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¿Y cómo quedará el mundo (de las series) tras la crisis del coronavirus?

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Danna Paola y Jorge López en el “Élite Tour” por España. (Fuente: Twitter)

Reconozco que en estos días de horas vacías interminables uno de mis pasatiempos favoritos es imaginar escenarios posibles del mundo poscoronavírico. Los hay optimistas que piensan que todo volverá a ser como antes en un par de semanas, pero yo creo que tardaremos mucho en retomar la normalidad, si es que esta no ha mutado para siempre. Imagino si iremos de vacaciones o no este verano, cuándo asistiremos a conciertos o si esta será la estocada final para unas salas de cine condenadas a extinguirse.

Aclaro que estas cavilaciones son, como decía antes, mero pasatiempo para distraer la mente. Ejercicios de imaginación que, en ningún caso pueden tomarse como un análisis serio, ni siquiera si entro en el tema de las series en el que supuestamente soy experto (“Falsa gurú”, susurra a mi oído Noemí Argüelles). Todo es conjetura, porque no hemos vivido una situación similar con la que trazar paralelismos ni tenemos una bola de cristal a mano. Pero si queréis jugar conmigo, jugamos.

Leía hoy a un productor televisivo, César Benítez, decir que el sector audiovisual sería uno de los primeros en recuperarse. Y puede que tenga razón. En cuanto se pueda, los rodajes volverán a ponerse en marcha y, mientras tanto, ya hay muchos equipos de posproducción trabajando desde casa para montar las series que estaban ya grabadas, que no son pocas. Hay material para aguantar, quizás dosificando los títulos un poco más, durante varios meses. Por poner un ejemplo, Movistar+ ya tenía prácticamente lista su parrilla de series originales de 2020 (con alguna posible variación hacia final de año).

El sector ha vivido un frenazo en seco y su consiguiente hibernación, pero creo que el despertar será más rápido que en otros sectores (lo imposible es saber en qué mes sucederá) ya que el confinamiento y el posconfianmiento piden muchas más series para llenar los catálogos. Porque, afortunadamente para el sector, la mayor parte de quienes ahora desarrollan, pagan y emiten las series no dependen de la publicidad sino del modelo de suscripción. Si esta crisis nos hubiese pillado sin plataformas, con solo las televisiones en abierto produciendo ficción, sí estaríamos ante una crisis tan grave como la de 2008, cuando se redujo drásticamente el número de series nacionales en favor de entretenimiento barato. Lo que sí puede pasar es que, tal vez, la crisis publicitaria deje fuera de juego (más aún) a las televisiones privadas en abierto.

Pero, más allá de las decisiones de los despachos (que ahora se toman por videoconferencia y vestidos de calle solo de cintura para arriba), lo que está por ver es cómo será la vuelta al curro. Cómo se moverá el equipo técnico por el plató para respetar las distancias de seguridad o cómo interactuarán los actores que no pueden llevar mascarilla ni guantes en un serial romántico o en un drama de época del siglo de Oro. “Probablemente no veáis tantos besos y abrazos”, decía en el Gran Angular de esta semana Borja González Santaolalla (Amar es para siempre) al respecto. Qué medidas hay que tomar para que un morreo en la ficción sea seguro en la vida real es una buena pregunta. También me pregunto si las tramas reflejarán una sociedad poscrisis o harán como si nada.

Y luego está el tema de la promoción y de nuestro trabajo como periodistas. Me decía Alberto Rey que eso de irse a otro país a ver un rodaje de una serie (y tocar el set y hablar con las estrellas a un palmo de distancia) probablemente no lo catemos más. Me viene a la cabeza, por ejemplo, la visita al rodaje de El internado: Las cumbres que íbamos a hacer en la misma semana que saltó la liebre del confinamiento y que probablemente ya nunca se retome. O ese último junket, el de Élite, al que entrábamos saludando a los actores con la mano y dos besos como si nada (¡con Miguel Bernardeu recién llegado de Milán, además!) y que precedió a un baño de masas de ellos en eventos por todo el país (aquel “Élite Tour”) donde tocaban, abrazaban y se hacían selfis con sus fans. Me parece impensable algo así en lo que queda de 2020… y veremos.

Me acuerdo también de cuando Iain Armitage (el prota de El joven Sheldon) no quiso saludar con un apretón de manos a mi amigo, el periodista Pere Solà, “por los gérmenes”. Parece que, como su personaje, era más listo que nadie.

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alvaro

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