(Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver todos los episodios de ‘Ultraman’ y no contiene spoilers.
“No creas que eres el único que puede ser Ultraman”. Con sentencias como esa, Ultraman (la nueva producción de anime original de Netflix) dejaba claro desde su mismo tráiler que el centro de su órbita iba a ser esta figura superheroica. No el adolescente que se enfunda las mallas de Ultraman, sino la idea misma que encarna. La serie, heredera de una versión live action de 1966 que fue un verdadero éxito de la cultura pop nipona, subraya una y otra vez que 53 años no pasan en balde.
Es el propio serial (de 13 episodios de unos 20 minutos) el que, en sus primeros compases, se presenta como la historia de un mundo “donde el Gigante de Luz, Ultraman, ya es cosa del pasado”. La aceptación de una nostalgia penosa por un pasado glorioso sobrevuela este shonen que, además de un correcto producto de género, es una buena oportunidad para pensar en la necesidad de los remakes. La brecha entre la realidad en la que vivió la anterior Ultraman y aquella en la que existe esta nueva encarnación se pone de manifiesto continuamente.
La nueva Ultraman parte de la reaparición de un metálico extraterrestre (aliado, en su momento) que dispara todas las alarmas de la ya en declive Policía Científica. El alienígena, aparentemente involucrado en una masacre de inocentes, es especialmente familiar para Shin Hayata, a quien una vez concedió los poderes para convertirse en el primer Ultraman (y quien ya fuera protagonista de la versión de los años 60). En esta ocasión, deberá ser el hijo de Hayata, Shinjiro, quien encuentre la manera de convertirse en el Ultraman de toda una nueva generación.
Shinjiro las pasará canutas para ser el nuevo Ultraman. (Fuente: Netflix)
El tema generacional no es solo superficial en este anime. El proceso traumático de Shinjiro como heredero espiritual y biológico del anterior Ultraman es a la vez una relectura de la serie original. No faltan las cámaras lentas espectaculares y las explosiones de plasma, pero el combate sigue siendo tan esencialmente muscular como el de la versión live action. En aquella, quizá por el bajo presupuesto, algo tan central como la lucha se alejaba de la grandilocuencia para, en cambio, cerrar cuadro sobre farragosos intercambios de puñetazos y zancadillas, en planos cortos y temblorosos.
Esa es una de las claves del diálogo de esta nueva Ultraman con su antecesora, pero no es la única. El propósito aquí (como en los buenos remakes) es redimensionar a Ultraman. Se le hace más pequeño (el de los 60 era mastodóntico), igual que a sus enemigos. Aunque parezca algo banal, esto tiene fuertes implicaciones para el personaje, que acarrean también una reformulación de su legitimidad. La vista de pájaro del narrador pasa a una mirada microscópica, para bien y para mal: vemos cómo amigos de los alienígenas que el viejo Ultraman mató en el pasado viven ahora marginados en los barrios pobres de la ciudad.
Esta frescura, desgraciadamente, se ve lastrada en ocasiones por la fijación por los tropos más conservadores del shonen. Transformaciones salidas de no sé dónde que liberan poderes ocultos, villanos zarzueleros que posan como estrellas de glam rock… Está todo. Y, aun así, la serie encuentra huecos para repasar caminos trillados del género superheroico con cierta actitud propia. El “gran poder que conlleva una gran responsabilidad” no es la única referencia comiquera de Ultraman. Haberlas, las hay a patadas. Pero algunas sobresalen.
No habrá solo un candidato para cargar con el legado del superhéroe. (Fuente: Netflix)
No soy capaz de recordar en qué cómic de un cruzado enmascarado leí cómo se planteaba la demoledora sugerencia de que, solo con el nacimiento de la figura justiciera, comienzan a florecer las amenazas más demenciales. Podría ser cualquiera. Cuestiones como estas, que sacuden los cimientos del género, las pone Ultraman en un lugar privilegiado con unos personajes lúcidos con interesantes ideas sobre los intereses institucionales y la sociedad del espectáculo. Cuando el extranjero es utilizado para justificar acciones cuestionables de cara a las masas, la serie lo subraya. Aunque no va mucho más allá, es algo reseñable.
No es una serie para un atracón (creedme, lo he probado), pero sí un buen entretenimiento a la larga. Las ramificaciones interminables del principio se van convirtiendo en giros sorprendentes en la segunda mitad de una temporada capaz de sintonizar con el zeitgeist, el espíritu de los tiempos. No en vano, las apariciones de alienígenas en la ciudad se viralizan en Internet antes de que los héroes lleguen al lugar.
‘Ultraman’ está disponible completa bajo demanda en Netflix.
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