Aaron Paul, en ‘Truth be told’. (Fuente: Apple TV+)
La década de 2010 en televisión ha sido la del streaming. La decisión de Netflix de empezar a producir sus propias series, cristalizada definitivamente con el estreno en 2013 de House of Cards y Orange is the new black, ha puesto patas arriba un negocio que, en Estados Unidos, ya estaba dando síntomas de que se avecinaba un cambio a finales de la década de 2000, con la huelga de guionistas de 2007/08 y el nacimiento de Hulu, entre otras cosas.
Ese cambio se ajustaba a la consolidación de una nueva manera de consumir ficción por parte del público, cada vez más decantado por el maratón de la temporada completa y por los visionados en diferido. Netflix tuvo parte de la culpa de ese nuevo paradigma, y sus producciones se ajustaban al modo en el que sus suscriptores veían las series de su catálogo. La serialización y los lanzamientos de las temporadas del tirón se popularizaron tanto, que hubo quien pensó que la televisión tradicional tenía las horas contadas. Y es muy posible que los visionados en directo estén en el tiempo de descuento, pero las estrategias que han regido la ficción televisiva durante medio siglo gozan de una salud inmejorable.
De repente, en pleno siglo XXI y en la era de internet en los teléfonos móviles, se recuperan las series de antología, las sitcom más tradicionales son las que tienen más éxito en los catálogos y la táctica de moda para competir con los maratones en Netflix es estrenar episodios a razón de uno por semana. Es decir, se recurre a lo mismo que las cadenas en abierto llevan haciendo desde mediados del siglo pasado.
Apple TV+ y Disney+, las recién llegadas, han optado por esa estrategia para distinguirse de la competencia y para buscar la fidelidad forzosa de sus potenciales clientes. Además, a lo largo de este año se ha discutido a menudo sobre si la capacidad de una serie de generar un fenómeno a su alrededor no se boicotea con el estreno de la temporada completa de golpe. Los éxitos sorpresa, generados con el boca-oreja semanal, de títulos como Chernobyl o la persistencia del Baby Yoda de The Mandalorian como material de memes en Twitter han decantado esa sensación de que los maratones dificultan que pueda repetirse algo como Juego de tronos.
Pero hay otro aspecto muy notable que ha acarreado la era del streaming, y es el hecho de que las series más perseguidas para entrar en los catálogos son las comedias de hace diez años, como mínimo, con centenares de episodios y que muchos espectadores descubren ahora como si fueran novedades. Lo de Friends llama más la atención porque su fama ha crecido con el paso del tiempo, si es que eso era posible, y es más habitual encontrarse sudaderas, tazas y camisetas con los nombres de sus protagonistas que en los 90. El siglo XXI está siendo el de la nostalgia.
¿Acabará Netflix emitiendo series semana a semana?
La estrategia de Disney+ podría llevar a un cambio de estrategia en sus competidoresfueradeseries.com