(Fuente: Movistar+)
Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘Roadkill’ y no contiene spoilers.
Se busca miniserie inglesa política centrada en su retorcido protagonista. Ese podría ser el anuncio para convencernos a quienes nos gusta lo británico y la crónica negra del ambiente político. La veríamos, nos gustaría y habría poco más que decir de ella. Es la sensación dejan los dos primeros episodios de Roadkill, aunque no es una serie mala -cómo va a ser mala si Hugh Laurie se come la pantalla- y tampoco es aburrida. Tiene momentos de humor socarrón, un personaje que despierta enorme desprecio y todo lo que cabría esperar de una propuesta así. Pero quizás no sea suficiente.
Peter Laurence (Hugh Laurie) es el ministro de transportes del partido conservador. Buena planta, inteligencia razonable, ganas de escalar políticamente y un crápula de cuidado. Su historia es que logró salir de un barrio obrero y llegar a lo más alto y con ese titular se mueve por el mundo dejando novias en cada puerto y unas hijas con las que tiene una relación peculiar. En él descansa casi todo el peso de la trama y podemos decir que la maquinaria funciona porque la serie no intenta descubrir nada nuevo y cuenta con un actorazo. Frente a él, su hija, su mujer, su novia, su jefa y una periodista que se la tiene jurada serán las encargadas de hacerle la vida imposible. No es, sin embargo, una serie de lucha de géneros, simplemente es un señor rodeado de mujeres.
El problema de Roadkill es que no tiene claro a dónde va: le falta un puerto claro que justifique los minutos y que no te tenga esperando que en algún momento se declare un objetivo. Así, su protagonista alterna con tres arcos que haría falta priorizar de alguna forma más explícita. Por un lado está su familia: como político que pasa la semana en Londres, ha acabado por montarse su propia vida al margen de su mujer, no se habla con una de sus hijas, a la otra la pillan en momentos comprometidos que son aireados y su mujer es una señora que prefiere no preguntar qué es lo que sucede en su vida. Son tramas que sirven de acompañamiento a un personaje ligón que se sale con la suya, pero igual no hacía falta tanta historia.
Por otro lado está su jefa, esa Primera Ministra que consigue informaciones de él que luego usa en su contra y dudas si le va a despedir, pero al menos es interesante ver que, por fin, alguien está dispuesto a jugar un poco con un personaje principal que cree que maneja a todo el mundo como quiere. Y, por último, tenemos a la periodista con quien empieza todo. Es esa que lo ha llevado a un tribunal sin lograr declararlo culpable y que se ha prometido destapar toda la verdad; no tiene otra alternativa, realmente, es eso o el paro. En total, tres tramas que podrían parecernos mucho, pero que tienen poco aderezo y saben a poco.
(Fuente: Movistar+)
Con todo, Roadkill es correcta. Conocedora de dónde juega, está bien producida, se apoya en unos tropos que sabe que no fallan (la mujer como una señora tradicional, la novia que busca un compromiso mayor o la periodista que está dispuesta a lo que sea por desenmascarar al político perverso) y tiene un guion suficientemente entretenido.
Además, hay que remarcar que estamos valorando únicamente la primera mitad de la serie. Y lo digo porque ya nos conocemos: una producción británica con unos actores solventes (como es el caso) pueden darle toda la gracia del mundo con un par de giros que la transformen en algo más que un simple entretenimiento y que amorticen el viaje.
‘Roadkill’ se emite los lunes en Movistar+.