(Fuente: Sony)
Esta crítica se ha escrito tras el primer episodio de ‘Coyote’ y no contiene spoilers.
“Existen dos tipos de personas en el mundo: los que deciden saltarse la ley y los que no”. La rigidez que revela el fondo de esta frase que Ben Clemens (el personaje que interpreta Michael Chicklis) le espeta a su compañero sintetiza bien el mundo -físico y moral- que el piloto de Coyote dibuja. Porque este primer episodio planta una semilla de transformación: la de un policía inflexible que tendrá que transgredir las normas.
En ese sentido, el ubicar Coyote en la frontera entre Estados Unidos y México entronca con una tradición narrativa que, por ejemplo, tiene exponentes tan esplendorosos y diversos como el Sed de mal de Orson Welles o el Bron/Broen de la televisión danesa. En ambos casos tan distantes se destaca el valor simbólico de la frontera, un espacio liminar definido por su contradictoria duplicidad. Toda frontera es entrada y salida, muro y puerta, así como esperanza y peligro para quienes se saltan -por necesidad, por ambición- los cauces habilitados para franquearla.
La arbitrariedad del lugar exacto donde se traza la demarcación entre dos países convive con la porosidad del tránsito continuo. Así, la frontera se convierte en un entorno dramático ambiguo, contradictorio, ideal para vitaminar conflictos a flor de piel. Porque en Coyote los hay a raudales: planea una violencia descarnada, peña que se encuentra al límite y un tipo duro acostumbrado al cuerpo a cuerpo, en guardia incluso cuando está echando un truño en un baño público.
En un exceso de celo, que esperemos que se cimente retrospectivamente en los próximos episodios, Ben Clemens contempla el mundo en riguroso blanco y negro. Esta primera hora, en esencia, le enfrenta al gris para encender la mecha del relato. Ahí es donde el piloto se queda, de momento, en una promesa por definir. La historia despega con claridad narrativa y el capítulo deja clara la peripecia del (anti)héroe, pero se echa en falta un mayor trabajo dramático en el dibujo de los personajes. De momento, los secundarios apenas logran superar el cliché esperable en una historia que cuenta el vaivén entre dos mundos: el que discurre desde las soleadas fiestas en piscinas estadounidenses a tugurios llenos de sabor mexicano. Migra, corrupción policial, trafico de personas, bandas, deudas de sangre…
Como es lógico, quien posee más aristas es el protagonista, interpretado por el gran Michael Chiklis. Su rotundidad física le valida como ese tipo capaz de pegarse con quien sea para defender lo que considera justo, pero también es cierto que, de momento, se echa en falta el vacile que permitía respirar autenticidad y carisma, por ejemplo, a su ya mítico Vic Mackey en The Shield. Si logra echar el aire, su Ben Clemens podría transmitir con más soltura — con una emoción más genuina — cómo el castillo de naipes profesional, legal e ideológico que lo mantiene a flote se desmorona de la noche a la mañana. Lo esperable es que la relación pseudo-paternal con la mexicana en busca y captura logre horadar su coraza y exhibir los matices del alma tras el uniforme. Porque una cosa deja clara el piloto desde el salto temporal de la primera secuencia: su vida ya no volverá jamás a ser la misma.
Los curiosos títulos de crédito de la serie fotografían la costa mediante planos aéreos, acercándonos a algunos de los escenarios donde se desarrollará la acción. Es una estrategia visual que Michelle McLaren, la directora del primer capítulo, ejecuta en numerosas ocasiones. Más allá de la árida belleza de los paisajes, esta querencia por audaces planos generales también sirve para remarcar los contrastes: una bella urbanización a este lado del muro; el desierto en terreno mexicano, por ejemplo. Pero, al mismo tiempo, la puesta en escena de McLaren también empuja una metáfora, que podría erigirse en la esencia de Coyote: vistos desde la distancia todos somos la misma poca cosa. No identificables. Anónimos. Enfrentados a un mundo hostil.
El episodio concluye, tras un glorioso volantazo, en un gran plano general de un coche en el que Ben transporta no solo a una mujer embarazada, sino también el compromiso que marca el inicio de su transformación. No en vano los coyotes destacan por ser de los animales que mejor se adaptan a nuevos hábitats; el agónico cold-open ya lo evidencia. Por tanto, ahora que Ben ha cruzado esa última frontera -la de sí mismo-, habrá que comprobar en los próximos capítulos el coste que paga por hacerlo.
‘Coyote’ se estrena hoy, 25 de enero, en AXN.