(Fuente: Movistar+)
Este artículo se ha escrito tras ver los cuatro primeros episodios de la temporada 5 de ‘Riverdale’ y contiene spoilers.
La pandemia ha machado a unas series más que a otras, eso es cierto, y Riverdale se encuentra en la lista de las muy agitadas. Los peores miedos de los fans se hicieron realidad cuando se comunicó que la cuarta temporada acabaría antes: no había forma de grabar el metraje que faltaba. Y, debido a eso, la quinta temporada comenzaba de una forma bastante antinatural, cerrando lo sembrado en los pasados episodios con, no uno, sino tres capítulos acoplados a su arranque.
De normal, una situación así ya trastocaría bastante la narrativa, pero en este caso era aún más sangrante dado que la gran trama del pasado año se cerraba mucho antes del fin de la temporada. Como resultado, tenemos un cerebro que lleva ya varios meses sintiendo que se da carpetazo a los grandes temas de la serie ocurriendo, además, en el mismo momento en que nuestros eternos estudiantes se graduaban. Y tras una despedida que ha acabado siendo más bien descafeinada, donde ya daba un poco igual qué sucedía, se han dado grandes cambios a los que no les hemos prestado atención: las relaciones establecidas (todas) se rompían, separando a familias y quienes han sido amigos y parejas durante siete años, dispersándolos por el mapa y haciéndonos creer que pasaban de ser hermanos a completos desconocidos.
Es la propia serie la que ha decidido colocarse en esa posición y hacer una especie de reseteo de todo lo que hemos vivido cuando la serie está desgastada. Si la tercera temporada fueron fuegos artificiales loquísimos, la cuarta perdía toda harmonía; era lo más parecido a una sucesión de grandes ideas que en otro contexto hubieran sido semillas de arcos completos, pero que aquí se quemaban en apenas unos minutos. Es cansado; seguir Riverdale se ha convertido en algo extenuante que te hace recordar giros imposibles una y otra vez, y el último es directamente antinatural.
En un arranque con múltiples guiños cinematográficos (la psicóloga de Betty aparecía tras una imagen de entrenamiento a lo Jodie Foster en El silencio de los corderos y antes de hacernos saber que se llama, y no es broma, doctora Starling) en donde vemos concentrado en muy pocas escenas qué ha sido de los cuatro de Riverdale, nos presentan un futuro bastante previsible pero con una carga dramática que es imposible de digerir de forma orgánica. El resultado es algo que aporta poca información sorprendente y que ventila de un manotazo los siguientes siete años tras la graduación, que debería haber cambiado mucho a sus protagonistas y, sin embargo, no entendemos realmente en qué consiste esa evolución.
Nos ofrecen un nuevo comienzo para, como digo, una serie que no se encuentra en sus épocas más altas ni parece que vaya a durar mucho más. Igual no hacían falta tantas alforjas para este viaje. La perspectiva es un Riverdale cuasi distópico donde los Lodge han acabado con todo (es curioso que Veronica ni siquiera estuviera enterada) y donde juntamos a un montón de chavales con su vida rehecha a salvar un lugar que hace mucho tiempo dejó de ser lo que era. ¿Continuaremos viéndolo? Sí, porque tras cuatro temporadas es difícil abandonar un título, pero ojalá cantáramos todos aquello de suéltalo, suéltalo.
La temporada 5 de ‘Riverdale’ se emite los jueves en Movistar+.