Que la crítica afila el colmillo cada vez que Ryan Murphy saca nueva serie, especialmente desde su contrato millonario con Netflix, no es ninguna novedad. Pasó con The Politician, pasó con Hollywood y, otra vez, se ha abierto la veda con Halston, su última producción en la que no figura como creador —lo es Sharr White—, pero sí como productor y, además, coescribe cuatro de los cinco episodios que componen esta miniserie. Cultura pop, brilli-brilli, tragedia y comentario social vuelven a interseccionar en esta propuesta que resulta un tanto irregular.
Lo primero que hay que decir de Halston es que es un biopic y como tal no funciona mal. La serie repasa el auge y caída, y entremedias todos los vaivenes, del mítico diseñador Roy Halston Frowick, conocido simplemente como Halston, tanto él como su marca de moda. Halston es sinónimo de hombre hecho a sí mismo, un niño de pueblo pequeño que soñó con cambiar de vida y lo consiguió. También es un genio en lo creativo que nunca supo llevar las riendas de la parte más mundana y terrenal que supone tener una empresa, lo cual acabaría siendo su condena. Y todo ello está bien explicado en la serie, además de contar con un Ewan McGregor prácticamente omnipresente en cada secuencia y cada plano.
Lo de McGregor es, a la vez, virtud y defecto de Halston. Estamos ante uno de esos papeles que huelen «a por el Emmy» y que a veces roza lo agotador; de hecho, la serie respira mucho cuando aparece en pantalla la ficticia Liza Minelli —maravillosamente encarnada por Krysta Rodriguez, el gran descubrimiento de esta ficción—. Por el contrario, el título atiende tan poco a sus secundarios que van y vienen de forma brusca, a veces desapareciendo casi sin explicación, como es el caso de Joel Schumacher (Rory Culkin).
Si bien es cierto que titulares como el de Variety (que reza «Halston es una provocación plana y vacía») parecen algo injustos, no deja de ser cierto que estamos ante uno de los productos menos inspirados de la factoría Ryan Murphy. Insisto, cumple su cometido de contar la historia del diseñador, está bien ambientada y es suficientemente entretenida para verla del tirón. Ahora bien, comparada con obras tan potentes y con tantas capas y matices como las American Crime Story de OJ Simpson y Versace, Halston palidece. Le falta sofisticación en la escritura y mayor calado a la hora de abordar los temas de fondo.
Para lo que sí da, y mucho, esta ficción es para tejer interpretaciones y paralelismos en torno a Halston con el propio Ryan Murphy. Ese genio con un contrato millonario que destruye su creatividad por querer sacar productos como churros podría ser cualquiera de los dos. Es la excusa perfecta para analizar si Murphy hizo mal al aceptar la oferta de Netflix, si ha perdido el toque o si debería hacer menos cantidad para elevar la calidad. Habrá quien diga que con John Landgraf, el jefazo de FX, hacía mejor equipo. Para eso, claro está, Halston no da respuesta.
‘Halston’ está disponible en Netflix.