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‘Día a día’ va más allá de los prejuicios hacia las “risas enlatadas”

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Una imagen de la segunda temporada de ‘Día a día’. (Fuente: Mike Yarish/Netflix)

Hay pocas series que despierten más prejuicios que las sitcom multicámara. Durante décadas fueron los ladrillos sobre los que se construían las parrillas de las cadenas estadounidenses, sus series más populares, pero el formato fue quedándose anticuado y, durante mucho tiempo, ha estado asociado a un humor casi rancio y “viejuno”. La iluminación, los escenarios tan evidentemente de plató, las risas del público que asiste en directo a las grabaciones, el estilo de interpretación… Todo eso ha ido creándoles una reputación de que no pueden competir con las que se consideran las series de prestigio.

Sin embargo, las comedias multicámara pueden tener otras virtudes, muchas de ellas centradas en la química que los actores desarrollan entre ellos. Y, en el caso de Día a día, también en el enorme corazón que tiene la serie. La serie regresa a Netflix con una segunda temporada que debería poder superar los prejuicios existentes hacia estas sitcom.

Porque Día a día es una buena comedia. No es sofisticada visualmente ni tiene pretensiones trascendentales; es más sencilla y, al mismo tiempo, puede resultar igualmente compleja. Su lema viene marcado por el estilo del creador de la serie de los 70 que actualiza, Norman Lear, alguien que utilizaba las comedias familiares para hablar sobre los temas que más preocupaban a la sociedad del momento. Lo hacía a través de asuntos muy personales para sus personajes, y justo por eso podían ser universales.

La nueva Día a día tiene como protagonista a una familia latina; la abuela emigró de Cuba cuando sólo era una niña, y es bastante habitual que en sus conversaciones se cuelen frases en español. Su hija, ex enfermera militar, está separada de su marido y tiene que encargarse ella sola de sus dos hijos adolescentes, y viven en un apartamento en Los Ángeles cuyo casero es un cuarentón hipster soltero que está siempre pasando el rato en su casa.

Este punto de partida permite a la serie tocar muchos asuntos que no es tan habitual ver reflejados en la televisión estadounidense: la dificultad para que los inmigrantes se integren en una cultura que no les hace demasiado caso, mientras intentan no perder sus raíces; las secuelas que deja haber sido soldado en una zona de guerra… La primera temporada recibió muchos elogios por el tratamiento de la salida del armario de uno de los hijos, sobre todo porque se dedicaba también mucha atención a los complicados sentimientos que eso despertaba en Penélope.

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La manera que ella tiene de procesarlos es hablando, que es el modus operandi de Día a día para afrontar esos debates. Los personajes se cuentan sus preocupaciones, asumen cada uno una postura diferente y hablan sobre ellas. Lo más habitual es que, al final, uno de ellos reconozca que esa postura no lo deja en buen lugar y se dé cuenta de que aún tiene muchas cosas que aprender. Lo que es una buena directriz para la vida diaria.

Rita Moreno y Todd Grinell, en la segunda temporada. (Fuente: Mike Yarish/Netflix)

La enorme capacidad para emocionar de Día a día es lo que la hace destacar. Es el cariño con el que trata a sus personajes y cómo hasta sus chistes más básicos resultan muy graciosos simplemente por la manera en la que, por ejemplo, Rita Moreno puede decir “red lipstick is for putas”. Es un lugar feliz que puede no ser tan innovador como The Good Place, pero que sabe bien lo que está haciendo.

Busca las maneras más emocionalmente realistas de contar sus historias. Y también se permite a veces pequeños experimentos; en la primera temporada hay un capítulo entero construido alrededor de una llamada de teléfono en espera, que sirve de excusa para que todos los personajes acaben contando secretos que no dirían en voz alta. Utiliza todos los trucos más clásicos del género y les da nueva vida porque, aunque no lo parezca, intenta no quedarse atascada en los clichés habituales de estas sitcom. Sobre todo, se sale muy conscientemente de las concepciones más apolilladas de lo que es una familia.

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Día a día tiene el inconveniente para muchos espectadores de su formato. Las risas del público (ese concepto de “risas enlatadas” que no son tales) casi les producen sarpullidos y prefieren comedias más indies con pretensiones de ser analizadas en las universidades. Los Álvarez sólo quieren que nos sintamos como en casa con ellos. Y lo consiguen.

La segunda temporada de ‘Día a día’ está ya disponible en Netflix.

marina

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