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Todo lo que aprendimos sobre la televisión con estas seis series ambientadas entre bambalinas

Los protagonistas de ’30 Rock’. (Fuente: NBC)

Mañana, sábado 21 de noviembre, se celebra el Día Mundial de la Televisión. Y aunque cuando las Naciones Unidas lo proclamó, en 1996, fue con la sana intención de promover el intercambio mundial de programas sobre paz, seguridad, desarrollo económico y cuestiones sociales y culturales, nosotros queremos dedicárselo a esas producciones que nos han enseñado qué hay detrás de las cámaras.

La tradición metatelevisiva no es algo nuevo en el universo de las ficciones seriadas, y ya en los años sesenta La chica de la tele contó a los hogares estadounidenses los entresijos de un programa de noticias de la mano de Mary Tyler Moore. Pero, en lo que va de siglo, han sido muchas las producciones que han apostado por la pequeña pantalla como eje central de sus historias, para desvelar qué hay detrás de un programa informativo, un reality o un late show. Estas son nuestras favoritas.

El reloj nunca se detiene en ‘Studio 60’

Con un arranque que homenajeaba la sátira de Sydney Lumet, Network, la serie de Aaron Sorkin ambientada en un programa similar al Saturday Night Live dio muestras de un enorme potencial en sus primeros episodios, pero ni siquiera eso le sirvió para librarse de ser cancelada con tan solo una temporada. Y es que en el año de su estreno, 2006, la NBC tenía más de una serie metatelevisiva en parrilla y la que ganó la batalla (que es la siguiente en nuestra lista) era menos incómoda y más cómica. Y, al contrario que Sorkin, se enredaba menos en tramas que no sabía cómo culminar.

Protagonizada por Matthew Perry, Bradley Withford y Amanda Peet, y con unos números musicales que te hacían levantarte del sofá para aplaudir, Studio 60 reflejó al estilo del creador los intereses económicos que mueven a las cadenas, los de los anunciantes, la exposición mediática a la que se ven sometidos intérpretes y creadores, que él mismo vivió, y las dificultades que viven las mujeres para hacerse un hueco en la profesión, ya sea en la sala de guionistas o en el plató. Todo eso, además de la inagotable presión que produce que tras un programa siempre viene otro. Tan ausente de nuestras plataformas como la predecesora metatelevisiva de Sorkin, Sports Night, Studio 60 tiene unos capítulos dobles que son unas odas al medio que todo el mundo debería ver.

Liz Lemon forever

La principal competidora de Studio 60, además de ella misma, fue 30 Rock, o Rockefeller Plaza cuando decidimos maltratarla por aquí. Creada y protagonizada por Tina Fey e inspirada por los años que ella misma trabajó en el Saturday Night Live, narra la historia de Liz Lemon al frente de un programa que debe cambiar de nombre cuando el nuevo ejecutivo de la cadena decide contratar una nueva estrella que, cómo no, es un hombre. Una producción que se mantuvo en antena durante siete temporadas y que, además de ofrecer un ácido retrato de las estrellas del medio y una imagen poco favorecedora de los guionistas, le regaló a Alec Baldwin uno de sus mejores papeles. Y a nosotros algunos de los mejores momentos de la comedia televisiva de los últimos años.

Esta Murphy Brown moderna, que debe hacer malabares para sacar adelante un programa semanal, no está sola ante el peligro y para contrarrestar los personajes más rebeldes cuenta con unos secundarios tan bonitos como inolvidables. Y con tramas tan divertidas y originales que, por mucho tiempo que pase, permanecen en tu memoria. Porque la burbuja de los guapos, la dureza de la semana cuando ya es miércoles y el cine independiente y rural son momentos que dejan huella. Y, como su predecesora en esta lista, tiene entre sus 139 episodios verdaderas cartas de amor al medio, destacando especialmente los que se hicieron en vivo.

‘Episodes’ o cómo sobrevivir al pelotazo

Una de las producciones más metatelevisivas del medio fue Episodes (2011), en la que Matt LeBlanc se interpretaba a sí mismo tratando de pasar página después del éxito de Friends y seguir con su carrera televisiva. Las ofertas son muchas, pero cuando llegas a lo más alto no sirve cualquier cosa. Hasta que se ve obligado a aceptar papeles que no le llevarán a la gloria, pero sí le permitirán sobrevivir.

