Esta crítica se ha escrito tras ver ‘Sueños sobre hielo’ completa y no contiene spoilers.
Netflix ha vuelto a enamorarme con una serie simplona. Hay debilidades que cada uno debe aceptar sobre sí mismo y la mía es que me fascinan las propuestas blandas y predecibles sobre motivaciones adolescentes. Sueños sobre hielo tiene todo eso y hace el apaño perfecto para los días en que lo único que quieres es un abrazo fácil de entender lleno de clichés que emocionen en los momentos claves.
Su premisa presenta a dos mellizos, Mac y Kayla, que hacen del hielo el motor que los anima a crecer -él con el hockey, ella con el patinaje-, pero sus vidas y las de sus familiares sufrirán un cambio drástico cuando tengan que mudarse de Canadá a Inglaterra con el fichaje del hermano por un equipo con buena proyección. Dicho de otra forma: los deseos de él hacen que ella deba cortar con su vida y relaciones y empezar en otro lugar. Y, pese a lo que pudiera parecer, no es una propuesta en la que haya mal humor. Kayla se encuentra perdida sin su pareja de patinaje e intentará todo lo posible para no perderla, pero no lo hace desde el enfado.
La serie, en cambio, se plantea como algo bastante luminoso en donde se irán encontrando con sucesivos impedimentos que irán resolviendo, más cercanos a los enredos clásicos que a un drama mayúsculo. De hecho, los momentos en que realmente podría despertar la tensión son arreglados rápidamente, no llegando a situaciones en las que creas que todo se puede romper. Sueños sobre hielo cuenta con ser previsible y con tramas de poco recorrido que hacen que la consumas rápidamente sin llegar a angustiar, por ello es una serie perfecta para una edad temprana: la sangre nunca llega al río y los problemas tienen solución hasta cuando parecen graves.
La moraleja que muestra no se esconde: la familia, los amigos y el apoyo que te rodean son aquello en lo que debes confiar. Aunque es Kayla la que antes encuentra a otra adolescente con la que hacer buenas migas, la presencia de los compañeros de equipo de Mac es la que provoca más lecciones sobre la importancia del grupo y del comportamiento, incluso, gregario. Los padres de los mellizos son una mezcla entre amigos y referentes que están muy presentes en sus vidas y que nos recuerdan permanentemente las ventajas asociadas a tener una relación buena con los mayores.
En definitiva, es la serie que le propondrías a tu primo de nueve o diez años para ver un fin de semana de encierro. Su tono es directamente cursi y adolece de una falta de riesgo que le resta originalidad a una premisa bastante vista, lo que la convierte en una producción bastante naif. Pero tiene ropas brillantes con mucha lentejuela que hace que no apartes la mirada de la pantalla y una protagonista con unos peinados preciosos con los que no dudan en jugar. Y bailes, bastantes coreografías con brazos muy estirados que tienen la virtud de embelesar y casi ser suficientes para que se dé la tarde por salvada al haber devorado una propuesta evidentemente floja en una sola jornada.
‘Sueños sobre hielo’ está disponible en Netflix.