Tobias Santelmann (derecha) es el policía protagonista de ‘Zona fronteriza’.
Cuando alguien, vaya a usted a saber, bautizó el thriller nórdico como Nordic-Noir o, como he leído recientemente, Scandinavian Noir (más riguroso, pero menos sugerente, dónde va a parar), no sólo acertó aunando en una expresión muy corta todo un subgénero, sino que construyó, casi sin quererlo, un oxímoron.
La contraposición de una sociedad casi idílica con un bienestar social cultivado y estudiado, todas las necesidades básicas, y no tan básicas, cubiertas, con una educación cívica de calado que alberga, y nos descubre, a toda una caterva de sujetos mezquinos, aberrantes y monstruosos capaz de lo peor, como en cualquier parte del mundo. Hasta hace unos años, y no muchos, ninguno imaginábamos que por aquellas latitudes había delitos más escabrosos que tirar un papel en la calle.
Grenseland (título original de Zona fronteriza) se estrenó el año pasado en Noruega y ya está disponible en Netflix. Es una muestra más de este subgénero: ambientada en una pequeña ciudad de Noruega que limita con Suecia, esta serie nos propone una laberíntica trama donde el pasado, en forma de familia, el tráfico de drogas, la corrupción policial, suicidios, pruebas impostadas y relaciones secretas hacen que la ciudad donde se desarrolla se convierta en un cóctel a base de Broadchurch, Monster, Hassel o Fortitude, por lo menos.
Situémonos. Actualidad, frontera sueco-noruega. Nikolai Andreassen (Tobias Santelmann) es un policía de Oslo que regresa a su pueblo natal después de delatar a un colega corrupto, con el objeto de recuperarse y pasar unas vacaciones. Recién llegado, un asesinato involucra sospechosamente a su hermano Lars, también policía (Benjamin Helstad). Nikolai intenta protegerlo, pero la compañera de éste, Anniken (Ellen Dorrit Petersen), no ve nada claros los indicios del caso. Nikolai cree que su familia sabe más sobre el caso de lo que le gustaría. Cuando éste comienza a luchar con sus principios morales y encubrir las pruebas, Anniken abre una investigación paralela.
Grenseland es una historia que juega con el factor responsabilidad/culpabilidad. Dicho de otro modo, hasta qué punto uno es capaz de velar y proteger a las personas que ama aun cuando esto suponga vulnerar tus principios, romper las reglas o, llegado el caso, cometer un delito. Esta diatriba, tan recurrente en la ficción, es el eje de toda la narración; cuando algo tan sagrado como los vínculos que ejerce la sangre corre peligro, hasta dónde movemos la línea que separa el bien del mal.
Anniken sospecha enseguida de las maniobras de Nikolai.
La serie es una producción original de Monster Scripted As y Sky Deutschland y, en cierto modo, es un producto modesto, pero cuidado. Juega constantemente con la naturaleza como aliado de la narración (síntoma inequívoco de este subgénero), con unos personajes bien construidos y con el pasado como factor desencadenante; cada episodio revela un enredo más sobre cada uno de los personajes y esto hace que el laberinto propuesto se vuelva más enrevesado, llevando el hilo por vericuetos no del todo transitables.
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¿Por qué hay que verla?: Si le gustan los policíacos al uso nórdico, esta serie es para usted.
Puntos fuertes: Construcción de personajes. Elenco aceptable. Noruega es muy bonita.
Claves de su éxito: Aún es pronto para determinar la relevancia de la serie, pero estar en Netflix tiene su punto.