LeBlanc no está solo en su nueva aventura televisiva y le acompañan dos guionistas británicos que también dan su propio pelotazo, Sean y Beverly, que ganan un BAFTA y reciben una oferta de la televisión norteamericana para adaptar su serie en aquel país. Una propuesta muy atractiva de partida, especialmente en lo que se refiere a lo económico, que sin embargo deja de serlo muy pronto.

Porque mientras Leblanc hace bueno el refrán de “cría fama y échate a dormir” (a pesar de sus malos momentos), gracias a los guionistas descubrimos que no es lo mismo hacer la serie que quieres que la serie que puedes y que todo aquel que no sea una estrella está obligado a cumplir con los deseos de la cadena que pone la pasta. Una comedia tan amarga como entrañable, que nos lleva a plantearnos qué se esconde en realidad detrás de cada “fulanito vuelve a la televisión” y dentro de cada sufrido guionista.

‘The Hour’: el poder siempre está ahí

En 2011 BBC apostó por lo que mejor sabe hacer, las series históricas, y con el nombre de The Hour la trasladó a un magacín televisivo ficticio de mediados de los años 50. Fue una propuesta a la que muchos llamaron “la Mad Men televisiva”, por su cuidada ambientación y que, a pesar de que su narrativa era muy interesante, apenas logró despertar el interés del público.

Creada por Abi Morgan (River) y con Dominc West, Romola Garai y Ben Wishaw como protagonistas, a lo largo de sus dos temporadas The Hour narra el peligroso control al que los medios se ven sometidos por el poder, que muchas veces detienen sus investigaciones o, simplemente, levantan un teléfono para amenazar con graves consecuencias si su último descubrimiento sale a la luz. Una historia ambientada hace más de cincuenta años, pero que en todo ese tiempo no ha perdido vigencia y aún hoy sigue siendo un tema que interesa a los creadores de series.

En los realities también tienen corazón (no mucho)

Creíamos que nos quedaba poco por ver en el género de la metatelevisión cuando en 2015 el canal Lifetime se lanzó a llevar a la pantalla el género más criticado y más exitoso del medio: la telerrealidad. Creada por Sarah Gertrude Shapiro y Marti Noxon, UnReal se basa en el corto dirigido por la primera y en sus experiencias como productora en un reality norteamericano. Y, aunque sus últimas temporadas perdieron encanto y audiencia, su arranque fue un demoledor retrato de las motivaciones y los entresijos de los programas que, supuestamente, cuentan “la realidad” de un entorno concreto.

En esta ocasión, la ficción se centra en un programa que busca a la mujer que se casará con un apuesto hombre que trata de mejorar su imagen a través del concurso (inspirado en The Bachelor). Mientras que las concursantes van a darlo todo para convertirse en la ganadora y futura “señora de”, el espectador no tarda en descubrir que, en realidad, todo está en manos de la ambiciosa productora ejecutiva Quinn King y de la joven productora Rachel Goldberg. Esta última es una mujer con demasiados sentimientos como para salir indemne de esa jungla de intereses y audiencias.

Tan cruel como adictiva, UnReal es una producción imprescindible para los aficionados al género, pero también para aquellos que lo detestan. Porque siempre es bonito descubrir que el enemigo puede ser peor de lo que te imaginas.

‘Quiz’ y los locos por la tele

Si algo nos ha quedado claro durante todos estos años de series metatelevisivas es que el éxito de audiencias es fundamental, por razones muy diversas, para directivos, creadores, guionistas y presentadores. Pero ¿qué pasa con el éxito del espectador? Pues que también se merecen su momento de gloria y lo puede encontrar en uno de los géneros más educativos y divertidos de la pequeña pantalla, los concursos. Aunque ellos, a veces, también hagan trampas.

Ha sido este 2020 cuando la cadena ITV ha llevado a la televisión el escándalo que diecinueve años antes sorprendió a todo el país, después de que el mayor de la Armada Charles Ingram se hiciese con el bote de uno de los concursos más conocidos del mundo, ¿Quién quiere ser millonario?, rodeado de dudas sobre la honradez de su participación. Con el título de Quiz, esta miniserie de tres episodios dirigida por Stephen Frears nos cuenta con mucho ritmo y sentido del humor el caso que llevó a algunos creadores de programas a replantearse su trabajo, puso en cuestión la dinámica de esta lucrativa forma de entretenimiento y, sobre todo, reveló el poder que ejerce sobre los espectadores la posibilidad de convertirse en millonario formando parte de la televisión unos minutos.

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