(Fuente: Disney+)
Esta crítica se ha escrito después de ver los tres primeros episodios de ‘Big Sky’ y no contiene spoilers.
Entre los grandes inconvenientes de ver muchas series está que, cuando algo no te termina de convencer, tu mente se distrae y se pone a hacerse preguntas que no encontrarán respuesta. ¿A quién le pareció que esta escena era una buena idea?, ¿por qué este absurdo comportamiento se supone que debería parecerme creíble?, ¿acaso los criminales están destinados a cruzarse con personas que solo toman malas decisiones?, ¿qué habrían hecho los británicos con una propuesta como esta?
Todas estas preguntas se me pasaron por la cabeza mientras trataba de disfrutar de los primeros episodios de Big Sky, la serie de ABC que ahora podemos ver en España gracias a la recién estrenada plataforma Star. Y, aunque Ryan Phillippe no está entre mis actores favoritos, yo estaba muy por la labor de que me gustase porque la premisa inicial era interesante y porque la parte femenina de su elenco, con Katheryn Winnick (Vikingos) y Kylie Bunbury (Pitch), despertaba mi curiosidad.
(Fuente: Disney+)
Pero dicha curiosidad no duró mucho porque a alguien se le ocurrió que arrancar la serie presentando a las protagonistas femeninas enfrentándose por un hombre era una buena idea, en pleno 2021. La cosa no solo no mejora, si no que unas secuencias después tenemos la oportunidad de verlas a guantazo limpio en un bar, cuando ya hemos conocido a la sosísima razón de su disputa (Phillippe).
Este es solo el primero de los muchos clichés con los que arranca la adaptación de David E. Kelley (Big Little Lies, The Undoing) de la novela titulada The Highway, una producción que narra la investigación que llevan a cabo Jenny Hoyt (Winnick) y Cassie Dewell (Bunbury) para tratar de encontrar a dos jóvenes desaparecidas. Este punto de partida es algo que no puede parecer demasiado novedoso, pero que gana enteros cuando descubren que, en la misma zona, han desaparecido decenas de mujeres en los últimos meses y nadie se ha preocupado por buscarlas porque eran prostitutas. Es el caso de Jerrie Kennedy, une joven no binaria que sueña con convertirse en cantante y para pagar sus facturas se cruza con el cliente menos indicado.
(Fuente: Disney+)
Las adolescentes, por supuesto, han tomado las peores decisiones posibles antes de ser secuestradas por un camionero llamado Ronald. Y este, como si saliese de un molde, es un tipo con dificultades sociales que a sus 38 años sigue viviendo con su madre. Pero no porque no pueda mudarse, sino porque ambos son la versión renovada, y chusca, de Norman y Norma Bates.
Esta colección de clichés, que solo consigue romper un policía de carretera ambicioso y manipulador y los espectaculares paisajes de Montana, desdibujan una historia que mejora (levemente) con el paso de los episodios. Porque, entre todos los tópicos, la producción puede conseguir que el espectador más voluntarioso se interese por las víctimas de Ronald, especialmente cuando las investigadoras logran, como su secretaria les ruega pacientemente, comportarse acorde a la edad que tienen.
Puede que para entonces sea demasiado tarde porque no todo el mundo tiene tiempo ni ganas de llegar a un tercer episodio para decidir si suma o no una serie a su lista de visionados. Y es una pena, porque la propuesta es atractiva y original y en otras manos podría haber sido un drama criminal con interés y relevancia y no una historia que avanza por inercia, pero carece de profundidad. Pero no nos podemos quejar, porque al público norteamericano se la vendieron como la nueva Twin Peaks y todo lo que tiene en común con la creación de Lynch son las verdes montañas.
Los dos primeros episodios de ‘Big Sky’ están disponibles en Star.