en historias de narcos, Fariña tiene algunos detalles que la hacen diferente, como el papel de algunas mujeres o que sus capos intentan evitar la violencia siempre que pueden.

Fariña tiene todos los ingredientes para que su carrera internacional en Netflix sea exitosa.

‘Fariña’ está disponible al completo en la opción de suscripción de Atresplayer y el 3 de agosto lo estará en Netflix.

marina

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