(Fuente: IMDB)
Esta crítica se ha escrito después de ver el final de ‘Homeland’. Contiene spoilers.
Un libro, las sonrisas de dos personajes y un fundido a blanco mientras escuchamos las notas de un tema de jazz. Si hubiese tenido que apostar dinero adivinando cuál iba a a ser la secuencia final de Homeland, hoy sería más pobre de lo que soy, pero no me importaría.
La octava temporada está a la altura de las mejores de la serie y fue muy astuta al establecer una trama espejo con la primera, no solo poniendo a Carrie Mathison en el punto de mira que estuvo Brody al ser liberado, sino enfrentándola cara a cara con su mayor miedo y su sentimiento de culpa: los errores cometidos por las agencias de inteligencia antes del 11S.
“Pasé algo por alto una vez. No voy, no puedo dejar que pase otra vez”. Hemos escuchado esa frase en los títulos de crédito de los 96 episodios de la serie y es una convicción que define a Carrie, por lo que plantear un escenario político que pudiera desencadenar una situación similar era la mejor carta para demostrar hasta dónde estaba dispuesto a llegar el personaje con tal de evitarlo. Y al mismo tiempo, sirvió para revisar si casi 20 años después el gobierno americano había aprendido algo de lo ocurrido en 2001. Al ver la facilidad con la que están dispuestos a entrar en un conflicto armado internacional, la respuesta es no.
Pero Homeland, además de ser un magnífico thriller psicológico y político, también es una serie que se sustenta en sus personajes, y las relaciones entre ellos, por lo que las decisiones de vida o muerte que debía tomar Carrie solo tendrían impacto emocional si en última instancia estaban vinculadas a Saul Berenson, la relación más importante de la serie. Ahí es donde el cierre de la serie se convierte en un ejercicio brillante.
La temporada tuvo muy buenos momentos, en los que fue interesante el contraste que se estableció entre Jenna y Carrie, su dedicación por encontrar a Max y, especialmente, su compleja relación con Yevgeny, la única persona a la que le contó lo que pensó en aquel perturbador momento con Franny en la bañera de la cuarta temporada, pero se reservó lo mejor para sus dos decisivas y emocionantes horas finales, repletas de escenas de espionaje clásico, en las que nos hicieron dudar hasta el final y sufrir con una posibilidad muy real de que Carrie pudiera matar a Saul.
(Fuente: IMDB)
Efectivamente, Carrie estaba dispuesta a todo con tal de evitar que se desatara una nueva guerra, pero también lo estaba a agotar hasta el último recurso con tal de que el fin no justificara los medios, si los medios eran acabar con la vida de su amigo, mentor y la única relación afectuosa real que le quedaba. Al final, como Buffy, la cazavampiros, Carrie salvó al mundo una vez más y el principal sacrificio fue ella misma: exiliarse fuera de su país y lejos de su familia como una traidora nacional.
Publicar un libro titulado La tiranía de los secretos, en el que deja al descubierto los errores de la CIA, además de permitirnos ver por última vez su pared cubierta por teorías, fotos y conspiraciones, es la mejor tapadera para su personaje en el cumplimiento de su nueva misión, ocupar el lugar que dejó Anna como informante de las actividades de los rusos.
El envío del libro al “profesor”, la dedicatoria a su hija, el mensaje oculto, el intercambio de bolsos en los baños, el concierto de jazz… cada detalle de ese montaje paralelo de Carrie y Saul fue brillante, emocionante y emotivo. Y esas sonrisas. Fue un final perfecto, de los que pasan a la historia de las grandes series de televisión. El lugar que se merece Homeland.
La temporada 8 de ‘Homeland’ está disponible bajo demanda en los operadores que incluyen Fox España en su oferta. Las siete primeras se pueden ver en Netflix.
Crítica: ‘Homeland’, la temporada final recupera la esencia de la serie
Si el primer episodio nos sirve de guía, muy mal tienen que ir las cosas para que el cierre de esta historia no sea…fueradeseries.com
