Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘Maldita’ y no contiene spoilers.
Quien haya leído Las nieblas de Avalon encontrará, seguramente, puntos de contacto con Maldita. La tetralogía de Marion Zimmer Bradley contaba la historia del rey Arturo desde el punto de vista de sus mujeres, sobre todo Morgana y la tradición pagana del contacto con la Diosa, la madre naturaleza, que el cristianismo quería exterminar en su expansión por las islas británicas, y Ginebra, la reina que se sentía atrapada dentro de las murallas de Camelot. Maldita, que inicialmente fue un libro de Tom Wheeler con ilustraciones de Frank Miller, se mueve por ese mismo camino de querer enfocar una leyenda sobadísima ya por la ficción desde otro lado distinto. En este caso, el protagonismo se entrega a Nimue, joven del pueblo de los druidas que acabará siendo la Dama del Lago.
La serie de Netflix que adapta dicho libro se ve ante un dilema realmente interesante: la historia de Wheeler y Miller es brutal, con unos Paladines Rojos que asesinan de la manera más violenta posible y queman vivos en la hoguera a todos los druidas de las islas, destruyendo sus aldeas hasta los cimientos, pero su protagonista es una joven que tiene que aprender a controlar su poder y, de paso, a madurar como adulta. Todo teniendo en cuenta que puede hacer que crezca todo un arbusto dentro del cuerpo de un hombre. Es decir, Maldita se mueve constantemente entre mantenerse en los límites de la fantasía juvenil o dar el paso hacia algo mucho más adulto.
Los tres primeros capítulos de la serie muestran esa tensión cada vez que aparecen los Paladines Rojos, los grandes villanos iniciales. Pero los problemas de Nimue, en general, están más cerca de los de cualquier adolescente en una historia coming of age. Está llamada a un destino importante, pero está atrapada al principio entre el trauma de ver cómo desaparece la vida que siempre había conocido y la obligación de moverse por un mundo hostil como la adulta que todavía no es.
Katherine Langford es una buena elección para Nimue porque consigue transmitir ese conflicto emocional, pero en el inicio de Maldita, el acierto de su casting destaca para mal el de Devon Terrell como Arturo, quizás también porque ese personaje empieza la serie como alguien egocéntrico y, en el fondo, bastante estúpido. Puede tener buenas intenciones, pero sus dos neuronas no se comunican una con la otra y, cuando lo hacen, se preocupan únicamente por restituir un concepto de honor familiar anticuado y que le lleva a tomar una mala decisión detrás de otra. Tiene por delante bastante camino para que nos creamos que, en el futuro, la Dama del Lago y Merlín lo verán como la mejor opción posible para entregarle a Excalibur y que sea el rey de los britanos.
El Monje que Llora es uno de los grandes villanos de la serie. (Fuente: Netflix)
Por otro lado, la serie nos enseña a la otra pata relevante de la leyenda, el mago Merlín, como alguien que ha dejado atrás sus buenos tiempos y que es poco más que un despojo sumergido en vino. En los tres primeros capítulos se encuentra solo al principio de su viaje, como le ocurre a Nimue; sufre algo parecido a una llamada de atención, pero da la sensación de que la interpreta de manera errónea. ¿O no? Su rol aún está por determinar. Eso sí, Gustaf Skarsgard con un personaje ligeramente excéntrico jamás será aburrido.
Maldita tiene ingredientes más que suficientes para que, de cara al final de temporada, su enfoque de la leyenda artúrica sea realmente diferente y original. El lado más salvaje, por decirlo de algún modo, de su historia tiene potencial para que tenga calado real y no se quede en un tratamiento superficial de lo que implica el genocidio que los Paladines Rojos han planeado, más cuando es importante para la evolución de Nimue, pero todo lo relacionado con Arturo debe mejorar. Es de esperar que aprenda de sus equivocaciones de los primeros capítulos y pase a ser un personaje que aporte de verdad algo que merezca la pena.
Por supuesto, los entornos naturales por donde transcurre la acción son espectaculares y se logra cierta sensación inquietante cuando está involucrada magia digamos que negra, pero para que Maldita funcione ha de unir mejor sus dos partes, la que se centra en una maduración adolescente más o menos típica, y la que implica espíritus de la naturaleza, profecías ancestrales y poderes con la misma capacidad destructiva que para el bien.
‘Maldita’ está disponible en Netflix.
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