Anthony Mackie protagoniza la temporada 2 de ‘Altered Carbon’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver el primer episodio de la segunda temporada de ‘Altered Carbon’ y no contiene spoilers.
Cuando se estrenó Altered Carbon, allá por febrero de 2018, estaba llamada a ser la gran serie de Netflix, esa de la que todo el mundo hablase (ya sabéis, “su Juego de tronos”). Pero no pudo ser. Pese a los notables esfuerzos de producción, la propuesta se quedaba a medias por culpa de un guion al que le costaba arrancar y que no encontraba su camino entre la construcción de un mundo demasiado complejo y una trama horizontal demasiado simplona. Pero la plataforma confió en su producto y le concedió una segunda temporada, casi a modo de reinicio, donde intentar enderezar la cosa.
Y, más o menos, lo ha conseguido. Uno de los problemas de la temporada debut era la sensación de batiburrillo que dejaba: la inspiración en la estética de Blade Runner -y otras obras cyberpunk– era evidente, pero en el fondo pretendía ser una historia detectivesca trufada con elementos que no siempre entraban en el momento indicado (el humor, por ejemplo). Ahora la propuesta se simplifica y eso puede ser bueno o malo; no es tan ambiciosa conceptualmente, pero al menos se entiende lo que quiere ser y la trama fluye.
El salto temporal en la historia y el cambio de actor en la piel de Takeshi Kovacs es la manera perfecta para regenerar la serie (y en este universo tienen todo el sentido del mundo). Con Anthony Mackie cuesta menos empatizar que con Joel Kinnaman -aunque tampoco esperemos que sea una feria, pues mantiene el semblante de héroe torturado, primo hermano del Henry Cavill en The Witcher– y se trata de explotar la química junto a Poe (Chris Conner) al más puro estilo buddy cops.
Sin la necesidad de explicar demasiado sobre su mundo, la serie sigue lanzando al espectador preguntas relacionadas con planteamiento de ciencia ficción (¿se pierde parte del alma al cambiar de carcasa?) que siempre resultan interesantes. En la otra cara de la moneda, el principal problema de la temporada 2 de Altered Carbon es que su trama no sea especialmente novedosa: Takeshi emprende la búsqueda de Quell, a quien no puede olvidar. El héroe que trata de salvar a su amada, algo que ya hemos visto no pocas veces, aunque el primer episodio cierre con un giro que puede darle algo de interés.
No nos engañemos. Altered Carbon sigue oliendo a refrito y no deja de ser un producto hecho para amantes de este tipo de propuestas, que pasarán un buen rato con ella, pero que, quizás, nunca lleguen a colocarla en los altares de otras obras notorias de su género. No es la Juego de tronos de Netflix, pero tampoco -y esta comparación tiene más sentido- está a la altura de Westworld.
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