Karl D’Branin y Lommie, dos de los protagonistas de ‘Nightflyers’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver los cuatro primeros capítulos de ‘Nightflyers’ y no contiene spoilers.
El pasado viernes, Netflix estrenaba la última adaptación de una historia de George R. R. Martin, una novela corta que pretende traer el terror al mundo de la ciencia ficción, llamada Nightflyers. Con una crítica más bien tibia, originalmente se estrenó en Estados Unidos el pasado 2 de diciembre en Syfy, aunque no ha sido hasta comienzos de febrero que ha llegado a nuestro país.
La serie se presenta en diez episodios de 50 minutos cada uno que transcurren únicamente dentro de la nave espacial de igual nombre, y narra el viaje de una comisión humana para el encuentro de una solución al agotamiento de la Tierra. Ubicada en 2093, explota un argumento que, si bien ya lo hemos visto en otras historias, puede dar de sí. La civilización abocada a una búsqueda casi imposible por salvarnos de nosotros mismos es un motivo clásico que da la posibilidad de forzar escenas extremas y que atrapen al espectador.
Realmente, esa es la mayor ventaja de la serie. Engancha. El ritmo no llega a ser trepidante, pero sí suficientemente rápido como para que te dé poco tiempo a plantearte qué estás viendo. Siempre sucede algo. Su argumento se va complicando con la presencia de un ser capaz de tener telepatía que embrutecerá la convivencia del personal. A su vez, un constante juego con los efectos especiales y las imágenes proyectadas hace que no sepamos exactamente cuál es la parte de la que nos podemos fiar de aquello que estamos viendo, y la duda constante le da un punto adictivo que te mantiene en vilo.
La doctora Agatha Matheson. (Fuente: Syfy)
Pero una vez nos acostumbramos a la parte de lenguaje y tomamos algo de distancia con la potencia estética de ciertas imágenes, lo cierto es que la historia tiene un problema de planteamiento. La construcción del mundo depende demasiado de contar con un tema que nos es conocido. Es cierto que partir de una vieja excusa hace que el espectador ya conozca unos motivos que no hace falta explicar, pero eso no quiere decir que pueda prescindir de tener su propio worldbuilding.
En este caso, al menos en la adaptación televisiva, se añora profundidad en la narración; saber que sus creadores conocen detalles que no te han sido contados, pero que impregnan tanto el contexto como sus personajes. Ellos son otro de los fallos. Pese a que se hace el esfuerzo de explicarnos alguna situación que nos muestre quiénes son, se echa en falta que tengan algo más de profundidad que nos haga empatizar con ellos y comprenderlos. Su mayor característica es su función laboral en la nave, por encima de cualquier relación que puedan establecer o de qué les ha llevado a esa situación. Se quedan cortos en cuanto has entendido la jerarquía profesional del lugar.
Con esto, no quiero decir que sus protagonistas no tengan su propia historia. Sobre todo mediante flashbacks nos es explicado el pasado de varios de ellos, utilizando una supuesta habitación que permite al tripulante sumergirse en sus propios recuerdos. A su vez, ese ser de estudio con poderes especiales arroja imágenes de los fantasmas de cada uno de ellos que nos permiten saber qué atormenta a cada tripulante.
Si bien esta segunda opción hace que el nivel de tensión sea mucho mayor y, que todo se impregne de una pátina de duda que aterroriza tanto a sus protagonistas como a nosotros, el recurso de la habitación de los recuerdos pronto se agota. Es una herramienta que empleada muy a cuenta gotas nos da la posibilidad de conocer detalles rápidamente, pero utilizada constantemente se convierte en un recurso demasiado evidente. Sólo hacer de la propia habitación otro personaje la salvará de ser algo pesado.
Lommie en una imagen del capítulo segundo. (Fuente: Netflix)
Pese a todo, Nightflyers es una persecución permanente en un entorno cerrado y aislado, lo que hace que te tenga constantemente en tensión y pendiente de lo que estás viendo. Si logras obviar qué le falta, su acción y la sucesión de imágenes angustiosas te tienen enganchado a la pantalla. En ese sentido, algún tipo de tregua en la historia que marcara una lógica clara de capítulos ayudaría. La pausa se convierte en algo necesario, un momento de asueto que te permita respirar, pero la historia más bien parece una única narración que simplemente ha sido segmentada, lo que también hace que sea mucho más fácil que veas varios capítulos del tirón.
El problema que lleva esa acción constante que te tiene sin tregua es que, cuando te tomas un descanso necesario, no entiendes a dónde te está llevando. La primera escena de la serie, que te engancha al segundo, nos da una gran pista de hacia dónde se nos conduce, pero no deja de ser un punto algo irrelevante que no acaba de lograr que nos importe ese viaje a la salvación. Simplemente, estamos viendo el mundo arder y, por muy sugerente que resulte, carece de interés como para implicarnos.
La historia no logra metérsenos dentro ni hacernos tomar partido. El mal lo está haciendo suficientemente bien para que nos convenza, pero le falta mochila propia como para que nos pongamos de su lado. Por su parte, el bien es demasiado plano como para convencernos. Al final, el engaño sin destino puede convertirse en repetitivo y, simplemente, agotar.
La primera conclusión que deja Nightflyers es que es una producción atractiva y adrenalínica algo coja como para sostener capítulos de 50 episodios sin un rumbo claro. Sin embargo, para un fin de semana de encierro entre mantas y palomitas da algo que se debe poner en valor: adicción. Como propuesta que corte el hipo y nos conduzca frenéticamente da lo que promete: acción, diversión y mucha, mucha, angustia.
‘Nightflyers’ está disponible en Netflix.
Netflix estrena ‘Nightflyers’: ¿un bluf del autor de ‘Juego de tronos’?
Propone una serie de terror en el espacio, pero cuando se estrenó en Estados Unidos, en diciembre, no gustó demasiadofueradeseries.com