Laura Harrier y Queen Latifah en ‘Hollywood’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver la temporada completa de ‘Hollywood’ y contiene spoilers.
Decir que lo que propone Ryan Murphy con Hollywood es reescribir la historia de la Meca del cine para que sucediese “como a mí me dio la gana” o “en la que salgo ganando”, es una lectura muy simplista. En pasado es el que es, por supuesto, pero nadie dijo que los relatos de historia paralela -sean ucronias como The Man in the High Castle o distopías como El cuento de la criada– deban presentar, por imperativo, mundos más abyectos que el nuestro.
Y esta ucronía del Hollywood dorado busca ser optimista, juguetona y colorida, sí, pero también poner sobre la mesa temas sociales actuales, utilizando el pasado no solo como una ambientación de fantasía (qué despliegue de vestuario y peluquería) sino como un juego de espejos entre lo que fue, amargo, y lo que pudo haber sido idealmente. Porque por mucho que Rock Hudson salga del armario y viva feliz en la miniserie de Netflix, la realidad que soportó no dejará de ser tremendamente dolorosa.
Solo atendiendo a ese contraste podemos entender que el mensaje de Hollywood va más allá de ser un vitalista cuento de hadas donde todos los personajes alcanza su final feliz. ¿Resulta empalagoso que Camille Washington ganase el Oscar en esa imaginaria ceremonia de 1948? Repasemos los datos reales: tendrían que pasar seis años hasta que, en 1954, se nominase por primera vez a una mujer negra en la categoría de Mejor actriz protagonista, Dorothy Dandridge, y pasarían nada menos que cincuenta y cuatro años desde aquel 1948 hasta que, en 2002, Halle Berry fuese la primera en ganarlo.
Con frecuencia tendemos a idealizar tiempos pasados y esa época de los estudios de cine, las películas en blanco y negro, el glamour de las estrellas y los sueños brillantes es un blanco fácil para la nostalgia. Pero creando esta historia paralela, además de hacer un hueco en aquel bello paisaje para quienes no lo tuvieron, se hace énfasis en las caras más abominables que la memoria tiende a omitir. El Hollywood dorado no lo fue para las mujeres, los queers ni las minorías raciales, pero cabe soñar que sí (no es casualidad que el único hombre blanco cishetero sea quien no consigue el Oscar esa noche); que las preguntas y debates que se están abriendo en el presente se pudieran haber hecho entonces.
La apuesta por la ucronía de Hollywood la separa también de Feud y le da un distintivo dentro del Murphyverso, conformando una obra dedicada a mostrar por qué es importante la representación de quienes viven en los márgenes de la sociedad en la cultura popular. Con los discursos en los Oscar, y también con esos planos de familias negras y asiáticas celebrándolo en sus casas, que quizás pequen de subrayar en demasía el concepto, Ryan y su equipo (entre el que se encuentra Janet Mock, primera mujer trans negra en tener un peso relevante en la industria) lo dejan cristalino. Eso en lo que ellos han trabajado tanto en proyectos anteriores, la representación, puede cambiar vidas y alentar los sueños de quienes pensaron que era imposible.
Jeremy Pope y Jake Picking en ‘Hollywood’. (Fuente: Netflix)
Y si el mensaje es contundente, la forma no puede ser más impecable. Ese diseño de producción opulente que ya vimos en series como American Crime Story: El asesinato de Gianni Versace o Feud: Bette and Joan vuelve a estar presente, pero con una identidad visual propia, y las referencias a personajes y hechos históricos que no siempre son como fueron es algo que se toma prestado de American Horror Story, pero también se juega de forma diferente. Desde la representación de la figura del propio Ryan Murphy, situado entre Dick Samuels y Avis Amberg, hasta las referencias a la herencia filipina de Darren Criss y la cuestión del passing, pasando por el dardo hacia Disney a cuenta de Canción del sur o la reivindicación de Hattie McDaniel y otros personajes, el engranaje resulta divertido y rico en matices. Si bien tiene ciertos defectos (en mi opinión, por ejemplo, la trama de la gasolinera de chaperos no debería tener tanto peso) en su conjunto es una ficción sólida y disfrutable.
Ese tan criticado final edulcorado de la serie en realidad resulta un alentador revulsivo que contrasta con la tónica de las historias de superación protagonizadas por minorías raciales o sexuales. Huir de los trágicos finales de buena parte de las ficciones LGTBQ y de los conflictivos argumentos de las historias de raza fue algo que el combo Murphy-Brennan-Mock ya probó con atino en Pose, pero aquí va más allá. Ni siquiera el funeral de Dick se percibe tan dramático, sabiendo que antes pudo enamorarse y, sobre todo, ser él mismo.
Que el cierre de la serie sea una auténtica celebración puede quitarle sorpresa, pero no emotividad. Ser complaciente con el espectador y concederle una victoria no tiene por qué ser flaqueza, al contrario. Por una vez, ganamos; el Oscar, la vida. Aunque sea un cuento, lo conseguimos.
‘Hollywood’ está disponible en Netflix.