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Crítica: ‘The Handmaid’s Tale’ 1×07 — Luchar por el futuro

Por segunda semana consecutiva, The Handmaid’s Tale se sale de las páginas del libro de Margaret Atwood para explorar cuál es la situación fuera de las fronteras de Gilead, y también para dejarnos ver, desde otro punto de vista, cómo fueron sus inicios. Dos cosas quedan claras: no fue algo que ocurrió de la noche a la mañana, y durante su gestación, hasta que se consolidó el régimen, hubo mucha desinformación.

En The Other Side revisitamos la escena de apertura de la serie desde el punto de vista de Luke. No solo vemos qué pasó con él cuando su camino se separó del de June y Hannah, sino que conocemos los momentos previos a que la guardia de Gilead los interceptara. Y, afortunadamente, comprobamos que siempre hay gente de bien dispuesta a ayudar, personas de una resistencia, institucionalizada o no, que está infiltrada en todos los frentes y que no se rinde ante la ideología del totalitarismo.

Luke y June decidieron escapar cuando ya era demasiado tarde. Pensaron que toda la locura que estaba dominando su mundo era algo temporal pero, como podemos ver a través de lo que nos cuentan de la criada superviviente que consigue huir y llegar a Canadá, el secuestro de mujeres fértiles y su adoctrinamiento para la función que iban a desempeñar, ya estaba ocurriendo, mientras June, Luke y Hannah seguían desayunando pancakes con chips de chocolate.

Este, no es el episodio más potente de la temporada. Teniendo en cuenta todo lo que hemos visto, y la complejidad de las historias de las mujeres de Gilead, la historia de Luke no es la más interesante, tampoco lo es entre el grupo de supervivientes y enemigos del estado con los que pretende pasar la frontera. Al final, en el mundo en el que viven, Luke es un hombre heterosexual y, por su condición, si preferimos no hablar de privilegios, es innegable que, al menos, corre menos peligro: no lo ahorcarán por su identidad sexual, ni le pondrán una etiqueta roja en la oreja.

En nuestra sociedad, la interseccionalidad representaría un obstáculo para él, porque no es un hombre blanco, pero la serie ha optado por no reflejar problemas raciales. Lo entiendo, aunque definitivamente sería más realista, en cuanto a narrativa, resultaría demasiado ambicioso querer abordar tantos frentes, y muy difícil salir airoso de ese intento.

Dicho esto, hay algo que este séptimo episodio de The Handmaid’s Tale hace muy bien: no convertir a Luke en un héroe. Por lo poco que hemos visto de él a través de los flahsbacks de June, Luke es una buena persona, un buen compañero de vida, un buen padre y ambos se querían. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones (si me lo permitís, aquí sí vamos a hablar de privilegios), Moira lo dice claro en el flashback del tercer episodio: cuando June ha perdido su trabajo y se entera de lo que está ocurriendo con las cuentas bancarias, su posición es condescendiente. No hay malicia por su parte pero, seguramente, al no estar acostumbrado a sufrir el sexismo en su piel, no le produce indignación lo que ocurre.

Habría sido fácil hacer de Luke el héroe que conseguía contactar con June para darle esperanza, pero al final del episodio vemos que se ha enterado de que June sigue viva tres semanas después que ella supiese lo mismo de él. Que Luke esté tres años después (ya sabemos el tiempo exacto que lleva June en el infierno) en ese barrio de refugiados llamado la Little America en Canadá es producto de pequeñas coincidencias, ha tenido suerte (como muchos de nosotros, por ejemplo, de nacer donde nacimos): la ambulancia sufrió un accidente, se topó con un grupo resolutivo en medio del pueblo apocalíptico abandonado y pudo salir ileso del ataque en la frontera.

Ese pueblo abandonado en el que Luke entra buscando comida en una casa, cual superviviente de The Walking Dead, aún tiene carteles con textos escritos, pero los textos que realmente llaman la atención son los de odio, y esos son los baños de realidad helados que nos da la serie, porque esas pintadas existen en nuestro mundo. Y las torturas ejemplificadoras a los que se rebelan también; puede que no a la vuelta de nuestras casas, pero sí en rincones del planeta que optamos por ignorar, para poder seguir comiendo nuestros pancakes sin remordimiento.

En The Handmaid’s Tale, los refugiados son ciudadanos americanos que, como tantos otros de nuestro hoy, han sido separados forzosamente de sus familias, y que mantienen viva la esperanza de recibir alguna noticia de su paradero. Pero, la necesidad de escapar de la violencia, la guerra, los totalitarismos, o de un mundo que les ofrece pocas oportunidades, también está ocurriendo en nuestro mundo real. Personas que buscan refugio en otros territorios, que entregan todo lo que tienen para pagarle a los que les aseguran una vía de escape, y que viven con lo mínimo en tierras lejanas y ajenas.

“Hay una imagen como esta en cada pueblo. Esto es lo que le hacen a las personas que se resisten”.

Que la serie opte por no convertir a Luke en un héroe, es un logro del episodio. Y que él acepte su destino y decida sobrevivir es un logro del personaje, vivo es más útil. Por su introducción, cuando entra a la reunión, en la que podemos suponer es una especie de embajada de Estados Unidos, Luke está intentando aportar su granito de arena por la causa, pero la nota que recibe de June, y que escuchamos con su propia voz, es el momento más importante del episodio.

Fotograma del primer episodio de ‘The Handmaid’s Tale’

Las implicaciones de esta imagen, de niñas en edad próxima a alcanzar la pubertad, cuyos vestidos se asemejan a los ropajes de las criadas, y son de color rosa, en lugar del blanco que pudimos ver en el sexto episodio que es el color que llevan los niños y niñas más pequeños, me produjo escalofríos cuando la vi en el primer episodio. Y fue la que me vino a la cabeza cuando escuché el mensaje de June. Esta serie es mucho más que la historia de una criada. La mezcla de emociones que le producen a Luke las palabras de June lo desbordan y las vemos todas en su rostro: no solo sabe que ella sigue viva, le (nos) recuerda una misión muy importante: salvar a Hannah, salvar a las niñas de Gilead.

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Notas al margen:

  • Después de lo que supimos la semana pasada con la visita diplomática mexicana, comprobar que la situación no es la misma en todas partes, aporta un rayo de esperanza.

  • Todos los detalles de las escenas nos cuentan algo. Los retratos de Alexander Hamilton, Ben Franklin y Abraham Lincoln y una bandera de Estados Unidos con varias estrellas apagadas presiden el despacho de la oficina de la embajada.

  • En el plano en el que se nos muestra Little America, puede verse la Torre CN de Toronto. Bruce Miller, el showrunner de la serie, explicaba en una entrevista a The Hollywood Reporter, que para todas las series que ha rodado en la ciudad, han tenido que borrarla del plano, porque las producciones están ambientadas en ciudades de Estados Unidos (el rodaje íntegro de The Handmaid’s Tale se llevó a cabo en Canadá). Y, en esta ocasión, en la que por fin debía verse, tuvieron que añadirla digitalmente porque el día del rodaje el cielo estaba nublado y no había visibilidad.
  • Espero que en algún momento de la serie conozcamos a la madre de June porque es un personaje que, a pesar de lo poco que se menciona en el libro, siempre me ha resultado fascinante.
  • Hablando del libro, el próximo episodio se titula Jezebels, y tengo muchísimas ganas de ver cuál es será la aproximación de la serie a esta trama, porque no es precisamente mi favorita de la obra original.

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‘The Handmaid’s Tale’ está disponible en HBO España.

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