Una imagen de ‘Hang the DJ’, episodio de la cuarta temporada de ‘Black Mirror’. (Fuente: Jonathan Prime/Netflix)
Una serie de antología como Black Mirror tiene entre sus características definitorias la variedad en sus episodios. Todos están unidos temáticamente por el rol que un avance tecnológico juega en la vida de unas personas concretas, pero cada historia se mueve por derroteros diferentes. Se puede explorar la presión de la masa a través de las redes sociales, los gadgets que lo saben todo sobre ti, las tecnologías que sacan la peor cara de la sociedad…
Y también se puede contar cómo una persona concreta se ve afectada por una determinada tecnología. Siempre que se hacen listas de los mejores episodios de las cuatro temporadas de la serie varía el que se sitúa el primero, dependiendo de los gustos de quien las hace. Algunos fans consideran que es The national anthem, el primer episodio, el que mejor define lo que es Black Mirror; otros creen que donde se encuentran las mejores cualidades de la serie es en los que dan más importancia a las emociones de su protagonista.
En la primera temporada, ese capítulo sería The entire history of you. El gadget en cuestión es un “grano”, un chip que se implanta en el cerebro, graba todo lo que estás viendo y te permite verlo de nuevo. Es una manera de tener recuerdos que sean de verdad, que no estén filtrados por la manera imperfecta en la que el cerebro “almacena” esos recuerdos. El “grano” es el macguffin que desencadena lo que el episodio quiere contar, que no es más que una historia de celos. Y esa historia es muy humana.
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‘San Junipero’, capítulo de la tercera temporada que ganó un Emmy a la mejor tv movie. (Fuente: Laurie Sparham/Netflix)
Ahí es donde está la clave de las historias más eficaces de Black Mirror. La tecnología sólo es una herramienta, es neutra; puede ser beneficiosa o perjudicial según el uso que le demos nosotros. A Charlie Brooker se le acusado en ocasiones de ludita, pero en realidad, habría que decir que es más un misántropo que otra cosa.
Brooker no es Unabomber, que cree que toda la tecnología es mala. Su punto de partida es que el ser humano es imperfecto y tiene tendencia a dejarse llevar por sus peores instintos si se le da la oportunidad. Y es verdad que la tecnología es esa oportunidad.
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Por eso, por ejemplo, resulta tan satisfactorio Hang the DJ, y por eso uno de los capítulos más largos de la cuarta temporada, USS Callister, trasciende la parodia de Star Trek y la crítica a los abusones online, porque todo se centra en un personaje, Nanette Cole (una fantástica Cristin Millioti, por cierto). Y por ese personaje tiene el suficiente carisma e interés.
Black Mirror falla más cuando recurre a lo abstracto, a la crítica social con poco peso detrás, que es una de las razones por las que, si volvemos a ver The Waldo moment, pierde casi toda la gracia. Acaba siendo tan demagógico como la conducta de los votantes hacia ese muñecote faltón que está denunciando.
‘Arkangel’ explora la relación entre una madre y una hija. (Fuente: Christos Kalohoridis/Netflix)
En algunas críticas de la cuarta temporada de la serie se dice que Arkangel, el episodio dirigido por Jodie Foster, no parece un capítulo de Black Mirror porque tiene una estética muy austera y hay muy poca tecnología involucrada en la historia. Pero sí es una historia con la quintaesencia de la serie. Ese implante que permite a la madre saber en todo momento dónde está su hija, qué está viendo y sintiendo, es otro macguffin para contar lo complicada que puede ser la relación maternofilial.
La exploración de los miedos de la madre, de los intentos de la hija por construir una identidad individual, separada de su progenitora, la importancia de que cada una tenga su espacio, de que se construya una confianza que les permita mantener esa relación a pesar de los problemas que puedan surgir… Todo eso es Black Mirror 100%. La tecnología no es más que una excusa.
La cuarta temporada de ‘Black Mirror’ está disponible en Netflix.